Un clásico de san Buenaventura: "Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor..."
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¿Conoces esta oración que el sucesor de san
Francisco de Asís, san Buenaventura, escribió para después de celebrar la misa?
Se ha convertido en un clásico, y es perfecta para expresarle a Dios tu
apasionado deseo de unirte a Él:
Traspasa,
dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo
dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin
de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en deseo de
poseerte: que por ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu
casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo.
Haz que mi
alma tenga hambre de ti, Pan de los ángeles, alimento de las almas santas, Pan
nuestro de cada día, lleno de fuerza de toda dulzura y sabor, y de todo suave
deleite.
¡Oh Jesús,
en quien desean mirar los ángeles!, tenga siempre mi corazón hambre de ti y el
interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de ti,
fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna,
torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios.
Que te desee,
te busque, te halle; que a ti vaya y a ti llegue; en ti piense, de ti hable, y
todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y
discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia
hasta el fin; para que tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi
riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi
paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio,
mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté
siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón.
Amén.
Fuente:
Aleteia