Que me la quiten, lo acepto, pero ¿darla yo sin oponer
resistencia?
No quiero morir. No deseo
el frío final de los muertos. No quiero tampoco que se mueran las personas que
amo. Le pido a Dios un milagro para evitar un final fatal. Suplico una curación
en el último momento. Le ruego como un niño que salve a los que amo.
Sólo pido eso.
Se lo pido sabiendo que es lo mejor para
ellos, para mí. Quiero ponerle un freno a esa muerte tan fría que parece no
tener misericordia.
La
muerte no puede ser nunca lo mejor para nadie. Ni para el que se va. Ni para el que se
queda. Menos aún la muerte repentina que no espero.
El corazón tiembla ante el vacío que deja
la ausencia de los seres queridos. Teme la soledad. En esos momentos tengo el
anhelo profundo de dejar que Dios lleve el timón de mi barca.
Quiero
ser santo en mitad de mi vida como esos mártires que se desprenden de todo por
amor a Dios y renuncian a defender su corta vida. Por no negar a Dios, por no
traicionar la palabra dada, están dispuestos a acoger la muerte.
A
veces creo que yo no soy así. Que no soy capaz de tanto. Sé que esa actitud
sólo será posible si Dios se hace fuerte en mí. No soy
yo santo a base de esfuerzo y renuncias. Sino que es Él el que me santifica, montado sobre mí, dentro
de mi alma. Y yo me siento como santa Teresita:
“Yo
querría también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy
demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección”.
Me siento pequeño como ella. Incapaz
de dar la vida.
Que me la quiten, lo acepto. Pero ¿darla yo sin oponer resistencia? Me gusta
más la vida. La vida de los vivos que sueñan con la vida eterna. La vida que se
vive en presente. Y que es para siempre. En
la película Coco escucho:
“Vive
tu momento”.
Y me levanto. Y estoy dispuesto a vivir
cada día como si fuera el último. Dando valor a lo que importa. Y
aprovechando las oportunidades que la vida me da para amar, para entregarme.
Sin miedo.
Porque sé que tengo una misión que cumplir
en mi camino. Lo sé desde siempre. Me viene otra frase de esa película: “Toda mi vida siempre hubo algo dentro de mí.
Algo que me hacía diferente”. Algo me hace diferente. Algo por lo que
soy único.
Nadie puede vivir mi vida. Nadie podrá
morir como yo muera. Sólo yo en mi pobreza. Con mi alegría. Con la paz que
brota de mi alma. Estoy dispuesto a dar
la vida sin dejar de vivir cada momento como un regalo de amor que Dios me
entrega.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia






