El sacerdote de origen
nigeriano Kenneth Iloabuchi cree que la vida cómoda y fácil ha llevado a la
pérdida de la fe y ofrece una solución
Ayuda a la Iglesia Necesitada |
Kenneth Iloabuchi nació el 8 de
diciembre de 1979 en Adaci Nnukwu, en el Estado nigeriano de Anambra. Es el
séptimo de siete hermanos.
Como tantos otros en su país
y su continente emprendió el camino de Europa. Quería estudiar derecho en
Inglaterra y volver para ejercer en su país.
Tras
muchas penurias consiguió llegar a Marruecos. Intentó cruzar y fue detenido por
la policía. Estuvo en la cárcel del reino Alauí durante 3 semanas y fue deportado
a Argelia. Sobrevivió en los bosques de Orán durante 8
meses.
Y
gracias a su trabajo y al dinero que le envió su familia consiguió volver a
Tánger, donde, tras varios intentos, consiguió embarcarse para España.
Iban
dos pateras grandes. El motor de la otra falló y la bravura del mar los hizo
volcar. 132 personas murieron ahogadas ante sus ojos.
En mitad de aquella tormenta
él hizo una promesa: si sobrevivía dedicaría su vida a servir a Dios. Cuando desembarcó se olvidó
de todo aquello. Consiguió trabajo y se echó novia, Esperanza.
La
cosa iba viento en popa hasta que llegó la crisis y para los inmigrantes dejó
de ser tan fácil conseguir trabajo.
Frente a las penurias su
madre le animó por teléfono a ir a la Iglesia de la que estaba
alejado hacía tiempo. Por lo menos así aprendería el idioma, le decía.
Cuando entró en la Parroquia
le sorprendió la acogida. Se sintió como el hijo pródigo. El sacerdote, Jesús, que
estaba oficiando, le invitó a sentarse delante y a rezar en su dialecto.
A
partir de ese momento empezó una amistad cargada de fascinación que le llevó a
preguntarle al párroco qué tendría que hacer un amigo suyo si quería hacerse
cura, como él.
El
padre Jesús entendió en seguida e hizo porque entrase en el curso de
discernimiento del seminario de
Cartagena.
Tras
asistir al año preparatorio a hurtadillas de su novia escuchó una predicación
en la que se le preguntaba si tenía miedo de asumir su vocación.
Se
dio cuenta de que así era y decidió confesarle a Esperanza su deseo de entrar
en el seminario. Ella le dijo que le apoyaba, si eso era lo que él quería y le
iba a hacer feliz.
Pasados
los años, es sacerdote en Lorca, en la
Comunidad Autónoma de Murcia (España). Allí acompaña en su fe a los lugareños y
a muchos inmigrantes llegados de África, algunos de los cuales vienen de su
país Nigeria.
Según nos cuentan misioneros
en África, Nigeria es uno de los grandes semilleros de la fe en el mundo. Su
crecimiento demográfico se muestra imparable.
En
mi región el 99% por ciento de la población pertenece a la Iglesia, aunque en
el resto de Nigeria solo son católicos el 35%, frente a un 45% de musulmanes.
He crecido en una familia
donde se respiraba la fe, donde se conocía a Dios y se hacía lo que pedía la Iglesia: ir a
misa, rezar y dar la vida por los demás.
¿Cuál es su
relación actual con su país?
Voy
de vez en cuando, aunque mi lugar está en España, con mis parroquianos. Cuando
visito mi tierra, a las tres semanas ya estoy añorando Lorca.
Pero
tengo a Nigeria en el corazón. Allí hay mucho sufrimiento y
mucha pobreza. Por eso colaboro con Ayuda a la Iglesia Necesitada, porque ellos
tienen proyectos en Nigeria y están haciendo un gran trabajo allí.
Ayudan
a la población ante Boko Haram, que considera
que la educación occidental es pecaminosa y que se dedica a matar cristianos, a
secuestrar y violar niñas, a quemar iglesias, etc.
AIN
vela porque los más pobres y los seminaristas puedan recibir una educación en
mi tierra. Por eso me considero un privilegiado por ayudar a esta fundación que
hace tanto por mis hermanos.
