Las
palabras del Papa en apoyo de la resolución de la ONU para un cese del fuego
global e inmediato que traiga alivio a las poblaciones y les permita
contrarrestar la pandemia del COVID-19
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| El Papa en el Memorial de la Paz en Hiroshima, foto de archivo (Vatican Media) |
En
los últimos días, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha aprobado
una resolución para "una suspensión inmediata de las hostilidades en todas
las situaciones durante al menos 90 días consecutivos" con el fin de
garantizar la asistencia humanitaria a las poblaciones afectadas y
contrarrestar las consecuencias devastadoras de la propagación del COVID-19.
Francisco, con su intervención al final del Ángelus, quiso dar su apoyo a la
iniciativa, con la esperanza de que el alto el fuego global sea observado
"efectiva e inmediatamente". La iniciativa del Papa representa un
nuevo paso en un largo camino. Un paso que se hace aún más urgente por la
crisis provocada por la pandemia, cuyas consecuencias más devastadoras – a la
par de las de las guerras – recaen sobre los más pobres.
El
domingo 29 de marzo, el Papa ya había hecho esta petición, apoyando el
llamamiento en este sentido hecho cinco días antes por el Secretario General de
las Naciones Unidas. António Guterres había pedido un "alto el fuego
global e inmediato en todos los rincones del mundo", recordando la
emergencia del COVID-19, que no conoce fronteras. Francisco se había asociado
"a cuantos han aceptado este llamamiento" y había invitado "a
todos a darle seguimiento deteniendo toda forma de hostilidad bélica,
favoreciendo la creación de corredores para la ayuda humanitaria, la apertura a
la diplomacia y la atención a quien se encuentra en situación de mayor
vulnerabilidad".
Que
el compromiso conjunto contra la pandemia, había deseado el Papa, "pueda
llevar a todos a reconocer nuestra necesidad de fortalecer los lazos fraternos
como miembros de una sola familia". En especial, que suscite en los
responsables de las naciones y en las otras partes involucradas un compromiso
renovado para superar las rivalidades. ¡Los conflictos no se resuelven
con la guerra! Es necesario superar los antagonismos y los contrastes mediante
el diálogo y una búsqueda constructiva de la paz".
En
las semanas siguientes, Francisco había vuelto a deplorar, otras dos veces, los
gastos de armamentos. En su homilía en la Vigilia Pascual, celebrada en San
Pedro, había dicho: "¡Silenciemos los gritos de la muerte, basta con las
guerras! Que se detengan la producción y el comercio de las armas, porque
tenemos necesidad de pan y no de fusiles". El Papa Bergoglio había querido
recordar nuevamente este tema que representa una constante de su pontificado,
también en la más larga de las dos oraciones marianas sugeridas a los fieles al
final del Rosario en el mes de mayo: "Asiste a los Responsables de las
Naciones, para que trabajen con sabiduría, solicitud y generosidad, socorriendo
a los que carecen de lo necesario para vivir, programando soluciones sociales y
económicas con clarividencia y con espíritu de solidaridad". María
Santísima, toca las conciencias para que las ingentes sumas utilizadas para
aumentar y perfeccionar los armamentos se destinen, en cambio, para promover
estudios adecuados para prevenir catástrofes similares en el futuro".
Varias
veces y en diferentes ocasiones, en años anteriores, Francisco había denunciado
"la hipocresía" y "el pecado" de los responsables de
aquellos Países que "hablan de paz y venden las armas para hacer estas
guerras". Palabras que repitió también al regreso del último viaje
internacional antes del brote de la pandemia, el que realizó a Tailandia y
Japón: "En Nagasaki e Hiroshima me detuve a rezar, me reuní con algunos
supervivientes y familiares de las víctimas y reiteré la firme condena de las
armas nucleares y la hipocresía de hablar de paz construyendo y vendiendo armas
bélicas”.
Según
un informe de Oxfam, en el 2019 el gasto militar mundial ha alcanzado los dos
billones de dólares y actualmente hay dos mil millones de seres humanos
atrapados en los Países en guerra y agotados por la violencia, las
persecuciones, las carestías, y ahora también la emergencia de la pandemia.
Andrea
Tornielli
Fuente:
Aleteia






