En honor de nuestra Madre
Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así porque se usó
por primera vez en el Santuario de Loreto
REINA DE LOS CONFESORES
En
el lenguaje litúrgico de la Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos
que no fueron mártires.
Confesores
= cristianos que profesan públicamente la Fe en Jesucristo y por ella están
prontos a dar la vida. Confiesan la Fe por su testimonio de vida cristiana Mártires
= personas que padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de
la religión. Mueren en defensa de la Fe y de la religión
Es
necesaria una gracia especial de Dios para soportar el martirio, sin embargo,
no se requiere menos gracia de Dios para sobrellevar una heroica santidad sin
el martirio.
El
mérito que se alcanza con el martirio es de ordinario en muy breve tiempo y
para obtener el mérito sin el martirio requiere un tiempo bastante largo. El martirio,
perfecto acto de amor y de fortaleza, suple las demás virtudes que podrían
faltar o podrían ser imperfectas. En cambio, fuera del martirio se necesita
mayor perfección de las Virtudes Teologales y Morales; esto se consigue a
través de una vida entera de lucha contra el pecado, contra el mal y de
sacrificio continuo. De tal manera que la vida de un santo puede llamarse un
continuo martirio.
Los
santos CONFESORES, tuvieron que superar toda clase de dificultades y practicar
las virtudes en grado heroico.
María
es la primera, la más perfecta y la más santa de todos esos héroes de virtud y
santidad, por eso la Iglesia la proclama REINA DE LOS CONFESORES.
REINA DE LAS VÍRGENES
La
Iglesia, no satisfecha con haber invocado a María con el título de Santa Virgen
de las Vírgenes, la invoca como Reina de todos aquellos y aquellas que profesan
la virginidad, para hacernos conocer y apreciar las grandes ventajas que aporta
a la Iglesia ese estado, que inició Aquella que es llamada por antonomasia la
Santísima Virgen.
•
Ella fue la primera en profesar solemnemente la virginidad, que antes era
considerada como ignominiosa entre las mujeres hebreas.
•
Elevo esta virtud a la más alta cumbre de perfección posible a la criatura.
•
Fue la suya una virginidad singular y única, asociada por prodigio Divino a la
maternidad.
•
Pero hay otra razón y es ésta: María es honrada con el título de Reina de las
Vírgenes, porque el ejemplo y protección de Ella inspiran y proporcionan amor a
la virginidad, guardan y conservan esta noble virtud. El ejemplo y la
protección de esta Reina sor admirablemente fecundos en la Iglesia.
El
mundo, que no entiende la divina sublimidad del amor, acusa al celibato y a la
virginidad de egoísmo y de esterilidad. Ante esta calumnia, que los millones de
niños y niñas que pueblan las escuelas, los orfanatos y los colegios informen
al mundo lo que han recibido de los Religiosos y las Religiosas, y que en
algunos casos no reciben de sus mismos padres: lo mismo los jóvenes y las
jóvenes que en centros de formación juvenil han recibido una instrucción
religiosa que les ayuda a regir su vida en una forma sobrenatural y noble. Los
ancianos impotentes, los enfermos de toda edad, los que llenan los asilos,
entre lágrimas de gratitud, muestren al mundo a las mujeres consagradas a Dios
que bajo el velo de la cofia sienten arder la llama del amor de Dios y tienen
para ellos la inagotable caridad de la palabra evangélica y de las obras de
misericordia.
Con
esto, la sabiduría inspirada de la Iglesia muestra al mundo cuán fecunda es la
santa virginidad.
¡Oh
Virgen Santísima, Reina de los Vírgenes! Te pedimos para todos los fieles nos
alcances la gracia de la castidad, conveniente a cada estado de vida y la
PUREZA del alma. Ayúdanos a cuidar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra
mente de todo cuanto pueda mancharnos.
REINA DE TODOS LOS SANTOS
No
se piense que es superfluo este título, otorgado ya a María al recordar las
varias clases de santos, ni se crea que la Iglesia haga aquí un recapitulación
de los títulos precedentes. Esta Invocación nos parece fundada sobre dos justas
razones:
Que
María es canal de toda santidad. Que entre todas las criaturas, Ella fue el modelo
más perfecto de santidad.
