Palabras
antes del Ángelus
Ángelus 26 julio 2020 (C) Vatican Media |
En
este domingo, 26 de julio. día de san Joaquín y santa Ana dedicado a los
abuelos, el santo Padre se asoma a la ventana del estudio del Palacio
Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos
reunidos en la plaza de San Pedro.
El
Papa se detiene en el pasaje de dos parábolas, la del tesoro escondido en
el campo y la de la perla preciosa. Diciendo, “Jesús, Él que es el tesoro
escondido y la perla de gran valor, no puede hacer otra cosa que suscitar la
alegría, toda la alegría del mundo: la alegría de descubrir un sentido para la
propia vida, la alegría de sentirla comprometida en la aventura de la
santidad”.
“La
gracia lo hace todo, en nosotros es necesaria solo la disponibilidad para
recibirla, la gracia se encarga de todo, pero es necesaria mi responsabilidad y
mi disponibilidad, ser responsable de esto”.
A
continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre al
introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de
Prensa de la Santa Sede.
Palabras del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (cfr Mt 13, 44-52) corresponde con los
últimos versículos del capítulo que Mateo dedica a las parábolas del Reino de
los cielos. El pasaje tiene tres parábolas apenas esbozadas y muy breves: la
del tesoro escondido en el campo, la de la perla preciosa y la de la red
lanzada al mar.
Me
detengo en las dos primeras en las cuales el Reino de los cielos es comparado
con dos realidades diferentes “preciosas”, es decir el tesoro en el campo y la
perla de gran valor. La reacción del que encuentra la perla o el tesoro es prácticamente
igual: el hombre y el mercader venden todo para comprar lo que más les importa.
Con estas dos similitudes, Jesús se propone involucrarnos en la construcción
del Reino de los cielos, presentando una característica esencial: se adhieren
completamente al Reino aquellos que están dispuestos a jugarse todo. De hecho,
tanto el hombre como el mercader de las dos parábolas venden todo lo que
tienen, abandonando así sus seguridades materiales. De esto se entiende que la
construcción del Reino exige no solo la gracia de Dios, sino también la
disponibilidad activa del hombre. ¡Todo lo hace la gracia, todo! De nuestra
parte solamente la disponibilidad a recibirla, no la resistencia a la gracia:
la gracia hace todo pero es necesaria “mi” responsabilidad, “mi”
disponibilidad.
Los
gestos de ese hombre y del mercader que van en busca, privándose de los propios
bienes, para comprar realidades más preciosas, son gestos decisivos, son gestos
radicales, diría solamente de ida, no de ida y vuelta: son gestos de ida. Y,
además, realizados con alegría porque ambos han encontrado el tesoro. Somos
llamados a asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos,
convirtiéndonos también nosotros en buscadores sanamente inquietos del Reino de
los cielos. Se trata de abandonar la carga pesada de nuestras seguridades
mundanas que nos impiden la búsqueda y la construcción del Reino: el anhelo de
poseer, la sed de ganancia y poder, el pensar solo en nosotros mismos.
En
nuestros días, la vida de algunos puede resultar mediocre y apagada porque
probablemente no han ido a la búsqueda de un verdadero tesoro: se han
conformado con cosas atractivas pero efímeras, de destellos brillantes pero
ilusorios porque después dejan en la oscuridad. Sin embargo la luz del Reino no
son fuegos artificiales, es luz: los fuegos artificiales duran solamente un
instante, la luz del Reino nos acompaña toda la vida.
El
Reino de los cielos es el contrario de las cosas superfluas que ofrece el
mundo, es el contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida
todos los días y la expande hacia horizontes más amplios. De hecho, quien ha
encontrado este tesoro tiene un corazón creativo y buscador, que no repite sino
que inventa, rastreando y recorriendo calles nuevas, que nos llevan a amar a
Dios, a amar a los otros, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos. El signo
de aquellos que caminan en este camino del Reino es la creatividad, siempre
buscando más. Y la creatividad es la que toma la vida y da la vida, y da, y da,
y da… Siempre busca muchas maneras diferentes de dar la vida.
Jesús,
Él que es el tesoro escondido y la perla de gran valor, no puede hacer otra
cosa que suscitar la alegría, toda la alegría del mundo: la alegría de
descubrir un sentido para la propia vida, la alegría de sentirla comprometida
en la aventura de la santidad.
La
Virgen Santa nos ayude a buscar cada día el tesoro del Reino de los cielos,
para que en nuestras palabras y en nuestros gestos se manifieste el amor que
Dios nos ha donado mediante Jesús.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit