25.9.19

¿POR QUÉ PEDIR LA BENDICIÓN A UN SACERDOTE?

Una antigua costumbre católica que hoy está cada vez más en desuso

Tal vez no seamos conscientes de la enorme gracia que recibimos de Dios al tener sacerdotes junto a nosotros. Por eso, muchas veces, acabamos dejando pasar sin darnos cuenta, por ejemplo, del valor de la bendición que nos pueden dar, y olvidamos esa costumbre.

San Juan María Vianney, proclamado por la Iglesia patrono de los sacerdotes, decía: “Si yo me encontrase a un sacerdote y a un ángel, saludaría al sacerdote antes de saludar al ángel. El ángel es amigo de Dios, pero el sacerdote ocupa su lugar”. 

Al ser ordenados, los sacerdotes asumen actuar in persona christi, o sea, son, para nosotros, representantes del propio Cristo. Por eso, el santo decía que el padre “ocupa” el lugar de Dios, y por tanto, era digno de ser saludado primero, incluso antes que un ángel. Además, el sacerdote recibe de Dios el poder de traer a Cristo en medio de nosotros, algo que los ángeles no pueden hacer.

Por eso, durante la ordenación de todo sacerdote, hay dos momentos importantes: la imposición de las manos del obispo y la unción de las manos del nuevo sacerdote. Al recibir el óleo en las palmas de sus manos, el sacerdote asume cuatro dimensiones importantes: acoger, bendecir, ofrecer y consagrar.

Hoy hablamos de esta segunda dimensión. Cuando pedimos a un sacerdote que nos bendiga, es un gesto que dice que deseamos participar de esa unción recibida por él, queremos formar parte de esta bendición. Hay algunos que mantienen también la costumbre de besar las manos de los sacerdotes, precisamente porque son las que nos traen a Cristo, son instrumentos de la gracia de Dios para los fieles.

¿Por qué muchos ya no piden a los sacerdotes que les bendigan?

Camilo Júnior, misionero redentorista y miembro de la Comisión de Juventud del Santuario Nacional de Brasil, alerta que muchas veces, las personas que no piden la bendición de los sacerdotes, tampoco la piden de sus propios padres.

No dejes de pedir la bendición a los sacerdotes, y participa de esa unción dada por Dios. Y no te olvides de rezar siempre por tu párroco y por los sacerdotes que conoces. Son instrumentos de Dios para nosotros, una riqueza que nos da la Iglesia, y necesitan nuestras oraciones como forma de dedicarles nuestra gratitud por dedicar su vida a los demás.

Jeffrey Bruno

Fuente: Aleteia

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