Hay un solo camino, Jesús lo mostró
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El amor siempre es asimétrico. Jesús me
pide que ponga la otra mejilla cuando me han herido. Me parece imposible. A cada acción
una reacción proporcional. A cada golpe un golpe. A cada insulto un insulto.
No hay término medio. Si me
hacen daño yo hiero. Si me abrazan yo abrazo. En la vida busco el equilibrio
entre las fuerzas. Una guerra fría en la que ninguno actúa esperando el primer
paso que dé el otro.
En el amor lo mismo. No doy
mucho por temor a no recibir. No espero mucho por miedo a la
desilusión.
No quiero amar mucho para no
salir perdiendo en mi entrega. Si amo mucho y no recibo tanto, me sentiré
frustrado.
Miro siempre lo que hacen los
demás. Y de acuerdo con lo que recibo, actúo. Si me tratan bien, yo también
trato con amor. Si recibo desprecios, doy desprecio como respuesta.
En un mundo hostil, soy hostil porque otra actitud no encaja. Donde hay odio,
siembro yo también un poco de odio.
Pero Jesús me invita a seguir el
ideal. Me habla de un amor sin medida. La meta más alta: “Nosotros,
que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial”.
Estoy llamado a ser más de lo
que soy hoy. Un hombre del cielo en la tierra. Un hombre arraigado en Dios que
derrama un amor que no es suyo. Un hombre con un corazón inmenso que sabe perdonar.
¿Cómo
es posible cambiar el mundo con mis escasas fuerzas? ¿Cómo puedo cambiar las
relaciones que no me gustan con mis imperfecciones?
Hay
un solo camino: el amor sin medida. Dios me invita a regalar misericordia.
Decía la Madre Teresa: “La
pobreza material se soluciona con ayuda material. La pobreza espiritual es más
dura. Los olvidados. Los no amados. Los que están solos. La mejor forma de
mostrar el amor de Dios es el amor de los unos por los otros”.
Un amor que logre cambiar mi
entorno. Una medida diferente de amor. Dar desde mi pobreza.
¿Cómo se puede dar
sin esperar nada a cambio? Siempre espero algo más. Mi amor
quiere ser simétrico. Pero el amor de Jesús es asimétrico.
Él murió dando la vida. Amando y
perdonando desde la cruz a todos los que lo odiaban sin motivo. Él se entregó
por entero por mí. Sabiendo que mi generosidad es escasa. Y mi pobreza es lo
único que le devuelvo amándole torpemente.
Pero no por eso dejó Él de darse
por entero sabiendo que podía no recibir nada. Su amor sin medida me sobrecoge.
Él se dio sin medida. ¿Es esa la
medida que me pide a mí? Quiere que ame sin medida. Un amor que no calcula, ni
mide, ni espera. Un amor que no busca recibir lo mismo que da. ¿Quién es capaz
de amar así?
El amor en la vida, el amor que
me lleva al cielo, no calcula, no espera, no mide, no especula. Me gustaría
amar siempre así.
Pero tengo en mi corazón una
medida de lo que es justo. De lo que corresponde. De lo que no me pueden
exigir. Una medida de lo que estoy llamado a dar, pero no más.
No me pueden pedir que dé mi
vida entera. Sólo pueden esperar que regale un poco de ella, un poco de tiempo,
una medida justa.
Si me golpean, no pongo la otra
mejilla, también golpeo, porque es lo justo. Si me quitan la túnica, no doy
más, porque espero que me devuelvan más de lo que me quitaron. Es lo justo, lo
medido, lo calculado. No creo en ese amor sin medida.
Pero en el fondo de mi alma es
el amor que me sana, el que me salva. Le pido a Dios que cambie mi corazón y lo
haga como el suyo. Más grande, más puro, más libre.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia






