Los
cuerpos humanos no viven sin espíritu
Para poder dar una respuesta con un mínimo
de rigor, hay que contestar previamente a otra: ¿qué es exactamente un zombi?
Porque, claro está, si se trata de que un muerto haya vuelto a la vida, eso se
llama resurrección.
Y de eso hay unos cuantos
ejemplos, la mayoría en el Nuevo Testamento, pero también alguno en el Antiguo.
Y, por encima de todos ellos, está la resurrección del mismo
Cristo, que da sentido a nuestra fe.
Pero lo que se conoce como
“zombi” es algo distinto. En realidad, se trata de algo que viene de primitivas
religiones africanas a través del llamado vudú de Haití.
Según estas
creencias, es posible en algunos casos revivir cadáveres (en
realidad, parece tratarse más de alucinaciones y trances provocados por alguna
planta con estos efectos).
La diferencia
es que lo presuntamente revivido no es tanto un ser humano sino un
cuerpo humano sin alma, o con un “alma incompleta”, si eso pudiera darse.
Los rasgos
exactos varían según quién cuente la historia. Las películas –y algún que otro
videojuego- que incluyen zombies suelen reflejar bastante bien qué se quiere
significar con este término.
Vayamos ahora
al único pasaje de la Biblia que puede parecer –añadiendo una
dosis de imaginación- que permita hablar de la existencia de zombies. Se trata
del capítulo 37 del libro de Ezequiel.
El libro aquí
importa, pues la profecía de Ezequiel está llena de imágenes un tanto
fantásticas de las que importa el mensaje que llevan consigo, y no la
literalidad de las palabras. Pero, de todas formas, citaremos el texto
completo, para añadir después su significado.
La mano del
Señor –leemos en el libro- vino sobre mí y me
sacó en el espíritu del Señor y me puso en medio de la vega, que estaba llena
de huesos. Me hizo pasar entre ellos y dar vueltas alrededor, y vi que eran
muchos sobre la superficie de la vega y que estaban completamente secos. Y me
dijo:
– Hijo de
hombre, ¿podrán vivir esos huesos?
Contesté:
– Señor Dios,
Tú lo sabes.
Me dijo:
– Profetiza
sobre estos huesos y diles: «Huesos secos, escuchad la palabra del Señor. Esto
dice el Señor Dios a estos huesos: “Voy a infundir en vosotros el espíritu y
viviréis. Pondré sobre vosotros nervios, haré crecer carne sobre vosotros, os
recubriré de piel, infundiré en vosotros el espíritu y viviréis, y sabréis que
Yo soy el Señor”».
Profeticé como
me había sido mandado y, a la voz de mi profecía, hubo un rumor y luego un gran
temblor, y los huesos se juntaron uno con otro. Miré y vi que había nervios
sobre ellos, que les crecía carne y se recubrían de piel. Pero no había
espíritu en ellos.
Y me dijo:
– Profetiza
sobre el espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: «Esto dice el
Señor Dios: “Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y alienta sobre estos
muertos para que vuelvan a vivir”».
Profeticé según
me mandó y vino sobre ellos el espíritu y vivieron. Y se alzaron sobre sus
pies: un ejército extremadamente grande.
Y me dijo:
– Hijo de
hombre: estos huesos son toda la casa de Israel. Dicen «Están secos nuestros
huesos y destruida nuestra esperanza. Estamos destruidos». Por eso, profetiza y
diles: «Esto dice el Señor Dios: “¡Pueblo mío! Voy a abrir vuestros sepulcros,
os haré salir de vuestros sepulcros y os haré entrar en la tierra de Israel. Y
sabréis que yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros y os haga salir de
vuestros sepulcros, ¡pueblo mío! Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis,
y os estableceré en vuestra tierra y sabréis que Yo, el Señor, lo he dicho y lo
hago, oráculo del Señor Dios”».
¿Qué significan
estas palabras? En primer lugar, una promesa, en un lenguaje
figurado –muy propio de la época- de la restauración del pueblo de
Israel.
Jerusalén
estaba destruida y lo que quedaba del pueblo de Israel estaba sufriendo el
destierro en la cautividad de Babilonia. Era por su culpa, en castigo por sus
pecados, pero, como se dice en el texto mismo, estaban desmoralizados y
necesitaban el aliento de la promesa divina de que aquello acabaría y volverían
a habitar la tierra prometida.
Así lo han
entendido siempre los judíos. Los cristianos también, pero pensando a la vez
que eso no es todo. Como otras profecías, tiene un cumplimiento parcial cercano
en el tiempo, y uno más completo al final, que será la resurrección final, con
la patria definitiva.
De paso, este
pasaje aclara alguna noción antropológica; o sea, la de la naturaleza
humana como compuesta de cuerpo y alma, en un único ser.
Como se
desprende del pasaje, los cuerpos humanos no viven hasta no recibir el
espíritu. Y, eso sí, o viven como hombres o no viven: no hay
términos medios.
¿Y hay aquí
cabida para algo intermedio como un zombi? Pues no, no lo hay. En realidad, no
lo hay en ninguna parte, pues se trata de un concepto absurdo, un engendro
mental que no puede entrar en la realidad.
Julio de la
Vega-Hazas
Fuente:
Aleteia