Una
pequeña demostración que la ciencia no se opone a la fe, sino que es una
oportunidad para estudiar detalladamente la creación de Dios
“¿Cómo
podría desinteresarse la Iglesia de la más noble de las ocupaciones
estrictamente humanas, la investigación de la verdad?”. Georges Lemaître.
1. La teoría del Big Bang
Irónicamente
para muchos, la más aceptaba explicación científica de cómo se creó el mundo
fue ideada por el sacerdote belga Georges Lemaître. Él fue el primero en hablar
de la teoría de un átomo primigenio que se expandía constantemente, idea que
contradecía el modelo estático de Albert Einstein.
Quizá
por su condición de sacerdote (que lo hacía ver como una persona que apostaba
más por fundamentos religiosos, aunque él siempre dejó en claro que la fe y la
ciencia debían permanecer separadas; y luego muchos científicos, incluido el
propio Einstein, reconocieron su inteligencia), la teoría fue atribuida a otra
persona, Edwin Hubble, que llegó a la misma conclusión, pero tiempo después.
Incluso, se dice que la famosa constante de Hubble fue descubierta dos años
antes por Lamaître, sólo que él nunca la publicó en una revista internacional
de renombre. Por eso, el año pasado, la Unión Astronómica Internacional votó a
favor de una recomendación para renombrar la Ley Hubble como la Ley
Hubble–Lemaître, en reconocimiento a las contribuciones del sacerdote y
astrónomo belga.
2. Insulina para la
diabetes
San
Giuseppe Moscati (canonizado por el papa Juan Pablo II en 1987) fue un médico,
profesor universitario e investigador científico que dedicó su vida a recuperar
la salud física y espiritual de sus pacientes. Aunque le ofrecieron múltiples
trabajos muy bien remunerados, él siempre pensó que su misión estaba en ayudar
a los más pobres. Su madre murió de diabetes en 1914, así que luego buscó la
manera de ayudar a otros pacientes a no tener el mismo desenlace,
convirtiéndose en uno de los primeros médicos napolitanos en experimentar con
la insulina para tratarla.
3. Medición de terremotos
¿Has
oído hablar de la escala Mercalli? Ésta debe su nombre al físico y sacerdote
italiano Giuseppe Mercalli, quien ideó una escala de diez grados
(posteriormente fue llevada a doce por el físico italiano Adolfo Cancani) para
evaluar la intensidad de los terremotos a través de los efectos y daños
causados a distintas estructuras; es decir, no medirlo por su magnitud, sino
por las consecuencias empíricamente observadas tanto en personas como objetos
materiales. Desde joven se inclinó por las ciencias naturales (carrera que
luego estudió en la universidad y complementó con estudios de geología y
mineralogía) y, siendo profesor en la universidad de Nápoles, se dedicó a
estudiar el volcán Vesubio y la actividad sísmica de la zona, siendo el inicio
de todos sus análisis.
4. Un oído interior
René
Laënnec era un médico católico francés que inventó el estetoscopio a principios
del siglo XIX. Tanto él como sus colegas sentían algo de pudor al tener que
acercar su oído al pecho de sus pacientes (especialmente de las mujeres);
además, requerían un instrumento que les permitiese percibir ruidos en
pacientes con sobrepeso, por lo que ideó un cilindro de unos 30 centímetros de
largo y, además, escribió sobre su uso para el diagnóstico de ciertas
enfermedades, como enfisemas, tuberculosis, neumonía, entre otras. Años después
el diseño del aparato evolucionó, pero bajo su misma premisa.
5. El padre de la genética
Así
se le llama a Gregor Mendel, un monje agustino que formuló una serie de leyes
de herencia genética basándose en el cruce de variedades de guisantes en el
jardín de su monasterio. Publicó sus ideas en 1886, siete años después que
Darwin divulgara El Origen de las Especies. Si bien Darwin sabía que
ciertas características se podían pasar de una generación a otra, Mendel fue
quien dio con lo que luego se conocería como genes dominantes y recesivos (él
los llamó “unidades” o “factores hereditarios”), incluso antes que se
descubriera el ADN.
Adriana
Bello
Fuente:
Aleteia