74 aniversario de la explosión atómica en Hiroshima (6 agosto 1945)
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| Antoine Mekary | ALETEIA | i.Media |
Un misionero
español llegó a Japón en 1938 sin pensar que sería testigo de la peor pesadilla
para la humanidad: la explosión atómica en Hiroshima. El 06 de
agosto de 1945, el jesuita Pedro Arrupe con sus estudios de medicina atendió a
los heridos a quienes se les caía la piel como si fueran cascaras de plátano y
junto con 35 novicios convirtió el seminario en un hospital de campaña. El
noviciado estaba a 6 kilómetros de lo que sería el centro de la explosión
atómica.
“La más
grande perversión de la persona humana”, dijo de ese acontecimiento el
sacerdote jesuita y Prepósito General de la Compañía de Jesús entre 1965-1983.
El Vaticano actualmente estudia su proceso de canonización por su testimonio de
fe en momentos de gran tribulación para la humanidad. La bomba atómica, fuerza
letal, que atentaba contra Dios, amenazó su creación y la vida. El jesuita
Arrupe ofrecía una contrapuesta a esa fuerza destructora: la “energía
apostólica”, es decir pagar el mal con el bien. Así lo recordó el actual
Prepósito General de la Compañía de Jesús en Hiroshima, el 2 de agosto del
2019.
“Arrupe salió a
todo el mundo, para contar su experiencia en Hiroshima, y para invitar a todos
a ser agentes de vida y bien; no, de muerte y destrucción. Uno de los
estudiantes que, en el salón de actos del colegio de Areneros, en Madrid,
escuchó sus palabras, era Adolfo Nicolás, que más adelante declaró que había
corrido para ser un gran misionero, un hombre de fuego”, sostuvo en su homilía del P.
Arturo Sosa en Hiroshima.
El papa
Francisco, el primer papa jesuita de la historia, por tanto, correligionario de
padre Arrupe, visitará el 24 de noviembre Hiroshima (Japón) para remarcar el
celo por la “energía apostólica”. La crónica de estos días confirma que las dos
potencias nucleares del mundo Estados Unidos y Rusia cesaron, cada uno por su
motivos, el tratado de no proliferación de armas firmados como
antesala al final de la ‘guerra fría’.
En este
contexto, el Sucesor de Pedro visitará por cuatro días Japón. En Hiroshima y
Nagasaki, el Papa rezará por las víctimas de los ataques atómicos ocurridos en
1945 durante la segunda guerra mundial. Francisco llevará la energía de la
palabra y de los gestos para exigir un desarme nuclear completo y eliminar del
corazón de la humanidad el temor constante de la guerra. De hecho, 9
países del mundo poseen armas nucleares y 2 países controlan el 93% de estos
instrumentos de muerte.
“Gastar en
armas nucleares dilapida la riqueza de las naciones. Dar prioridad a
este tipo de gastos es un error y un derroche de recursos que sería mucho mejor
invertir en los sectores del desarrollo humano integral, la educación, la salud
y la lucha contra la pobreza extrema”, escribió el papa Francisco el 9 de
diciembre de 2014 en un mensaje enviado a la Conferencia en Viena sobre Impacto
de las Armas Nucleares.
Cabe recordar
que durante el vuelo a Chile, el 15 de enero de 2018, Francisco ha querido
distribuir a los periodistas que le acompañaban en su 22 ° viaje apostólico, la
icónica foto del niño de Nagasaki. La imagen, tomada después del bombardeo
atómico de Nagasaki, muestra a un niño llevando a su hermano pequeño muerto
sobre sus hombros. El Papa ya lo había distribuido a fines de diciembre, con el
título “El fruto de la guerra”. De esta forma, Francisco será el segundo
pontífice en visitar Japón, después de san Juan Pablo II en 1981.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente:
Aleteia






