El papa
Francisco en la homilía de la misa de Epifanía en el Vaticano advierte que “la
teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las
rodillas”
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Antoine Mekary | ALETEIA |
“La adoración es un gesto de amor que cambia la
vida. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es
más precioso que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede
elevarse nuestra vida; es presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos
heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo que está
marginado y sufriendo, porque allí está Él”.
Lo dijo el
papa Francisco en su homilía en la Santa Misa que presidió en la Solemnidad de
la Epifanía del Señor, este lunes 6 de enero de 2020.
La adoración es un camino hacia el Señor
Comentando el
Evangelio de hoy, el Papa señaló que los Magos comienzan manifestando sus
intenciones. “La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su
camino. De hecho, cuando llegaron a Belén, “vieron al niño con María, su madre,
y cayendo de rodillas lo adoraron”.
Si
perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la
vida cristiana, que
es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros. Es el riesgo del que nos
advierte el Evangelio, presentando, junto a los Reyes Magos, unos personajes
que no logran adorar”.
Servirnos de Dios en lugar
de servir a Dios
Uno de estos
personajes que no logra adorar al Señor es el rey Herodes,
que usa el verbo adorar, pero de manera engañosa.
“En realidad – precisó el Pontífice – Herodes sólo se adoraba a sí mismo y, por
lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras”.
El Papa se
pregunta: ¿Qué nos enseña esto? Que el hombre, cuando no adora a Dios, está
orientado a adorar su yo. E incluso la vida cristiana, sin
adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo
y el talento que se tiene. Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de
servir a Dios.
“Cuántas
veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas
veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas
veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el
poder según el mundo, que es servirse a sí mismo”.
La fe es la relación con una Persona viva
Otras
personas en el Evangelio que no logran adorar, afirmó el Papa, son los jefes de
los sacerdotes y los escribas del pueblo, ellos sabían con extrema precisión
dónde nacería el Mesías, conocían las profecías y las citan exactamente. Saben
a dónde ir, pero no van.
“En la vida
cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin
adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen
poco o nada – precisó el Pontífice – si no se doblan las rodillas;
si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un
viaje, sino que caminaron y adoraron”.
Cuando
uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas
doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar.
“Al
adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios,
donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en
primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama”.
Adorar es poner al Señor
en el centro
Al inicio del
año, recordó el papa Francisco, redescubrimos la adoración como una exigencia
de fe. Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada
uno por su camino.
“De hecho, adorar
es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro
para dejar de estar centrados en nosotros mismos. Es poner cada cosa en su
lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios
antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios”.
Adorar es
experimentar que, con Dios, nos pertenecemos recíprocamente. Es darle del “tú”
en la intimidad, es presentarle la vida y permitirle entrar en nuestras vidas.
Es hacer descender su consuelo al mundo.
“Adorar
es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!», y
dejarnos llenar de su ternura”.
Adorar es ir a lo esencial
Asimismo,
Francisco dijo que, adorar es encontrarse con Jesús sin la
lista de peticiones, sino con la única solicitud de estar con Él. Es
descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de
gracias.
“Cuando
adoramos –subrayó el Pontífice– permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al
adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de
iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las
pruebas”.
Adorar es ir
a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles,
de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente.
Adorar es rechazar lo que
no debe ser adorado
El Papa
también señaló que, al adorar uno aprende a rechazar lo que no
debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer,
el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios.
“Adorar
es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza
de la vida no consiste en tener, sino en amar. Adorar es redescubrirnos
hermanos y hermanas frente al misterio del amor que supera
toda distancia: es obtener el bien de la fuente, es encontrar en el Dios
cercano la valentía para aproximarnos a los demás.
“Adorar
es guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que
no duelen, sino que consuelan”
¿Soy un adorador cristiano?
Finalmente,
el Papa invitó a que hoy cada uno de nosotros se pregunte: “¿Soy un adorador
cristiano?”.
Muchos cristianos que oran no saben adorar. Hagámonos esta pregunta. ¿Encontramos
momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la
adoración en nuestras comunidades?
Depende de
nosotros, como Iglesia, poner en práctica las palabras que rezamos hoy en el
Salmo: “Señor, que todos los pueblos te adoren”.
Al adorar, nosotros también descubriremos,
como los Magos, el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una
“inmensa alegría” (Mt 2,10).
Por
Renato Martínez
Artículo publicado originalmente por Vatican News
Fuente:
Aleteia