Audiencia en el Vaticano
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Audiencia con las participantes en el Capítulo General de las Hijas de San Pablo
© Vatican Media
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El
Papa Francisco indicó a las Hijas de San Pablo que para evangelizar en la
actualidad es necesario “salir a los caminos del mundo, con una mirada
contemplativa llena de empatía por los hombres y mujeres de nuestro tiempo,
hambrientos de la Buena Nueva del Evangelio. Sentirse parte de un Instituto en
salida, en misión, poniendo todas las fuerzas al servicio de la
evangelización”.
Hoy,
4 de octubre de 2019, el Santo Padre se reunió con las participantes en el XI
Capítulo General del Instituto Pía Sociedad de las Hijas de San Pablo, que
tiene lugar en Ariccia (Italia) del 5 de septiembre al 5 de octubre de 2019, y
cuyo tema es “Levántate y ve (Dt 10,11), confiando en la promesa”.
Con
respecto a este lema escogido, el Papa ha señalado que se trata de un título
“fuertemente bíblico” en el que se recuerda “la experiencia del pueblo de Dios”
y que “la historia de la salvación, tanto del individuo como del pueblo, hunde
sus raíces en la disponibilidad a partir, a dejar, a ponerse en camino, no por iniciativa
propia, sino como respuesta a la llamada y con confianza en la promesa. Es la
experiencia de la Gracia -diría San Pablo- que nos fue dada en Jesucristo”.
Volver a lo esencial
Por
otro lado, les indicó que, ante “estos tiempos ‘delicados y duros’”, como decía
el Papa Juan Pablo II, la fe es más necesaria que nunca y cómo hoy en día
muchos hablan de que la vida consagrada atraviesa un invierno. Para el Papa,
este invierno, tanto en la vida consagrada como en la Iglesia, “no es un tiempo
de esterilidad y muerte, sino un tiempo favorable que nos permite volver a lo
esencial. Para vosotras: redescubrir los elementos de la profecía paulina,
redescubrir la itinerancia apostólica y misionera que no puede faltar en una
Hija de San Pablo, para poder vivir en las periferias del pensamiento y en las
periferias de la existencia”.
Igualmente,
se refirió a la audacia misionera que las religiosas llevan en su “ADN” y les
llamó a interpelarse durante el capítulo general sobre cómo expresar la
profecía paulina en respuesta a las llamadas que nos llegan en nuestro tiempo.
Además, resaltó la compasión, un rasgo muy evangélico, e importante “por las
muchas necesidades que nos rodean”.
Alimentarse con la Palabra
Después
afirmó que todo es imposible sin la fe y les pidió que no se dejaran bloquear
por el cansancio y la frustración, aludiendo a las palabras del Señor a Elías
“Levántate y come” (1 Reyes 19:5). Por ello, les ha animado a alimentarse con
el pan de la Palabra y a seguir adelante “en medio de las luces y sombras del
contexto cultural en el que vivimos, -¡arriesgaos, arriesgaos!- sed fieles a la
perspectiva que os es propia, es decir, no un juicio moral en primer lugar,
sino la búsqueda de oportunidades para sembrar la Palabra, con la ‘fantasía’ de
la comunicación”.
Asimismo,
les incitó a ponerse “en marcha, con la audacia que viene del Espíritu y la
creatividad que caracterizaba a vuestro Fundador. Salir, partir de prisa,
como la Virgen María y San Pablo, así también vosotras estáis llamadas a
comunicar, con la vida y las obras apostólicas, la Buena Nueva a los hombres y
mujeres de hoy. No hay tiempo que perder. “¡Ay de mí si no evangelizase!”.
***
Discurso del Santo Padre
Queridas
hermanas,
Os
doy la bienvenida a todas las que, procedentes de los cinco continentes,
participáis en el XI Capítulo General de las Hijas de San Pablo. Y agradezco a
la Superiora General sus amables palabras.
El
tema que habéis elegido para vuestra reflexión es “Levántate y ve” (Dt
10,11), confiando en la Promesa. Un tema fuertemente bíblico, en el que se
recuerda la experiencia de Moisés, la experiencia de Abraham, de Elías, de
tantos y, en general, la experiencia del pueblo de Dios. La historia de la
salvación, tanto del individuo como del pueblo, hunde sus raíces en la
disponibilidad a partir, a dejar, a ponerse en camino, no por iniciativa
propia, sino como respuesta a la llamada y con confianza en la promesa. Es la
experiencia de la Gracia -diría San Pablo- que nos fue dada en Jesucristo. “No
me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn
15,16). Y esto se aplica no sólo a la llamada, sino también a nuestro presente
y nuestro futuro: “Separados de mí no podéis hacer nada”, dice el Señor. (Jn 15.5).
Queridas
hermanas, en estos tiempos “delicados y duros”, como decía el Papa San Juan
Pablo II (Exhortación Apostólica Vita Consecrata, 13), la fe es más
necesaria que nunca. Muchos dicen que la vida consagrada está atravesando un
invierno. Puede que sea así, porque las vocaciones son escasas, la edad media
avanza y la fidelidad a los compromisos asumidos con la profesión no siempre es
la que debería ser. En esta situación, el gran desafío es cruzar el invierno
para florecer y dar fruto.
