“La santidad es el rostro más bello de la Iglesia”, dice el papa Francisco en su nueva exhortación apostólica, Gaudete et Exsultate ¡Qué cierto es! Piensa por ejemplo cómo la madre Teresa atrajo a su ministerio gente de todo el mundo por su santo amor por los enfermos y moribundos.
El
documento del Santo Padre significa “hacer resonar una vez más el llamado a la
santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual”. El mundo necesita
santos y esta exhortación apostólica alienta a cada persona a responder a esa
necesidad.
Comienza
por insistir que ser santo “no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas
o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está
reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las
ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así”.
El
papa Francisco describe la santidad sencilla y posible. “Todos estamos llamados
a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las
ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”, explica.
La
llamada del Santo Padre debería sonar familiar para nosotros en la
Arquidiócesis de Denver, ya que nos recuerda el reto que San Juan Pablo II dio
a los jóvenes en Denver -y en reuniones subsecuentes- durante la Jornada
Mundial de la Juventud hace 25 años.
Su
mensaje a la juventud el Papa ejemplificaba este reto. “Queridos jóvenes, la
Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y
mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y
mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita
santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar
la humanidad”.
En Gaudete
et Exsultate, el Papa Francisco también trae a casa el impacto único y
divinamente planeado de los santos. “Cada santo es una misión; es un
proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la
historia, un aspecto del Evangelio”. Escribió
La
santidad también es sencilla, explica el Papa. “El designio del Padre es
Cristo, y nosotros en él. En último término, es Cristo amando en nosotros,
porque «la santidad no es sino la caridad plenamente vivida»”.
Y
cuando nuestros corazones están llenos de caridad, vemos al mundo y a los demás
con diferentes ojos. Somos capaces de ver la santidad alcanzable para los
grandes pecadores, para los débiles y vulnerables; no está reservada para “los
justos” solamente, como creían los Fariseos en tiempos de Jesús.
El
Papa Francisco también enfatiza con razón que nuestra caridad no se puede
aplicar de manera selectiva. Por ejemplo, insta a los creyentes a defender
consistentemente la vida humana, señalando que la dignidad humana de un no
nacido y un refugiado es la misma.
Mi
compañero obispo y amigo, el obispo de Lincoln monseñor James Conley, hace una
excelente observación en su columna publicada el pasado 13 de abril que puedo
también afirmar de mis décadas de actividad provida.
El
escribió. “Raramente, o nunca, me he encontrado con católicos que solo toman en
serio las vidas de los no nacidos. Cuando me encuentro con gente provida en
este país, me doy cuenta de que también son las personas que dirigen las
despensas de alimentos de la parroquia, ofreciendo sándwiches a los indigentes
incluso mientras oran en clínicas de aborto, adoptan niños y cuidan de sus
vecinos. En mi experiencia, el compromiso de proteger la dignidad de los no
nacidos se extiende al resto de nuestras vidas…” Esta es exactamente la clase
de consistencia a la que el papa Francisco alienta en Gaudete et Exsultate.
La
exhortación del papa Francisco también contiene otras facetas, como el hecho de
examinarnos a la luz de las Bienaventuranzas como el camino a la santidad, y
una sección sobre la oración como el combustible indispensable que llena
nuestros corazones con amor por Cristo y por los demás.
Hay
mucho de qué decir de la Gaudete et Exsultate, que es una carta escrita a
la Iglesia con amor y destinada a ayudarnos a crecer en santidad. Rezo para que
cada católico tome de corazón el desafío de llegar a ser santo, confiando en la
gracia de Dios para alcanzar lo que de otra manera es imposible.
Concluyo
citado a uno de los teólogos favoritos del papa Fráncico, León Bloy:
“Solo
existe una tristeza, la de no ser santo”.
Por: Mons. Samuel J. Aquila
Por: Mons. Samuel J. Aquila
Fuente:
Denver Catholic






