Palabras del Papa antes del Regina Coeli
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Regina Coeli 26 abril 2020 © Vatican Media |
Dos caminos, el
de ida hecho en la tristeza y el de vuelta en la alegría. En el primero está el
Señor caminando a su lado, pero ellos no lo reconocen; en el segundo ya no lo
ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en
el segundo corren para llevar la buena noticia del encuentro con Jesús
Resucitado a los demás. Son las palabras del Papa ayer mañana antes de la
oración del Regina Coeli desde la Biblioteca del Palacio
Apostólico Vaticano.
También nos
invita a realizar estos tres pasos que podemos hacer en nuestros hogares: primero,
abrir nuestros corazones a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las
decepciones de la vida; después el segundo paso, escuchar a
Jesús, tomando en sus manos el Evangelio, lea este pasaje hoy en el capítulo
veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con
las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, quédate con nosotros”. (v.
29): “Señor, quédate conmigo”. “Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos
para encontrar el camino y sin ti está la noche”.
Estas son las
palabras del Papa antes de la oración mariana:
Palabras del
Papa antes del Regina Coeli
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de
hoy, ambientado en el día de Pascua, cuenta el famoso episodio de los dos
discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Es una historia que
comienza y termina en el camino. De hecho, existe el viaje de los
discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, dejan Jerusalén
y vuelven a casa a Emaús, caminando unos 11 kilómetros.
Es un viaje con
la mayor parte del camino hacia abajo de la colina. Y está el viaje de regreso:
otros once kilómetros, pero hecho al anochecer, con parte del camino cuesta
arriba después de la fatiga del viaje de ida.
Dos viajes: uno
fácil de día y otro agotador por la noche. Y sin embargo, el primero se realiza
en la tristeza y el segundo en la alegría. En el primero está el Señor
caminando a su lado, pero ellos no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven,
pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en el
segundo corren para llevar la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado
a los demás.
Los dos caminos
diferentes de esos primeros discípulos nos dicen a nosotros, discípulos de
Jesús hoy, que en la vida tenemos por delante dos direcciones opuestas; está el
camino de quien como aquellos a la ida se dejan paralizar por las desilusiones
de la vida y van adelante tristes; y está el camino de aquellos que no se ponen
a sí mismos y sus problemas en primer lugar, sino a Jesús que nos visita, y a
los hermanos que esperan su visita y esperan que nosotros cuidemos de ellos.
Este es el
punto de inflexión: dejar de orbitar alrededor del propio yo, de las
decepciones del pasado, de los ideales incumplidos, también de las cosas feas,
nosotros estamos acostumbrados a orbitar, orbitar, hay que dejar eso e ir
adelante mirando la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús
está vivo y me ama y yo puedo hacer algo por los demás.
El cambio de
marcha es este: pasar de los pensamientos sobre mi yo a la realidad de
mi Dios; pasar – con otro juego de palabras – de los “si” al “si”.
Del “sí” al «si», ¿qué significa? si nos hubiera liberado, si Dios me hubiera
escuchado, “Si la vida hubiera seguido mi camino, si tuviera esto y aquello…
Una serie de lamentos que no son fecundos, no ayudan. He aquí
nuestros “si”, similares a los de los dos discípulos. Pero pasan al sí: “Sí, el
Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, sí, nos ponemos en
camino para anunciarlo”.
Yo puedo hacer
esto para que la gente sea más feliz, para que la gente mejore, para ayudar a
tanta gente, sí, sí. Del “sí” al “si”. Del lamento a la alegría y a la paz.
Porque cuando nosotros nos lamentamos no estamos en la alegría, estamos en un
gris, ese aire gris de la tristeza y esto no ayuda, ni siquiera nos hace crecer
bien. Del “si” al “sí”. Del lamento a la alegría del servicio.
Este cambio de
ritmo, del yo a Dios, de si a si, ¿cómo sucedió?. Les sucedió a los discípulos encontrando
a Jesús: los dos de Emaús, primero le abren su corazón; luego le escuchan
explicar las Escrituras; y después le invitan a casa. Hay tres pasos que
nosotros también podemos realizar en nuestros hogares: primero,
abrir nuestros corazones a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las
decepciones de la vida; después el segundo paso, escuchar a
Jesús, tomando en sus manos el Evangelio, lea este pasaje hoy en el capítulo
veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con
las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, quédate con nosotros”. (v.
29): “Señor, quédate conmigo”. “Señor, quédate con todos nosotros, porque te
necesitamos para encontrar el camino y sin ti está la noche”.
Queridos
hermanos y hermanas, en la vida siempre estamos en camino. Y nos convertimos en
aquello hacia lo que vamos. Elijamos el camino de Dios, no el camino del yo; el
camino del sí, no el de los si. Descubriremos que no hay ningún imprevisto, no
hay salida, no hay noche que no se pueda afrontar con Jesús. Que la Virgen,
Madre del Camino, que al acoger la Palabra ha hecho de toda su vida un “sí” a
Dios, nos muestra el camino.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit