Reflexión
sobre su validez
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El Papa bendice a los nuevos matrimonios © Vatican Media |
Este
lunes, en la sección “Teología para Millennials”,
el padre Mario Arroyo Martínez reflexiona
sobre la validez del matrimonio religioso cuando los contrayentes no tienen fe.
Para
ello, el sacerdote mexicano remite al documento “La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía
sacramental”, que ha sido aprobado por el Papa Francisco en
diciembre de 2019 y se ha publicado este año. Este texto sugiere que la falta
de fe “permite sostener la existencia de serios reparos acerca de la existencia
de un matrimonio sacramental”.
El
padre Mario Arroyo es licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana,
México D.F. Además, tiene un doctorado en Filosofía por la Pontificia
Universidad de la Santa Cruz, Roma. Actualmente vive en México y es profesor de
Teología en la Universidad Panamericana.
¿Es
válido el matrimonio religioso cuando los contrayentes carecen de fe? ¿Tiene
sentido hacer la ceremonia religiosa, cuando los novios, a pesar de estar
bautizados, no creen ni practican? No es una pregunta fácil, de hecho, se trata
de un cuestionamiento que repetidas veces se han formulado los sínodos de
obispos y no solo ellos, sino que los mismos papas, Benedicto XVI y Francisco,
han hecho un llamado a profundizar en la cuestión. “Doctores tiene la Iglesia”
dice el conocido refrán, pero cuando las mismas autoridades religiosas no se
aclaran, ¿a quién preguntarle?
Recientemente,
cuando la máxima autoridad de la Iglesia tiene alguna duda, suele preguntar a
la Comisión Teológica Internacional (los “doctores” de la Iglesia),
para plantear la cuestión del modo apropiado. Así ha sido en este caso, y fruto
de ello han publicado el interesante documento “La reciprocidad entre fe y
sacramentos en la economía sacramental”, que ha sido aprobado por el Papa
Francisco en diciembre de 2019 y se ha publicado este año. Ahí se aborda la
espinosa cuestión de qué pasa cuando se celebra el sacramento sin fe.
¿Cómo
puede suceder esto? Se estudian expresamente dos supuestos: cuando dos personas
bautizadas en la infancia, por las circunstancias que fueren, no han hecho
después un acto de fe personal, que involucre el entendimiento y la voluntad,
lo que no es infrecuente dada la masiva descristianización de la sociedad. El
otro supuesto, tampoco infrecuente, es el de las personas que conscientemente
reniegan de la fe de modo explícito y no se consideran creyentes católicos, sin
abrazar otra confesión cristiana. En ambos casos no se observa una disposición
a creer, necesaria para realizar el sacramento. Si, a pesar de todo, realizan
la ceremonia religiosa, ¿han recibido un sacramento?
Para
los sacerdotes no resulta sorpresivo encontrarse con parejas que quieren tener
una ceremonia religiosa con estas condiciones, ya sea por tradición, por
costumbre, porque se ve bonito… Uno se da cuenta de que es parte del paquete de
bodas, una parte fundamental de la escenografía. Es muy importante que la
iglesia sea bonita, tenga valor artístico, que haya un buen coro o un buen
cuarteto de cuerdas, hermosos arreglos florales, y si el sacerdote es guapo,
mucho mejor. Todo eso lo puede planear puntillosamente el wedding planner,
de forma que todo esté a punto. ¿Puede planificar también la acción del
Espíritu Santo, la gracia del sacramento?
Hay
muchos flecos del problema, lo cual lo hace a su vez peliagudo e interesante,
por lo que invito a la directa lectura del documento. Pero sí propone una
novedad. Ante el dilema de realizar una boda con contrayentes no creyentes, san
Juan Pablo II eludía la cuestión de si había o no sacramento, recomendando en
cambio disuadir a los novios de realizarla. El presente documento va más allá
de esa recomendación pastoral y sugiere que la falta de fe “permite sostener la
existencia de serios reparos acerca de la existencia de un matrimonio
sacramental”. Por tanto “es conveniente negar el sacramento del matrimonio a
aquellos que lo soliciten con esas condiciones, tal y como ya sostuviera San
Juan Pablo II”
El
documento rechaza dos posturas: el “automatismo sacramental absoluto”, por el
cual, ipso facto, dos bautizados que se casan reciben el sacramento del
matrimonio, y el “escepticismo sacramental elitista”, es decir, señalar que
cualquier grado de ausencia de fe invalida el matrimonio. El segundo caso,
además, sería pastoralmente desastroso, pues, ¿quién puede establecer el grado
de la fe de las personas?, ¿quién puede estar seguro de tener suficiente fe? El
mínimo de fe imprescindible para que haya sacramento “reside en la intención de
contraer un verdadero matrimonio natural”, es decir, único, indisoluble,
abierto a la vida.
Agudamente
observa el documento que, en ausencia de la fe, se cambia el horizonte
antropológico de referencia. La comprensión culturalmente dominante acerca de
lo que es el matrimonio es muy distinta de la propuesta por la antropología
cristiana. Dada la ausencia de la fe, no se puede presuponer que las personas
tienen la intención de contraer matrimonio natural como lo entiende la Iglesia
y por ello cabe dudar con fundamento de que se realice efectivamente el
sacramento.
Mario
Arroyo Martínez
Fuente:
Zenit