Reconocen
las virtudes heroicas de un hombre que fundó más de veinte misiones, introdujo
la ganadería y modernos métodos de cultivo, bautizó a miles de indígenas en
Sonora y Arizona
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| Shutterstock | Jon Kraft |
El
pasado viernes 10 de julio, el Papa Francisco firmó el decreto mediante el cual
se reconocen las virtudes heroicas de otro jesuita como él: Eusebio Francesco
Chini, conocido en México y Estados Unidos bajo el cada día más legendario
nombre de “Padre Kino”.
Dos figuras gemelas
Nacido
en la pequeña ciudad italiana de Segno, provincia de Trento, en 1645, terminó
sus días en el poblado de Magdalena (Sonora, México), hoy conocido como
Magdalena de Kino, en 1711. Atrás quedó una labor misionera
impresionante; una labor que serviría como precursora a la de San Junípero
Serra.
Ambos,
el jesuita Kino y el franciscano Serra, evangelizaron y civilizaron tierras
indómitas entre fines del siglo XVII y buena parte del siglo XVIII. Kino
lo hizo en el territorio de los actuales estados de Sonora (México) y Arizona
(Estados Unidos) y Serra en la Alta California, cuando estas tierras formaban
parte de la Nueva España.
De
hecho, su labor (que ha sido cuestionada a últimas fechas por los movimientos
antirracistas y anticatólicos, desencadenados en Estados Unidos tras el
asesinato de George Floyd en Minneapolis) ha hecho que ambos representen a
California (Serra) y a Arizona (Kino) en el National Statuary Hall (Salón
Nacional de las Estatuas) del Capitolio de Washington.
Personaje de película
El
Padre Kino fue un hombre de enormes (y muy diversas) cualidades: explorador,
cartógrafo, astrónomo, matemático, agricultor, ganadero, organizador social y
robusto defensor de los derechos de los naturales, especialmente de los pimas,
nativos de la Pimería Alta, un vasto desierto que comprende el norte de Sonora
y el suroeste de Arizona.
Su
historia ha sido llevada al cine en varias versiones. La primera, en
1977, “Misión de Gloria”, dirigida por Ken Kennedy y protagonizada
por Richard Egan (en el papel del Padre Kino) y Ricardo Montalbán, entre
otros. Más adelante, se han filmado “Kino: la Leyenda del Padre Negro”
(1993), del director mexicano Felipe Cazals, y en 2017, “¡Viva Kino!», de Lia
Giovanazzi Beltrami.
Su
labor en esa porción de la Nueva España, no solo consistió en evangelizar e
introducir elementos de la civilización en la Pimería Alta, sino que enseñó a
los pimas y a otras tribus a defenderse de los belicosos apaches y de los
voraces explotadores: obtuvo una Cédula Real para que los naturales que él
bautizara no pudieran ser usados como esclavos en las minas.
Los orígenes y la aventura
A
los veinte años, Kino entró a formar parte de la Compañía de Jesús en
Trento. De ahí pasó a estudiar ciencias y matemáticas a Hall, cerca de
Innsbruck (Austria) y al terminar sus estudios, el Duque de Baviera le extendió
una invitación para que enseñara en la Universidad de Ingolstadt
(Alemania). Pero él quería ser misionero. Y fue sorteado para ir a
la Nueva España.
Hubiera
parecido que su viaje no se iba a realizar. En junio de 1678 se embarcó
en Génova hacia Cádiz con 18 compañeros jesuitas, para abordar la flota que
saldría en verano hacia tierras americanas. Pero la tempestad los envió a
Ceuta. Cuando llegaron a Cádiz, el 13 de julio, la flota ya había
zarpado. Pasaron dos años y medio para que pudiera realizar el viaje.
En
Cádiz aprendió español, lo cual le iba a servir en tierras mexicanas, y
escribió el opúsculo “Exposición astronómica del cometa, que el año de 1680:
por los meses de noviembre, y diciembre, y este año de 1681, por los meses de
enero y febrero, se ha visto en todo el mundo, y le ha observado en la ciudad
de Cádiz” (publicado en México en 1681, por la imprenta de F. Rodríguez
Lupercio).
Primero, Baja California,
luego la Pimería Alta
Cuando,
en 1683, la expedición al mando del Almirante Isidro de Atondo y Antillón,
desembarcó en el puerto de La Paz, en la península de Baja California, el Padre
Kino, quien lo acompañaba, inició su incesante exploración de esas
tierras. Ahí conoció a los indígenas y logró entrever el por qué de su
hostilidad a los españoles: eran tratados no como seres humanos.
En
Baja California apenas si se pudo establecer la Misión de San Bruno, pero más
tarde, quiso volver a la península (que entonces se creía, como lo había
afirmado el pirata inglés sir Francis Drake, que era una isla, cosa que
corrigió luego el propio Padre Kino al mostrar que estaba unida por un brazuelo
a territorio mexicano) y terminó cabalgando hacia la Pimería Alta donde comenzó
sus trabajos apostólicos.
Siempre
a caballo, el Padre Kino estuvo en esa región que hoy ocupan Sonora y Arizona
desde 1687 hasta su muerte, en 1711. Fundó más de veinte misiones,
introdujo la ganadería y modernos métodos de cultivo, bautizó a miles de
indígenas, les ayudó a vivir en paz entre sí y a defenderse de los apaches.
También los defiende frente a mineros y hacendados que los querían manipular a
su antojo.
Amor a Dios y al
conocimiento
Fue
un habilísimo diplomático y como cosmógrafo real de Carlos II, realizó
observaciones astronómicas relevantes. Como gran parte de los misioneros
españoles de los siglos XVI, XVII y XVIII (cuya historia espera ser contada) no
sólo aprendió las lenguas nativas, sino que enseñó a leer y escribir a los
propios indígenas, preservando su lenguaje y aprendiendo español.
Toda
su aventura en esta que fue su tierra de adopción la narró en el libro “Favores
Celestiales” en donde deja en claro que le movieron dos grandes pasiones
en su vida: la inquietud intelectual, científica, características del jesuita
ilustrado, y el trabajo para mayor gloria de Dios, característico del jesuita
seguidor de San Ignacio.
Quizá
por ello, otro jesuita quiera que llegue a los altares pronto.
Jaime
Septién
Fuente:
Aleteia






