Dios actúa como primer motor
universal; los ángeles actúan como
motores secundarios y particulares
![]() |
| pixabay |
Los antiguos sabios
cristianos, sin ninguna dificultad, ponen bajo la supervisión y guía de los
ángeles todo el mundo inorgánico y animado, las estrellas, los astros, la
tierra, los elementos, las plantas, los animales, los países, los pueblos, el
ser humano. Mira por qué
Ya entre los judíos se había llegado a la opinión
de que no hay nada en este mundo, ni siquiera una brizna de hierba en la que no
se coloca un ángel.
Así, incluso los países -para el judaísmo-
están sujetos a la custodia de un ángel y esta idea se conservó incluso en la
antigüedad cristiana.
Los Padres de la
Iglesia, sin ninguna dificultad, ponen bajo la supervisión y guía de los
ángeles todo el mundo inorgánico y animado, las estrellas, los astros, la
tierra, los elementos, las plantas, los animales, los países, los pueblos, el
ser humano.
La tesis de los Padres
Por ejemplo, Orígenes, san Ambrosio, san
Agustín admiten que cada objeto, los elementos, los astros y hasta los insectos
sean encomendados al cuidado de un ángel particular. Al respecto, escribe san
Agustín:
«Creemos con certeza que en este mundo cada criatura visible se
confía a un poder invisible según el testimonio repetido
varias veces en la misma escritura» (De
diversis quaestionibus octoginta tribus liber, Pl, 40,11-40, q. 83
e seg.)
En este sentido, la teología católica está
de acuerdo con la mejor filosofía y, de hecho, santo Tomás de Aquino concuerda:
«Todos los seres corporales están
gobernados y mantenidos en orden por seres espirituales, todas las criaturas
visibles por criaturas invisibles» (Summa Theol., p. I, q. XLV, a. 3.).
Dios y los ángeles
Dios actúa como primer motor universal; los ángeles actúan como motores
secundarios y particulares; su acción está subordinada a la acción divina,
la aplica de alguna manera y la especifica.
Explicamos esto con un ejemplo familiar. Yo
lanzo una pelota: es en virtud de Dios que actúa mi brazo, es de esta misma
virtud que la pelota sigue el impulso dado: sin embargo, es evidente que mi
brazo es el motor de la pelota.
Es así -si se permite comparar las grandes
cosas a las pequeñas- como los ángeles ponen en movimiento, gracias a la virtud
divina, las esferas celestiales y todas las fuerzas vivas de la naturaleza.
Ellos son los motores secundarios
subordinados al primer motor que es Dios.
La actividad exterior
Su naturaleza espiritual en constante
movimiento los hace tan específicos para esta función, y los objetos corporales
necesitan tanto ser solicitados y puestos en movimiento por una actividad
externa, que Santo Tomás explica claramente este axioma:
«Es necesario que la criatura corporal sea
movida por la espiritual», «Oportet
quod creatura corporalis a spirituali moveatur» (Sum. Prim. Pars q.
CX, a. 1, ad prim).
El movimiento y el calor
Los ángeles no son solamente los motores de
los seres corporales; están también encargados de dirigir y coordinar sus
respectivos movimientos, de manera tal que no haya ninguna confusión y que todo
permanezca en el equilibrio que
es la paz de
la naturaleza inanimada. Damos algunos ejemplos.
Los físicos han
descubierto la ley que explica que cada movimiento puede transformarse en
calórico y, recíprocamente, que cada calórico puede transformarse en
movimiento.
¿Cuál es la fuerza inteligente?
Por lo tanto, el estado del globo se basaría en la
distribución correcta de movimiento y calórico en todas sus partes. Pero,
¿cuál es la fuerza inteligente que presidirá esta división, si no algún
espíritu angelical?
Dirija su atención
a la innumerable cantidad de semillas que se disputan el suelo de la tierra.
¿No es necesario que su distribución y su germinación estén sujetas a algunas
leyes, para que las especies útiles no desaparezcan frente a la multiplicación
ilimitada de los parásitos?
Ahora bien, ¿cuál es, repetimos, la fuerza inteligente
que vela por la ejecución de estas leyes preservadoras, si no la energía de los
seres espirituales designados por Dios para administrar este mundo?
La lucha por la existencia
Podríamos multiplicar estos ejemplos: sería
útil. Es suficiente un momento de reflexión para comprender que el universo no puede ser entregado a las
fuerzas ciegas que surgen de la materia y que estas
fuerzas, para la armonía del todo, deben contenerse y dirigirse por fuerzas
inteligentes.
Si le parece bien,
ponga como ley la lucha por la existencia; pero admita la intervención en esta
lucha de un poder moderador que emana de Dios y que se ejercita a través del
ministerio de los santos ángeles.
Gracias a esta, la
lucha queda circunscrita a límites sabios, recorta algunas superfluidades, y no
alcanza el exterminio de la especie.
De Aristóteles a Orígenes
Estas verdades tienen el testimonio de toda
la Antigüedad. Los filósofos Aristóteles y Platón construyeron diversos
sistemas sobre la intervención de los espíritus como moderadores de las cosas
terrenales.
Instruidos por la Biblia, los Padres de la
Iglesia, sin perderse en vanos sistemas, fueron todavía más afirmativos y
precisos.
Orígenes, en un curioso pasaje relativo a
la burra de Balaam, dice que el mundo necesita ser administrado por los ángeles
y que ellos tienen la intendencia sobre los mismos animales, proveyendo su
multiplicación como la vegetación de las plantas y los árboles.
San Agustín dice, por su parte, que cada
especie distinta de uno de los reinos de la naturaleza está gobernada por un
poder angelical.
San Agustín no lanzó esta afirmación por
casualidad. El Apocalipsis menciona «otro Ángel – el que tiene poder sobre
el fuego» (14,18), y «al Ángel de las aguas» (16,5).
Esto nos hace comprender que hay un ángel
encargado de regular la distribución de las aguas tanto en las nubes, como en
las venas de las montañas, de los ríos y los mares.
Marcello Stanzione
Fuente: Aleteia






