En ese momento, expresamos
que, el relato del Evangelio que estamos por escuchar penetre nuestra mente y se aloje en nuestros
labios para luego salir a compartirlo a los demás
En
Misa, luego de que se leen la primera y segunda lectura junto con el salmo,
llega el momento de leer el Evangelio. El sacerdote cuando está frente al
ambón, mientras signa el misal dice: “Lectura del Santo Evangelio según San…” y
al mismo tiempo los fieles hacemos la señal de la Cruz sobre la frente, la boca
y el pecho. ¿Por qué hacemos este gesto y cuál es su sentido?
La
Instrucción General del Misal Romano establece: “Ya en el ambón, el sacerdote
abre el libro y, con las manos juntas, dice: El Señor esté con ustedes; y el
pueblo responde: Y con tu espíritu; y en seguida: Lectura del Santo Evangelio,
signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el
pecho, lo cual hacen también todos los demás. El pueblo aclama diciendo: Gloria
a Ti, Señor” (IGMR 134).
Este
gesto que hacemos todos los fieles junto con el sacerdote, no debe ser pasado
por alto ni visto como un simple rito que hay que seguir. En ese momento,
cuando nos hacemos esas señales de la cruz, expresamos que, el relato del
Evangelio que estamos por escuchar, penetre nuestra mente y se aloje en
nuestros labios, para luego salir a compartirlo a los demás; y que al mismo
tiempo, permanezca en nuestro corazón como un fuego que no se apaga.
A
través de cada lectura que se lee en la celebración somos testigos de la
historia del plan de la salvación que Dios ha trazado. Además de que en ellas,
Él guarda un mensaje para todos nosotros, pero de especial modo en el santo
Evangelio, Cristo mismo se hace vivo y presente.
Al
compartir y escuchar juntos la Palabra de Dios, nos convierte en luz para
iluminar a los demás. Por eso, debemos acogerla tanto en la mente como en
el corazón, para una vez conocida y comprendida, salgamos a proclamarla, tarea
de todo bautizado. Todo esto, siempre bajo la luz del Espíritu Santo,
autor e inspiración de quienes la escribieron.
¿Qué
pasa en tu corazón después de que escuchas la Palabra de Dios? Su lectura
no puede dejarnos indiferentes, pues debe invitarnos a examinar cómo estamos
llevando nuestra vida y cómo vivimos nuestra fe. Ya nos dice San Pablo: “Es
viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos
filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las
junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb
4,12).
En
cada lectura del Evangelio, Cristo toca la puerta de nuestro corazón, para
habitar con nosotros y llenarnos totalmente, ábrele la puerta y hazlo
partícipe de ti. Recuerda sus palabras: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo” (Ap 3, 20).
Por: Daniel Alberto Robles Macías