En 3 palabras: gracia, fragilidad, abandono
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Joshua Porter-(CC BY-NC-SA 2.0) |
Hace unos meses vi la película “Pablo, apóstol de Cristo” y quedé
cautivada por una frase que Pablo repetía al verse atacado por los
remordimientos de su vida pasada como perseguidor de los cristianos: “Mi gracia
es suficiente”, repetía una y otra vez.
Semanas después, leyendo la
Biblia, encontré lo siguiente:
“Y por eso,
para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un
aguijón a mi carne, un ángel de satanás que me abofetea para que no me engría.
Por este motivo, tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero Él me
dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza”.
Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para
que habite en mi la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en
las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas
por Cristo; pues cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Corintios
12, 7-10).
Quedé impactada por la
profundidad de estas palabras ¡Mi gracia te basta! ¡Es todo lo que necesitamos
escuchar!
La gracia es definida como un don
sobrenatural de Dios para fortalecernos en algún ámbito de nuestro ser y obrar
de acuerdo a Su voluntad. La gracia siempre nos conduce
hacia un lugar mejor.
“Estar
en gracia” es un
requisito imprescindible para ver la obra de Dios en nuestras vidas y significa
no perder el vínculo que nos une a Dios.
Si pecamos perdemos su gracia,
si nos reconciliamos mediante sus sacramentos, recibimos nuevamente la gracia
que nos acerca a Dios y nos fortalece.
A este don de Dios se le llama
comúnmente gracia santificante. Santificar se refiere a
perfeccionar, por lo tanto, la gracia nos perfecciona y nos aproxima cada vez
más a ser los hombres y mujeres que, según el proyecto de Dios, estamos
llamados a ser.
Esta gracia funciona como un
motor que mantiene vivo el proceso de transformación en nosotros. Si nos
esforzamos por mantenernos en gracia podremos ver claramente la manera en que
Dios hace su trabajo.
El mensaje de Pablo es un
mensaje de fragilidad que experimentamos todos.
Todos somos heridos por diversas situaciones que nos ponen en la disposición de
recibir de Dios todo lo que Él quiere derramar sobre nosotros.
La función del aguijón que carga
Pablo en el corazón tiene una doble función: recordarle su fragilidad y
obligarlo de alguna manera a entender y aceptar que Dios es todo lo que
necesita para llevar a cabo lo que se espera de Él.
La gracia activa nos exige una
actitud de abandono, de dejar de preocuparse por aquello
que no está en nuestras manos.
Dios nos sigue llevando más allá
de las cosas terrenales; nos dice: “olvídate de lo que te oprime, te necesito
para algo más grande, todo lo que necesitas ya lo tienes en Mí”.
Lorena
Moscoso
Fuente:
Aleteia