Palabras
del Papa antes del Ángelus
Como
cada domingo a las 12.00 h el Papa Franciscos se ha asomado a la ventana de su
estudio del palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los fieles y
peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro.
Palabras del Papa antes
del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Lc 5, 1-11) nos ofrece, en el relato de Lucas, la llamada de San Pedro. Su nombre, lo sabemos, era Simón, y era pescador. Jesús, en la orilla del lago de Galilea, lo ve mientras está arreglando las redes, junto con otros pescadores. Lo encuentra fatigado y decepcionado, porque esa noche no habían pescado nada. Y Jesús lo sorprende con un gesto inesperado: se sube a su barca y le pide que se aleje un poco de la tierra porque quiere hablar con la gente desde allí.
Entonces
Jesús se sienta en la barca de Simón y enseña a la multitud reunida a lo largo
de la orilla. Pero sus palabras también reabren el corazón de Simón a la
confianza. Entonces Jesús, con otro “movimiento” sorprendente, le dice: “Rema
mar adentro y echen sus redes para pescar” (v. 4). Al principio, Simón responde
con una objeción: “Maestro, estuvimos bregando toda la noche y no hemos cogido
nada …”. Y, como experto pescador, podría haber agregado: “Si no recogimos nada
por la noche, mucho menos cogeremos durante el día”. En cambio, inspirado por
la presencia de Jesús e iluminado por su Palabra, dice: “… pero en tu palabra
lanzaré las redes” (v. 5). Es la respuesta de la fe, que nosotros también
estamos llamados a dar; Es la actitud de disponibilidad que el Señor pide a
todos sus discípulos, sobre todo a aquellos que tienen responsabilidades en la
Iglesia. Y la obediencia confiada de Pedro produce un resultado prodigioso:
“Así lo hicieron y recogieron una cantidad enorme de peces” (v. 6).
Se
trata de una pesca milagroso, signo del poder de la palabra de Jesús: cuando
nos ponemos generosamente a su servicio, Él realiza grandes cosas en nosotros.
Así actúa con cada uno de nosotros: nos pide que lo acojamos en la barca de
nuestra vida, que comencemos de nuevo con él y surcar un nuevo mar, que se
revela lleno de sorpresas.
Su
invitación a salir al mar abierto de la humanidad de nuestro tiempo, para ser
testigos de la bondad y de la misericordia, da un nuevo sentido a nuestra
existencia, que a menudo corre el riesgo de replegarse sobre sí misma. A veces,
nos sorprendemos y dudamos ante la llamada que nos hace el Maestro Divino, y
nos sentimos tentados a rechazarla debido a nuestra insuficiencia. Incluso
Pedro, después de esa increíble pesca, le dijo a Jesús: “Señor, aléjate de mí,
porque soy un pecador” (v. 8), es hermosa esta humilde oración “Señor aléjate
de mi porque soy un pecador”. Pero lo dijo de rodillas ante Aquel que ahora
reconoce como “Señor”. Y Jesús lo alienta diciendo: “No temas; desde ahora en
adelante serás pescador de hombres “(v. 10), porque Dios, si confiamos en Él,
nos libra de nuestro pecado y nos abre un nuevo horizonte: colaborar en su
misión.
El
mayor milagro realizado por Jesús para Simón y los demás pescadores
decepcionados y cansados, no es tanto la red llena de peces, como haberlos
ayudado a no ser víctimas de la decepción y el desaliento ante las derrotas.
Los abrió para convertirse en anunciadores y testigos de su palabra y del reino
de Dios. Y la respuesta de los discípulos fue rápida y total, una vez que
subieron las barcas a la tierra firme dejaron todo y lo siguieron (v. 11).
Que
la Santísima Virgen, modelo de pronta adhesión a la voluntad de Dios, nos ayude
a sentir la fascinación de la llamada del Señor y nos haga disponibles para
colaborar con él para difundir su palabra de salvación en todas partes.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit