Padre
Werenfried: “Nunca en mi vida he sido dado a sentir miedo fácilmente, pero en
ese momento tuve miedo”
![]() |
| Aid to the Church in Need |
El
27 de mayo de 1940, Vinkt, un pueblo belga cercano a Gante, se convirtió en el
escenario de uno de los mayores crímenes cometidos en el frente occidental
durante la Segunda Guerra Mundial. 86 civiles fueron ejecutados en una masacre
cometida por las tropas alemanas.
El
padre premonstratense neerlandés Werenfried van Straaten, promotor de la
Fundación Aid to the Church In Need (Ayuda a la Iglesia Necesitada), reconoció
el peligro que entrañaba una Europa dividida por el odio; por ello la
restauración de la caridad se convirtió en la labor de su vida, también en
Vinkt donde diez años después de esos funestos acontecimientos, sucedió algo
que la fundación quiere recordar.
Al
final de la Segunda Guerra Mundial, y como resultado de los pactos suscritos
por las potencias vencedoras en la Conferencia de Yalta y en el Acuerdo de
Potsdam, a partir de 1945 catorce millones de alemanes fueron expulsados de los
territorios orientales.
Al
principio, las personas desplazadas que llegaron a Alemania occidental —entre
ellos, seis millones de católicos— se vieron obligados a vivir en condiciones
infrahumanas en búnkers o en campos de refugiados. Al padre Werenfried van
Straaten, nacido en 1913 en Mijdrecht (Países Bajos), el sufrimiento de esos
millones de personas desplazadas le recordó la Navidad, cuando para la Sagrada
Familia no había sitio en la posada porque los «suyos» no tuvieron caridad.
No hay sitio en la posada
El
joven religioso apeló a la conciencia cristiana de sus compatriotas y exhortó a
amar a los enemigos y al prójimo. En un artículo publicado con el título «No
hay lugar en la posada» en la edición de la Navidad de 1947 de la revista de su
abadía, sita en Tongerlo (Bélgica), solicitó un gesto de reconciliación de sus
compatriotas, que todavía lloraban a sus familiares asesinados por los
alemanes.
Lo
increíble sucedió: el eco despertado por el artículo fue abrumador y
desencadenó una ola de solidaridad entre la población flamenca. Como entre las
personas desplazadas había también tres mil sacerdotes católicos, a través de
los cuales se organizaba la ayuda a las personas necesitadas, la nueva
organización de ayuda recibió el nombre de «Ostpriesterhilfe» (Ayuda de los
sacerdotes del Este).
El
nombre «Werenfried» significa «guerrero de la paz» y se convirtió en todo un
programa de vida. En 1948 organizó una colecta de tocino entre los campesinos
flamencos, que se convirtió en un gran éxito y le valió el apelativo de «Padre
Tocino».
«Dios nos libre del odio»
En
1950, exactamente diez años después de la masacre mencionada, predicó en Vinkt.
En sus memorias, el padre Werenfried admitió que, antes de la predicación,
sintió temor: «nunca en mi vida he sido dado a sentir miedo fácilmente, pero en
ese momento tuve miedo», lo cual estaba más que justificado, si se tiene en
cuenta que aún no se había superado la amargura ni el odio en el corazón de las
personas. Entre las víctimas de la masacre, la de mayor edad tenía 89 años, la
menor 13.
Prácticamente
no había ninguna familia que no hubiera perdido a un ser querido. Incluso el
párroco local advirtió al padre Werenfried del riesgo que eso conllevaba.
«Viajé
a Vinkt el día anterior, a fin de explorar el terreno. Llegué a la vicaría el
sábado por la noche. Desesperado, el párroco levantó las manos y gritó: “No va
a funcionar padre; la gente no quiere. Dicen: ‘¿Cómo? ¿Este padre viene a pedir
ayuda para los alemanes? ¿Para los malnacidos que mataron a nuestros hombres y
niños? ¡Nunca! No vendrá ni un alma viviente a oírle. Puede predicar a las
sillas vacías si quiere. Y tiene suerte de ser religioso. ¡Si no, le daríamos
una paliza!’ »
¿Qué
podía hacer? De acuerdo con el párroco, me decidí a preparar la reunión de la
tarde predicando el domingo en todas las misas. De ese modo, a la mañana
siguiente aparecí por sorpresa en el púlpito y prediqué durante todo un cuarto
de hora sobre el amor. Fue la predicación más difícil de mi vida, pero dio
resultado»; así lo recordaría más tarde Werenfried van Straaten.
«¡El ser humano es mejor
de lo que pensamos!»
«Cuando
estaba dando gracias después de la misa en la iglesia completamente vacía —
¡porque la gente se avergüenza de mostrar lo buena que es!— se me acercó
tímidamente una mujer. Sin decir nada, me dio mil francos y se fue antes de que
pudiera preguntarle nada. Afortunadamente, el sacerdote salía en ese momento de
la sacristía y la vio irse; me comentó: “Es una sencilla campesina; su marido,
su hijo y su hermano fueron asesinados por los alemanes en 1940”. Ella fue la
primera», recordaba Werenfried.
«Por
la tarde, la sala estaba llena. Hablé durante dos horas sobre la situación de
los sacerdotes de la mochila y el abandono que sufrían sus fieles. No pedí
tocino ni dinero ni ropa. Sólo pedí amor, y al final pregunté si querían rezar
conmigo por sus hermanos necesitados de Alemania. Rezaron con lágrimas en los
ojos. A las once de la noche, cuando se había hecho de noche y nadie podía
reconocerlos, vino uno tras otro a la casa parroquial para entregar un sobre
con cien francos, con quinientos francos, con una carta. A la mañana siguiente,
antes de irme, volvía a acudir gente a la casa parroquial (…) Recibí diecisiete
sobres con dinero. Transfirieron dinero a mi cuenta. Recolectaron tocino.
Adoptaron a un sacerdote alemán. ¡Eso fue Vinkt! El ser humano es mejor de lo
que pensamos».
El «barco Europa»: solo
ser cristianos puede salvarnos
Werenfried
van Straaten entendió que nunca habrá paz y reconciliación en Europa si no se
elimina el odio en los corazones de las personas: «¡Todos navegamos en un
barco, y este barco se llama Europa! […] Todo carece de importancia si la nave
tiene una fuga, y la nave Europa tiene una fuga. Esto significa que hay que
arremangarse y bombear o nos hundiremos todos, no importa dónde estemos». Y
continuaba: «Ni la bomba atómica ni el Plan Marshall nos salvarán, solo la
verdadera fe cristiana. Solo a través del amor, el sello del cristiano, puede
restaurarse el orden».
Ayuda a la Iglesia Necesitada
Fuente:
Aleteia






