Mariantonia Samà vivió más de 60 años en cama con las rodillas doblegadas sin poder estirar las piernas y con dolores
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Mariantonia Samà nació el 2 de marzo de 1875 en Sant’Andrea
Apostolo dello Jonio, una pequeña población del Sur de Italia.
Su infancia transcurrió en la pobreza. Sus padres eran
campesinos de pocos recursos y analfabetos que, sin embargo, destacaban por su
piedad. Acudían a la iglesia faltos de zapatos, por ejemplo.
El padre de Mariantonia falleció antes de
que la bebé naciera,
lo que ocasionó unas condiciones de vida duras para la viuda y su hija. Su casa
era de reducidas dimensiones y la alimentación era muy
precaria. Con todo, su vida cristiana estaba llena de fortaleza y a los 7 años
ya había recibido la Primera Comunión y la Confirmación.
Infección por beber aguas contaminadas
Cuando tenía 11 ocurrió un suceso que
marcaría toda su vida. Fue con su madre a lavar ropa al río Saluro y, ya de
regreso a casa, tuvo sed y bebió del agua de un charco,
sin saber que era insalubre.
Aquello le
produciría un efecto devastador para su salud física: Mariantonia sufrió convulsiones y
una infección.
Sospechan que está endemoniada
Durante un mes, Mariantonia experimentó
movimientos involuntarios y balbuceaba palabras, por lo que algunos lugareños
sospecharon que pudiera estar endemoniada.
Exorcismo
La baronesa Enriqueta Scoppa decidió
entonces intervenir y en 1894 organizó todo para que se trasladase a
Mariantonia a un convento donde sería sometida a una ceremonia
de exorcismo. Un grupo de hombres trasladó a la pequeña al convento
cartujo de Serra San Bruno. La retenían en una
caja de madera.
Se procedió
al exorcismo pero no pasó nada. Mientras tanto, se unió gente del pueblo a los
monjes en oración por la sanación de Mariantonia. El revuelo era considerable.
El prior del
convento ordenó entonces que se presentara a la enferma un
busto de plata con las reliquias de San Bruno, concretamente
el cráneo y los huesos.
La pequeña
Mariantonia se levantó repentinamente, abrazó el busto (que dijo le sonreía) y afirmó
que se encontraba sanada. Aquello provocó la alegría y la
tranquilidad de todos: decidieron quemar la caja y la ropa vieja de la enferma
en señal de renovación. La jovencita pudo regresar a su casa.
«La monjita de san Bruno»
Sin embargo, al poco un
fuerte ataque de artritis volvió a dejarla postrada en
cama, esta vez ya sin remedio. En 1920 moría su madre,
pero muchas personas se interesaron por cuidar a la enferma y no solo eso:
acudían a ella para que rezara por sus necesidades y le pedían consejo.
A pesar de la
incómoda postura en que queda Mariantonia, con las rodillas dobladas,
ella se convierte en una mujer que lleva a Dios y de la que Dios
se sirve para dar testimonio de todas las virtudes
cristianas en la tierra.
Así vivió
Mariantonia hasta los 78 años, ofreciendo siempre
sus dolores y su parálisis a Dios. Lo hacía con alegría y removía
las almas de los que la conocían. Miraba con frecuencia el crucifijo que
tenía en la pared de su habitación y rezaba tres rosarios al día.
Siempre hablaba
con esperanza y alegría, e infundía valor en las personas que
se dirigían a ella.
Las hermanas del Sagrado Corazón se
hicieron cargo de su atención: la peinaban y bañaban, ya
que ella no podía valerse por sí misma. La enferma nunca se llagó. Le colocaron
un velo en la cabeza y de ahí que muchos la denominaran «la
monjita de san Bruno» o «la monja de san Bruno». En 1915
Mariantonia hizo votos privados.
El párroco le
llevaba la comunión a diario y para ella esa unión con Jesucristo era la fuente
de la fortaleza y bondad que mostraba luego.
Por cómo
supo llevar su situación en medio de la contrariedad y el dolor físico,
creció su fama de santidad.
Una frase en el certificado de defunción
En el certificado de defunción, el 27 de
marzo de 1953, el párroco hizo constar la frase: «Ha muerto en olor de santidad».
De ello se
hizo eco la Iglesia Católica y a su muerte comenzó un proceso que esta semana
alcanzó un hito importante: el Papa Francisco recibió
ayer al cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de
los Santos, y le autorizó a promulgar el decreto de su beatificación. El postulador
de la causa es el capuchino fray Carlo Calloni.
Los restos de
Mariantonia Samà descansan en una tumba de la iglesia de san Pedro y San Pablo de Sant’
Andrea dello Jonio.
Dolors
Massot
Fuente: Aleteia