Tengo que aprender a creer
en Él, incluso cuando calla
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A
lo largo de la historia de la humanidad y en muchos relatos de la Biblia, el
hombre ha pasado por duras batallas y largas caminatas por desiertos
aparentemente interminables. Es decir, el sufrimiento y la sensación de pérdida
siempre han estado presentes. En la vida de cada uno de nosotros también se nos
manifiestan, en alguna etapa con mayor intensidad, estas tempestades en
las que sentimos que nos ahogamos o nos perdemos sin escapatoria.
Me
gusta este video porque nos hace ver que no somos los únicos que pasamos por
estos momentos difíciles en los que nos sentimos atrapados dentro de un
laberinto sin salida en el que muchas veces nos golpeamos contra las paredes en
intentos fallidos por salir con nuestras propias fuerzas. Pero, la pregunta
es: ¿qué podemos hacer ante esta situación?
1. Aceptar lo que nos está
sucediendo
El
primer paso para superar estas situaciones complejas por las que pasamos es
aceptarlo y buscar ayuda en Dios y en los demás. Pensemos que muchas personas
(incluyendo la chica del video y yo) hemos pasado por estas adversidades. Es
por eso que Jesús, al hacerse partícipe de nuestra condición humana, pudo
entender mejor nuestros sufrimientos y tuvo que pasar por lo mismo que
nosotros: decepciones, traiciones, blasfemias, e incluso la muerte en la Cruz.
2. Hablar con Dios
Es
bueno que le expresemos a Dios cómo nos estamos sintiendo, que le expliquemos
que estamos abrumados y no encontramos su presencia. El mismo Jesús llegó a
sentirse de esa manera y en la oración en el Huerto de los Olivos expresó su
miedo diciendo: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz! Pero que no
se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42) y cerca de la hora de su
muerte exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,
45-46). Pero su arma más poderosa para el combate de estas tribulaciones fue la
oración, así que, siguiendo su ejemplo, oremos mucho, hablemos con Él y
contémosle lo que pensamos y cómo nos sentimos.
3. Escuchar a Dios
Así
como hablamos con Dios y le pedimos cosas, quizás sea un buen momento para
empezar a preguntarnos: ¿qué es lo que Él quiere de mí? A veces sentimos
que lo único que viene de Dios son silencios y que no nos ayuda a
encontrar respuestas, le rogamos señales y nos quejamos; pero seguramente somos
nosotros quienes, al estar tan enfocados en lo que queremos, tapamos nuestros
oídos ante los pedidos de Dios y la misión que se nos ha confiado. A través de
esa misión, Jesús busca que seamos felices, pero solamente lo lograremos amando
también nuestra Cruz.
4. Vivir con esperanza y
humildad
Para
poder llevar a cabo aquello que Dios nos pide debemos cultivar dos virtudes
principales: la esperanza y la humildad. Se debe ser humildes para aceptar los
pedidos del Señor y no perder la esperanza, que como la define el Papa
Francisco: «Es tener la certeza de que yo estoy en camino hacia algo que es y
no lo que yo quiero que sea». Esa espera «significa e implica un corazón
humilde, pobre». Solo manteniéndonos en la esperanza y perseverando con
humildad, será más fácil ampliar nuestros horizontes y volver a soñar.
5. Tener verdadera
confianza en Él
Cuando
nos sentimos abandonados por todos, sin esperanza de encontrar algo mejor, es
cuando más difícil se nos hace creer y entender qué es lo que Dios quiere para
nosotros o qué espera que hagamos. En este punto, San Josemaría Escrivá,
nos propone vivir un camino que él llama “infancia espiritual”, que implica
volvernos con Dios como un niño de 2 años que se abandona completamente en las
manos de sus padres. Afirma: «siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan
en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. Por eso, con el
abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre» (Camino,
San Josemaría Escrivá, 864).
Si
sientes que estás atravesando por un árido desierto o una tormenta torrencial,
recuerda que «a veces Dios permite desiertos para enseñarnos, para formarnos y
hacernos crecer. Y es en esos desiertos más oscuros dónde terminamos
entendiendo más de Él. Dónde terminamos sintiendo su calma, aún en medio de
cualquier tempestad. Búscalo, espera y cree. Él está».
Por: Silvia Ordoñez
Fuente:
Catholic-link.com