El
Papa Francisco aseguró que la Solemnidad de Todos los Santos, que la Iglesia
celebra este viernes 1 de noviembre, “nos recuerda que todos estamos llamados a
la santidad”
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| El Papa Francisco durante el Ángelus. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
En
su reflexión previa al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, ante una
multitud de fieles congregados junto al Palacio Apostólico, el Santo Padre
afirmó que “los Santos y las Santas de todos los tiempos, que hoy celebramos
todos juntos, no son simplemente unos símbolos de los seres humanos lejanos e
inalcanzables”.
Por
el contrario, “son personas que han vivido con los pies en la tierra; han
experimentado la fatiga cotidiana de la existencia con sus éxitos y sus
fracasos, encontrando en el Señor la fuerza de levantarse siempre y continuar
el camino”.
“De
ello se comprende que la santidad es una meta que no se puede alcanzar
únicamente contando con nuestras propias fuerzas, sino que es el fruto de la
gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a ella. Por lo tanto, la santidad
es regalo y es llamada”.
El
Papa Francisco explicó que la gracia de Dios “es algo que no podemos comprar o
intercambiar, sino acoger, participando así en la misma vida divina por medio
del Espíritu Santo que habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo”.
“La
semilla de la santidad es, precisamente, el Bautismo”, subrayó. “Se trata de
madurar cada vez más en la conciencia de que estamos injertados en Cristo, como
la rama está unida a la vid, y, por lo tanto, podemos y debemos vivir con Él y
en Él como hijos de Dios. Por lo tanto, la santidad es vivir en plena comunión
con Dios, desde ahora mismo, durante la peregrinación terrena”.
Asimismo,
afirmó que la santidad “además de un regalo, es también una llamada, una
vocación común a todos nosotros, a los discípulos en Cristo; es el camino de
plenitud que todo cristiano está llamado a recorrer en la fe, dirigiéndose
hacia la meta final: la comunión definitiva con Dios en la vida eterna”.
“La
santidad se vuelve así respuesta al don de Dios, porque se manifiesta como
asunción de responsabilidad. En esta perspectiva, es importante asumir un
cotidiano compromiso de santificación en las condiciones, en los deberes y en
las circunstancias de nuestra vida, tratando de vivir cada cosa con amor, con
caridad”.
“Los
Santos que hoy celebramos en la liturgia son hermanos y hermanas que admitieron
en sus vidas la necesidad de esta luz divina, de abandonarse a ella con
confianza. Y ahora, delante del trono de Dios, cantando su gloria para toda la
eternidad”.
El
Pontífice recordó que los santos “constituyen la ‘Ciudad Santa’, a la cual
miramos con esperanza como nuestra meta definitiva, mientras somos peregrinos
en la ‘ciudad terrena’. Caminamos hacia esa ‘Ciudad Santa’ donde nos esperan
estos hermanos y hermanas santas”.
“Es
cierto, estamos cansados de las dificultades del camino, pero la esperanza nos
da la fuerza para seguir adelante. Mirando a sus vidas, nos sentimos
estimulados a imitarlos. Entre ellos hay muchos testimonios de una santidad ‘de
la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y que son un
reflejo de la presencia de Dios’”.
El
Papa Francisco terminó su reflexión señalando que “el recuerdo de los Santos
nos induce a alzar los ojos hacia el Cielo: no para olvidar la realidad de la
tierra, sino para afrontarla con más valentía y esperanza”.
Fuente:
ACI Prensa






