5 consejos que pueden ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo en nuestro hogar
Una
experiencia muy común entre quienes nos hemos encontrado con el Señor Jesús y tenemos
una vida de fe es la inquietud de cómo compartir lo que vivimos con nuestra
familia. Cuando ellos (aunque creyentes) están un poco alejados de la práctica
de la fe, cuando sus creencias son débiles, cuando tienen rechazo a las
cuestiones de Dios y prejuicios con la Iglesia y su doctrina. En definitiva, se
trata de responder a la pregunta de ¿cómo tener mayor influencia en la vida de fe de mi familia que no es
practicante? ¿Cómo evangelizar en mi propio hogar?
Aquí les comparto algunos consejos que pueden
llevarse a la vida cotidiana y ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo
en nuestros hogares.
1. No críticas ni sermones
Puede sucederle a aquel que va avanzando en la vida
cristiana y que va teniendo mayores conocimientos doctrinales que quiera
(aunque con buenas intenciones) que los que no han encontrado este camino sean
como él piensa, o actúen como él actúa. Y estas expectativas podrían llevar a
que se juzgue el actuar de otros con mucha rigidez. Aparecen entonces las
“sermonerías”, los famosos “deberías hacer así o no hacer esto”, con lo cual
se termina generando más rechazo. Es importante recordar que la fe que Dios nos
regala y el camino que Él nos propone está fundada en el amor y no en el deber
y el temor. Dios nos invita a vivir una vida feliz y plenamente libre.
2. Predicar con el ejemplo
Ya lo diría san Juan Bosco «la prédica más eficaz es el buen
ejemplo». Y es que no pocas veces nos
sucede que pensamos que se trata de convencer a los otros con nuestros
argumentos y nuestros discursos. La conversión de los otros no depende de lo
qué digamos, de cómo lo digamos. Nosotros no somos el centro de atención. Es
como si dijéramos “véanme
a mí, vean que yo si sé lo que sigo y tengo razón”. Recordemos que una virtud
muy importante es la humildad: reconocer que, si bien podemos saber mucho, no
somos todopoderosos. Nuestra labor es la de ser servidores e instrumentos de
Dios. Él se vale de cada uno de nosotros, de nuestro humilde y pequeño servicio
para llevar su Buena Nueva. Y, por otro lado, más que unas palabras bonitas, lo
que más convence y arrastra es el testimonio de nuestro obrar, de una vida
coherente, recta, justa y alegre.
3. La alegría de vivir tu
fe es apelante
Muchos santos, a pesar de sus dificultades, de sus
vidas marcadas por el dolor y el sufrimiento, han podido experimentar
la alegría auténtica y la esperanza que viene de Dios. Como dice el Papa
Francisco: «la alegría que
se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana». Una
sonrisa sin fingimientos es contagiosa y llena el corazón del deseo de poder
vivir así. Aquel que pueda experimentar, incluso en medio de los momentos
difíciles, una serena alegría, es porque ha recibido la bendición de Dios, es
la manifestación más concreta que esa persona tiene a Dios en su vida. Quien
quiera ser testigo del Señor y lo quiera comunicar ha de trasmitir alegría y
esperanza, como también el Papa, dejar las caras avinagradas y llenas de
amarguras y contagiar a otros de la alegría del Evangelio.
4. Empezar por lo sencillo
y cotidiano
No pensemos que cuando hablamos de dar ejemplo con
nuestro obrar, en que tenemos que hacer cosas grandiosas y extraordinarias
necesariamente. Pensemos en lo que vivimos cada día en nuestro hogar, desde que
nos levantamos hasta que nos acostamos. ¿Saludo y agradezco con amor y respeto?
¿Estoy dispuesto a servir y a ayudar en las labores de la casa? ¿Estoy atento a
las necesidades que tienen los otros? Si de pronto me peleo o discuto, ¿perdono
o pido perdón? Son pequeños gestos, que si se hacen todos los días, tendrán una
fuerza extraordinaria para iluminar a nuestra familia con la luz de Cristo y de
su Evangelio. Pensemos en esta frase de san Francisco de Asís: «Empieza haciendo lo necesario,
continúa haciendo lo posible; y de repente estarás haciendo lo imposible».
5. Compartir las
experiencias espirituales
No hay experiencia más hermosa para el cristiano
que nutrirse del amor de Dios a través de la oración y de la Eucaristía. ¡Cómo
no compartir esta dicha con los que más queremos! Me viene la imagen de la
Virgen visitando a su prima Isabel. Cuando uno encuentra un tesoro quisiera
compartirlo inmediatamente con las personas más significativas. Podemos, de
manera creativa y poco a poco, invitar a que nuestros familiares vayan
experimentando estos preciosos momentos de oración y de encuentro con Dios: por
ejemplo proponer bendecir los alimentos, o rezar en algún momento en que
estemos reunidos. También podemos compartirles alguna cita de la Palabra que escuchamos en la Misa o
compartirles algún texto espiritual, alguna frase de un santo, entre
otras.
Espero que estas ideas puedan ayudarte a ser
testimonio en tu hogar del amor de Dios. Ten paciencia, no te desanimes. Recuerda que el que
obra la conversión es Dios, que siempre toca la puerta de los corazones y no
desampara a nadie.
Por: Alvaro Díaz
Fuente:
Catholic-link.com






