Mártires,
9 de enero
Martirologio Romano: En Antinoe, de la
Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).
Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.
Mártir
en Antince (Egipto); a menudo se le confunde con San Julián de Anazarba,
situándole por este motivo en Antioquía, de Siria. Martirizado durante la
persecución de Diocleciano y Maximiano a finales del siglo III.
Julián
es el paradigma de la castidad cristiana. En nuestro tiempo de materialismo,
cuando el concepto de la castidad va decayendo visiblemente, la imagen de San
Julián y de su esposa Santa Basilisa resaltan con maravillosos fulgores. San
Julián es uno de los esclarecidos héroes del cristianismo.
Hijo
único de una noble y rica familia, profundamente educado en la religión
cristiana, tenía hecho voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años de
edad sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de
igual nobleza, llamada Basilisa. Temeroso el virtuoso muchacho de faltar a su
voto, pero sintiendo también desobedecer a sus padres, acude al Señor con la
oración y el ayuno. Y dice la tradición que por celestial revelación le fue
dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad.
Julián
y Basilisa son milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal;
apareciéndoseles Nuestro Señor Jesucristo, que aprueba su determinación de
conservarse castos. Desde aquel día consagran plenamente sus vidas a los demás.
Reparten sus bienes entre los pobres y se retiran a vivir en dos casas situadas
en las afueras de la ciudad que convierten en monasterios. A la de Julián
acuden hombres de todas las clases sociales, para que les guíe con sus
prudentes y santos consejos. A la de Basilisa una multitud de muchachas que,
edificadas con el ejemplo de su virtud, muchas de ellas abrazan la vida
religiosa viviendo en santa paz bajo su dirección. Muy pronto la fama de ambos
esposos se extenderá por todo el Imperio.
Suscitada
en aquel tiempo la persecución de Diocleciano y Maximiano contra el cristianismo,
se ordena apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residen en su
apacible monasterio.
San
Julián profesa con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay
expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a
Julián: "Adora a los dioses". "No hay más omnipotente que Dios,
Nuestro Padre". "Obedece los decretos del emperador".
"Jesucristo es mi único César". "¿Crees en un Crucificado?"
"Él tiene escuadrones inmortales". "Marcharás a la muerte".
"El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá".
"¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no
habrá réplicas". Marciano, viéndose fracasado intenta cambiar de táctica
para vencerle: "Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos
honores". "Desde el cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa
religión".
Lleno
de confusión, el magistrado condena a Julián a morir degollado. Su gloriosa
muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos, que admiran su firmeza.
Y la proyección de su ejemplaridad se dilata a través de los siglos en la
devoción de los fieles.
Basilisa
murió en la paz del Señor, después de haber sido muy perseguida.
Por: José Gros y Raguer
Fuente:
Multimedios.org