La religión no es real si no es cotidiana y es en nuestras vidas cotidianas donde la vida extraordinaria de la gracia brota y se hace real
Hace algún tiempo recibí un
correo electrónico de un anciano inglés que me contó una historia:
“Cuando empecé a trabajar en
el banco en la década de 1960, cada lunes por la mañana al comenzar el trabajo
el jefe de mi equipo nos reunía en la sala de conferencias y cerraba cada
reunión con este recordatorio: ‘Caballeros, recuerden que su trabajo aquí es
sencillo.
Están aquí para servir a nuestros clientes y nuestros accionistas.
Han de ser buenos y sabios administradores de su dinero. Por ello, recibirán una paga justa más beneficios,
pero recuerden que están aquí para servirles a ellos y no a ustedes mismos’. A
continuación guiaba al equipo en un Padrenuestro”.
Mi colega de correspondencia
señaló que el
sencillo acto de comenzar la semana con una oración ayudaba a todos a priorizar
su trabajo. Claro,
estaban ahí para servir a los clientes, pero su mayor propósito en la vida era
el de servir no al rey de los clientes, sino al Rey de Reyes.
Servir a los demás en su negocio, por tanto, pasó a ser parte de
su vocación cristiana.
¿Cómo sería nuestro mundo si el ideal del servicio inspirado en la
oración fuera universal?
Veo a tantísimas personas
infelices que viven absortas en sí mismas… ¿Qué libertad experimentarían si tan
sólo cambiaran el enfoque, quitarlo de sí mismos para servir a los demás?
Menuda transformación tendría
lugar en nuestras parroquias, nuestras familias y nuestra propia vida personal
si tan sólo cambiáramos el servirnos de a mí y
para mí mismo para
servir a los demás.
¿Crees que suena absurdo?
Me encontraba en un tren
abarrotado que salía de la estación de Paddington de Londres, cuando una alegre voz con acento indio nos habló
desde el interfono diciendo: “Buenas tardes, señoras y señores. Al habla el
maquinista del tren. Les
doy la bienvenida a este tren y espero que tengan un viaje rápido y agradable.
Ahora digamos unas palabras de oración para pedir la bendición de Dios por la
seguridad de nuestro viaje”.
Para sorpresa y deleite de la mayoría de los pasajeros, procedió a
recitar una oración breve e informal.
Pero lo que fue
verdaderamente sorprendente es quemuchos de los viajeros dejaron de hacer
lo que sea que hicieran e inclinaron sus cabezas para rezar.
Aquel maquinista de trenes
cumplió con su servicio con una oración y así trajo el mundo sobrenatural al
natural. Sin la dimensión sobrenatural, nuestra atención al cliente es
simplemente una táctica para mejorar el negocio y para hacer más dinero.
Cuando añadimos la dimensión espiritual al servicio, ofrecemos una
conexión con una motivación y un significado más profundos.Atendemos y servimos a los
demás —incluso siendo camareros y camareras o reponedores y reponedoras de
almacén o trabajando en el sector servicios— como parte de una conciencia más
profunda que reconoce el
valor eterno de todas las personas y de cada pequeño acto de servicio,
de la importancia de cualquier gesto de ayuda y amabilidad.
La religión no es real si no es cotidiana y es en nuestras vidas cotidianas donde la vida extraordinaria de
la gracia brota y se hace real.
La oración y el servicio en
la vida diaria hacen real el principio del Evangelio que dice que hemos de amar
a Dios y amar al prójimo.
Estos dos, según nos enseña
Jesús, son los mandamientos más grandes y todas las demás normas y regulaciones
refieren a estas dos y se derivan de estas dos.
El problema es que no puedo
hacerlo yo solo, ni tampoco podéis vosotros; nuestra configuración de fábrica
es egocéntrica, gracias al pecado original.
La única forma de reconquistar nuestro sitio es trabajar de dentro
a fuera y la única forma que podemos cambiar es desde nuestro interior, a
través de una infusión sobrenatural de gracia.
La única forma para que esto suceda es acercándose a Dios, y la
única forma de hacerlo es a través de la oración, la penitencia, el sacrificio,
la autodisciplina y la devoción.
Reuniendo todas estas
acciones sobrenaturales en nosotros, allá donde estemos, incluso en el lugar de
trabajo.
El banquero cristiano y el
maquinista de tren en Inglaterra, ambos llevaban la simple dignidad de su fe y
la aplicaban al servicio a los demás.
Piensa en lo que este mundo
codicioso, egocéntrico y agresivo podría cambiar si todos hiciéramos lo mismo.
Piensa en cómo los grandes
banqueros y financieros podrían cambiar si cada día empezaran con una oración,
o cómo los congresos y parlamentos del mundo podrían cambiar si cada político
empezara su día con una oración y una promesa de servicio.
Piensa en cómo cada
restaurante, cada pequeña tienda, cada escuela, universidad y cada industria
podrían cambiar si todos los días comenzaran con un servicio informado por la
oración.
Piensa en cómo podría cambiar tu propia vida si hicieras lo mismo.
En este mundo cada vez más
secular, tal vez no siempre sea posible rezar en público, pero también puedes
hacerlo en privado, y ese sería un buen comienzo.
Fuente: Aleteia