La
primera de estas razones ha sido extensamente explicada en el decurso de estas
meditaciones:
María
es el canal por el cual Dios, autor y fuente de toda gracia, hace llegar hasta
nosotros la virtud y la santidad. En el cuerpo místico de Jesucristo, Ella
hace, por decirlo así, el oficio de cuello: transmite a la Cabeza las súplicas
de los miembros y desde la Cabeza hace llegar a todo el cuerpo (místico)
aquellas gracias por las cuales crece toda virtud, toda perfección y santidad.
Ilustraremos
aquí la segunda razón: María, modelo de santidad para todos, especialmente para
la mujer.
Dios
es la santidad primera, la santidad por esencia, a esta divina santidad y
perfección debemos conformar necesariamente la nuestra. La santidad divina
aparece infinitamente lejana, en una luz inaccesible ... pero Dios nos la hizo
accesible en su Unigénito Hijo, Jesucristo, dice San Pablo: "Dios nos
eligió en Cristo, antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos
e inmaculados ante El y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos
por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza y gloria
de su gracia". (Ef. 1: 4-6).
El
hombre, elevado por la misericordia Divina al estado sobrenatural y constituido
hijo de Dios, tiene en Jesucristo el espejo de la perfección divina, pero los
rayos que emanan de Jesucristo son todavía demasiado brillantes para la
dignidad humana; la suya es una santidad increada, infinita.
Es
cierto que El practicó las virtudes sencillas permitidas al hombre, como la
humildad, la paciencia, la obediencia, etc., pero el modo y la perfección como
las vivió son infinitamente superiores a las fuerzas humanas, aunque estén
apoyadas por la gracia.
Para
allanarnos el camino de la santidad, Dios nos propuso en nuestra Señora un
modelo de santidad creada, una luz más suave a nuestros débiles ojos, un
modelo, el más cercano a la santidad infinita, que nos animara a imitarla.
Ella
poseyó sin duda una perfección y una santidad sobrehumanas, pero una santidad
creada, unida a aquella perfección a la que no llegará jamás ninguna criatura;
se acerca y toca los confines del infinito. La santidad de María es solo
inferior a la santidad de Dios. María espejo, ejemplo y modelo perfecto de
santidad, es lo que nos propone la Iglesia cuando la invoca como Reina de los
santos.
María
Santísima modelo de la mujer cristiana.
Quien
conozca la importancia moral de la mujer en el mundo no podrá menos de admirar
la Providencia de Dios por haber preparado en la Virgen Madre, el modelo
singular de la perfección femenina.
La
mujer constituye la mitad del género humano, y es ella la que forma y educa a
la otra mitad. La mujer que usa rectamente de los preciosos atractivos de
naturaleza y de gracia con los cuales Dios la ha enriquecido, tiene un
ascendente bienhechor sobre su esposo y un influjo poderoso y decisivo sobre el
carácter y la conciencia de los hijos.
Más
profunda y más grande es la influencia social de la mujer - madre. Los
principios de la educación maternal permanecen imborrables; aún cuando en medio
del torbellino de las pasiones y de la vida el sello de la mano materna
permanezca obscurecido y sepultado bajo las ruinas de los vicios, tarde o temprano
sale de nuevo y conduce a los extraviados al buen sendero, como bajo las ruinas
sembradas por los vándalos o bajo la capa del olvido, reaparece la belleza
artística de los antiguos monumentos. Se puede decir que la sociedad es como
quiere la mujer.
En
la antigüedad, la mujer no contaba para nada en la sociedad, era esclava de las
pasiones del hombre y la mitad del linaje humano era para la otra mitad fomento
y causa de corrupción.
El
hombre y la mujer tenían extrema necesidad de un remedio poderoso que los
sanara, que los hiciera en verdad virtuosos y santos. Este poderoso remedio fue
ofrecido por Jesucristo, por su religión, por su moral y por su gracia.
