No creas que hay preguntas que no puedes hacer si estás en la Iglesia,
ninguna sensación de incertidumbre puede quitarte la fe, si la tienes
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¿Alguna vez has
hablado con alguien que tuvo una fe fuerte, pero que ahora parece no tener
nada?
He visto a
muchos amigos comenzar un camino de fe y dejarlo a medias. Todos tenían varias
razones de por qué lo dejaban. Pero una razón siempre me llamó la atención y lo
sigue haciendo. Es una razón que he escuchado mucho y de varias personas
diferentes:
“Simplemente no
sentí que estaba permitido hacer preguntas sobre Dios o sobre la religión.
Siempre parecía que debía tener fe en las cosas de las que no estaba seguro y,
si no lo hacía, era porque no amaba lo suficiente a Dios”.
Para ser
honesto, no puedo culparlos mucho por sentirse así. En muchos ambientes
de Iglesia nos hemos puesto a la defensiva, nos hemos enojado o nos hemos
cerrado cuando se nos hace una pregunta difícil sobre la fe, y las respuestas
que hemos dado no son respuestas en absoluto: “no te preocupes por eso, no es
tan importante en el gran esquema de las cosas”,” ¡tienes que tener fe! ¿has
mirado el mundo que nos rodea? ¿cómo puedes no estar seguro de la existencia de
Dios?”, ¿por qué estás aquí si no crees?…
Estas
respuestas (la mayoría de las veces) no son malintencionadas, pero cualquiera
en el extremo receptor no se equivocaría al sentirse mal y preguntarse si es
normal tener dudas o sentir que su pregunta no debería haberse hecho en
absoluto.
En
realidad, la duda puede ser algo maravilloso y no es algo que
deba asustar a nadie. Es un modo que Dios usa para alentarnos a profundizar, a
reenfocarnos en nuestra relación con Él, a enfrentarnos a aquellas preguntas
difíciles para las que siempre hemos querido respuestas. No hay verdadera fe si
no hay duda.
El papa
Francisco dice que las dudas pueden ser una señal de que, en el fondo, queremos
conocer mejor a Dios:
“No tengan
miedo a dudar, esta duda compártela con los otros, discútela. Te hace crecer,
no tengan miedo. (…) enojarse con Jesús es también una forma de rezar, por lo
que animo a no fingir ante Jesús, delante de Jesús, porque Él
es muy paciente”.
Si necesitas
pruebas de que esto es cierto, basta con mirar a Tomás en Juan 20, 24–29. La
duda de Tomás puede haber parecido dura o irrazonable, especialmente porque era
un apóstol, pero lo llevó a profundizar y a entender.
Y, tan pronto
como lo hizo, Jesús lo invitó a tocar sus heridas y a creer. Su duda lo llevó a
una fe mejor. De hecho, como dice la tradición, Tomás estaba tan convencido de
la resurrección de Cristo, que navegó hasta la India, un lugar en el que nunca
había estado, para contarles a todos quién era Jesús y lo que había hecho en su
vida. Tomás incluso terminó siendo martirizado, la máxima declaración de fe.
Y, para seguir
hablando de los santos llamados Tomás, santo Tomás de Aquino, uno de los más
grandes filósofos y teólogos de la Iglesia, una vez escribió que “reflexionar
con asentimiento es distintivo del creyente”.
En otras
palabras, es completamente natural dudar, porque una persona de fe lleva
consigo un poco de incertidumbre, incluso si va a misa y reza todos los días.
Es
completamente normal preguntarse, reflexionar y querer profundizar. Es
algo por lo que continuamente pasa un creyente para seguir creciendo en la fe,
pues la fe es tan extraordinaria que no se agota.
No amas a Dios
menos porque tienes preguntas y buscas respuestas. Tampoco Él te recibe menos
porque dudas. Después de todo, Dios es la verdad y no le teme a nadie
que la busque porque es probable que, si la encuentra, también lo
termine encontrando a Él.
Dicho
esto, no tengas miedo de hacer preguntas difíciles y no tengas miedo de
buscar respuestas. Solo asegúrate de seguir rezando y pidiendo
ayuda. Puede tomar un tiempo, pero Dios te guiará a donde necesitas
estar.
Una cosa que
creo que la gente a menudo olvida es que la fe no es un sentimiento o
una emoción. A veces la experimentamos así, es cierto, pero en realidad la
fe es un don.
Es un acto del
intelecto y de la voluntad. Es una elección. Es una
acción. Es una decisión. Ninguna sensación de incertidumbre puede
quitarte la fe, si la tienes.
Luisa
Restrepo
Fuente:
Aleteia