La
frialdad de la sociedad, a veces incluso dentro de la Iglesia y de la misma
vida consagrada, nos empuja a ir a las raíces, a vivir las raíces. El invierno,
también en la Iglesia y en la vida consagrada, no es un tiempo de esterilidad y
muerte, sino un tiempo favorable que nos permite volver a lo esencial. Para
vosotras: redescubrir los elementos de la profecía paulina, redescubrir la
itinerancia apostólica y misionera que no puede faltar en una Hija de San
Pablo, para poder vivir en las periferias del pensamiento y en las periferias
de la existencia.
Nacidas
para la Palabra, para anunciar a todos el camino luminoso de la vida que es el
Evangelio de Jesucristo, lleváis en vuestro ADN la audacia misionera. Que esta
audacia no disminuya nunca, conscientes de que el protagonista de la misión es
el Espíritu Santo. ¡Está claro! Espero que el Capítulo que estáis viviendo sea
un buen momento para preguntaros: ¿Cómo expresar la profecía paulina en
respuesta a las llamadas que nos llegan en nuestro tiempo?
Se
trata de salir a los caminos del mundo, con una mirada contemplativa llena de
empatía por los hombres y mujeres de nuestro tiempo, hambrientos de la Buena
Nueva del Evangelio. Sentirse parte de un Instituto en salida, en misión,
poniendo todas las fuerzas al servicio de la evangelización. Dejarse interpelar
por la realidad en la que vivimos, dejarse inquietar por la realidad. Buscar
constantemente caminos de proximidad, manteniendo en nuestros corazones la
capacidad de sentir compasión por las muchas necesidades que nos rodean.
Quisiera subrayar esta palabra “compasión.”
Es
una palabra muy evangélica, que el Evangelio dice tantas veces de Jesús: “Tuvo
compasión”. Cuando ve a la multitud, cuando ve al hijo de la viuda de Naín,
cuando ve tantas situaciones … “Tuvo compasión”. Es la compasión de Dios. Ser
misioneras con el testimonio de la vida centrada en Cristo, especialmente para
vosotras, a través de la producción editorial, digital y multimedia, y
promoviendo la formación crítica en el uso de los medios de comunicación y la
animación bíblica.
Todo
esto es imposible sin fe: la fe de Abraham que “esperando contra toda
esperanza, creyó” (Rm 4,18); la fe de María, que aun sin comprender el misterio
que la rodea, cree y consiente: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38); la
fe de Pedro, que dice: “Señor, ¿Dónde quien vamos a ir? Tú tienes palabras de
vida eterna” (Jn 6, 68).
En
tiempos de cansancio y frustración, Dios ordena a Elías: “Levántate y come” (1
Reyes 19:5) (Se dirige a la Superiora) Madre general, ¡que coman bien!. No os dejéis
bloquear por el cansancio o la resignación. La resignación es una polilla que
entra en el alma, amarga el corazón. Cuando pensamos en hombres y mujeres
consagrados con esa cara decaída… “Eh, las cosas son así, desgraciadamente…” El
recurso al desgraciadamente con esa actitud… No caer en el espíritu
de resignación. ¡Nunca! El camino que habéis recorrido es largo y fructífero. Y
el camino que queda por recorrer es largo (1 Reyes 19:7).
Alimentadas con el pan de la Palabra, seguid
adelante, en medio de las luces y sombras del contexto cultural en el que
vivimos, -¡arriesgaos, arriesgaos!- sed fieles a la perspectiva que os es
propia, es decir, no un juicio moral en primer lugar, sino la búsqueda de
oportunidades para sembrar la Palabra, con la “fantasía” de la comunicación.
Interpretando la sed y el hambre de nuestros contemporáneos: sed de Dios,
hambre de Evangelio. Y todo ello con un discernimiento y una empatía que parten
de la confianza en Dios, el Dios de la historia. En este contexto os animo a reavivar
el don de la fe dejándoos iluminar siempre por la Palabra. Qué sea centro de
vuestra vida personal y comunitaria, en la liturgia y en la lectio divina.
La Palabra que mantiene vivo el espíritu apostólico en vuestro Instituto. Los
dones que me habéis traído expresan este carisma vuestro. ¡Muchísimas gracias!
“Levántate
y ve”. Este verbo “levantarse” corresponde al término griego anastasis,
resurrección. “¡Levántate, resucita!” Es un verbo de Pascua. Es también un
verbo esponsal, como aparece en el Cantar de los Cantares (cf. 2,10.13).
Levantarse e “ir”, como María Magdalena en la aurora de la resurrección (cf. Jn
20,1-2), como Pedro y el otro discípulo corriendo al sepulcro (cf. Jn 20,3-4)
y, ante todo, como María en su visita a Isabel (cf. Lc 1,39ss). Poneos en
marcha, con la audacia que viene del Espíritu y la creatividad que
caracterizaba a vuestro Fundador. Salir, partir de prisa, como la Virgen
María y San Pablo, así también vosotras estáis llamadas a comunicar, con la
vida y las obras apostólicas, la Buena Nueva a los hombres y mujeres de hoy. No
hay tiempo que perder. “¡Ay de mí si no evangelizase!” (1 Cor 9,16).
Queridas
hermanas, ¡qué la intercesión del Apóstol de las gentes os ayude siempre! Os
acompañe también mi bendición que imparto de todo corazón a vosotras y a todas
vuestras esparcidas por el mundo. ¿Ha dicho Usted 55 países? (La Superiora
contesta: “52 países”). ¡52 países! ¡Todo el mundo! Y un saludo a todas las
monjas. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
Larissa
I. López
©
Librería Editorial Vaticana
Fuente:
Zenit