¿Qué diferencia
percibe entre la fe europea y la africana?
La pérdida de la fe en Europa
ha sucedido porque aquí la vida es muy cómoda y fácil. En África se conoce más
el valor de las cosas. Se está más cerca de la realidad. Cuando
uno tiene problemas se pone a buscar a Dios, aun sin darse cuenta.
Allí
la Iglesia responde: mitiga el sufrimiento y devuelve la esperanza a personas
que lo han perdido todo. Por eso hay tanta fe en mi continente.
Los
nigerianos, además, celebramos los domingos de un modo especialmente festivo.
Podemos hacer misas cantando y bailando que pueden durar hasta 4 horas, que
pasan sin que nos demos cuenta.
¿Qué puede
revigorizar nuestra fe de hombres occidentales?
El
papa Francisco lo repite. Una buena medicina para una Iglesia
dormida es el contacto con las periferias, es convertirla en Hospital de
Campaña, es reconectarla a realidades sociales que a veces
preferimos no mirar.
Es
bueno que el cristiano parta de esta experiencia de que no todo está
solucionado.
¿Cómo ve la
situación en España?
España
es un país donde podemos decir que todavía hay fe. Personalmente tengo que
alabar el gran corazón de los españoles. Si no fuese por sus aportaciones,
Ayuda a la Iglesia Necesitada no podría trabajar.
En
mi pueblo veo fe. Tengo que agradecer a Dios la Iglesia en España, de donde han
salido tantos santos. Aquí en España la fe sigue siendo un
tesoro.
Lo
que tenemos que hacer es potenciar lo que tenemos. Caritas hoy está regalándole
la vida a todos, sean de la religión que sea.
¿Y con respecto
a África?
En
este sentido, conozco familias misioneras españolas
que van a África y propician un intercambio interesante.
Por
un lado reciben: misionando allí ven revigorizada su fe en contacto con la
pobreza y la fe que allí se vive. Por el otro dan, ya que testimonian su fe a
los africanos, conviviendo y construyendo con ellos.
Desgraciadamente, uno de los
colectivos más numerosos de nigerianas en España e Italia es el de la
prostitución.
El
problema de Nigeria es la pobreza. Las chicas son
captadas por las mafias con promesas
de una vida mejor en Europa. La mayoría fueron engañadas y no sabían que iban a
ser prostitutas.
Te
ofrecen un puesto de trabajo en Europa para ayudar a la familia. Como las
chicas están sufriendo, se prestan a una cosa así.
La explotación es
tremenda y me parte el corazón que haya gente de allí y de aquí que las engaña.
La Iglesia está trabajando mucho para mentalizar en Nigeria de la falsedad de
esas promesas.
La inmigración
se está convirtiendo en uno de los temas más importantes en la agenda política
mundial. Vivimos un momento de movimientos migratorios similar a la Segunda
Guerra Mundial. ¿Cómo crees que podemos mejorar la situación?
Si queremos frenar la
inmigración, hay que crear trabajo en África. No hay que dejar esa
tarea a los gobiernos africanos porque son corruptos. Si les das dinero a los
políticos se lo quedan para otras cosas y acaba en bancos suizos. Tenemos que ir
nosotros allí e invertir.
¿Podemos hacer algo más?
España,
Alemania, Francia, USA y Rusia son de los que venden más armas en África.
Ganamos dinero y cerramos los ojos a lo que está sucediendo allí mientras nos
llenamos la boca con los derechos humanos. No hay que vender armas.
Roma
no fue construida en un día. Hay que luchar por las cosas buenas y
comprometerse con ellas. Si arrojamos la toalla no se hace nada. Tenemos que
comenzar y poco a poco se irán viendo frutos.
Pongo
un ejemplo: cuando la Iglesia dice que hay que denunciar y trabajar por la
justicia, sabe que los misioneros no pueden ir a convertir a la población de
los países misionados con una varita mágica.
Hay
que ir, escuchar durante años, integrarse y cambiar la vida de las personas a
partir del cambio que se produce en la tuya.
Jorge Martínez Lucena
Fuente: Aleteia