El
decreto de Cristo devolvió al matrimonio su unidad natural y su indisolubilidad
y lo elevó a la dignidad de Sacramento. El ejemplo de Cristo y de la Inmaculada
Virgen María: he allí la medicina que restauró al hombre y ennobleció a la
mujer.
María
Santísima es el modelo perfecto de la mujer, esposa y madre.
•
ESPOSA.- María Santísima fue perfecta, santa y amorosa esposa de San José, en
Ella las virtudes humanas eran sobrenaturales (esposa del Espíritu Santo), pero
tomando en cuenta el ser de esposas y esposos terrenales aplicaremos de la la.
Carta a los Corintios (cfr. Cap. 7).
La
esposa debe tener un verdadero amor de caridad al esposo que supone, entre
otras cosas:
•
Paciencia ... perseverando con constancia en aquel o aquellos buenos ideales
que resulta difícil alcanzar por diferencia en: educación, criterio, opiniones
y hasta de valores ... y por medio de oración, de amor manifestado y evitando
discusiones, tratar de convencer al esposo del bien que se persigue.
•
Ser servicial - atenderlo con alegría, prontitud y lo mejor posible, no
dejándose llevar por los errores actuales, que, promoviendo la liberación de la
mujer pretenden, entre otras cosas, que la mujer no debe atender al esposo.
•
No ser jactanciosa - no alabarse a sí misma, ni cansar al esposo con
comentarios inútiles.
•
No ser engreída - no le presuma de su valer (imaginario o real) haciéndolo
sentir inferior.
•
Ser decorosa - respetuosa de los gustos y aficiones del esposo, así como de sus
familiares y amigos.
•
No olvide la esposa que LA CARIDAD ES COMPRENSIVA Y MISERICORDIOSA, QUE ESPERA
SIN LÍMITES Y PERDONA SIEMPRE. MADRE - Oficio y dignidad principal de la mujer
es la maternidad, que le impone sagrados deberes (no olvidarlo nunca ya que
actualmente se combate mucho esta gran dignidad de la maternidad).
El
primero de estos deberes es el de aceptar de Dios y con gratitud aquellos hijos
que quiera confiarle. Hoy la mujer mundana desea ser esposa pero rehuye el
honor de la maternidad. El ritmo regulado de la vida de familia no le agrada;
fatigarse para construir, piedra sobre piedra el edificio de la educación de
sus hijos, es una empresa que no quiere asumir. Hoy la maternidad se limita lo
más posible y aun cuando se acepte, no se le considera con alegría, sino más
bien como un paréntesis doloroso en el movimiento acelerado de la vida moderna
que ofrece a la mujer otros atractivos.
La
maternidad que se sacrifica y que en el plan de la Providencia debería colocar
a la mujer en lugar muy alto, es hoy abiertamente rechazada como algo que no
corresponde a esta época, corno la supervivencia de una mentalidad superada. Y
es que fuera del clima verdaderamente espiritual del cristianismo, hoy la
maternidad es una función mecánica, determinada por el egoísmo.
Toda
esposa cristiana, ante el dulce sacrificio de la maternidad, aun en medio de
las angustias y de las dificultades de nuestros tiempos, debe repetir la
palabra de nuestra Señora: "FIAT" ... HÁGASE.
El
Papa Pío XI, al recibir en una ocasión a unas madres italianas les dijo:
"La primera gloria de la Virgen Santísima es que es Madre de Dios y Madre
nuestra. Ustedes tienen en su activo el ser madres tantas veces cuantos son los
hijos que la Providencia les ha dado y confiado ... hasta entregarles tantas
vidas y tantas almas ... ustedes deben confiar en El como Él ha confiado en
ustedes"
Otro
deber de la madre es la educación cristiana de sus hijos. No debe olvidar que
tienen necesidad de una educación paciente y constante, hecha de instrucción,
corrección, vigilancia y de buen ejemplo.
¡Virgen
Santa!, excelsa Reina de todos los santos, tú que en el estado de Esposa y de
Madre diste tan altos ejemplos de perfección, santifica a la mujer y con ella a
la familia y a la sociedad.
Por: Redacción Mercaba
Fuente: www.mercaba.org