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Audiencia Con La Inspección De Seguridad Pública Del Vaticano, 28 Sept. 2020 (C) Vatican Media |
“Espero que vuestro trabajo, cumplido no pocas veces con sacrificio y
riesgo, esté animado por una viva fe cristiana: es el tesoro espiritual más
precioso que vuestras familias os han confiado y que estáis llamados a
transmitir a vuestros hijos”, les dijo.
75 años de historia
En su discurso dio gracias a Dios por los setenta y cinco años de
historia de la Inspección de Seguridad Pública y “por el trabajo de tantos
hombres y mujeres de la Policía Estatal Italiana”, aludiendo a “la estela del
profundo vínculo que existe entre la Santa Sede e Italia”, una misión que tiene
su origen en los Pactos
Lateranenses de 1929.
De este modo, “el servicio que las fuerzas policiales habían llevado a
cabo durante mucho tiempo en la plaza de San Pedro y en las áreas que rodean al
Vaticano, se fortaleció y se hizo más efectivo”.
Gratitud del Papa
Después, el Pontífice agradeció a los oficiales y agentes “vuestro
valioso servicio, caracterizado por la diligencia, el profesionalismo y el
espíritu de sacrificio. Admiro, sobre todo, vuestra paciencia para tratar con
gente de diferentes orígenes y culturas y, -me atrevo a decir-, para tratar con
los sacerdotes”.
Y extendió su gratitud “a vuestro compromiso de acompañarme cuando me
desplazo por Roma y cuando visito diócesis o comunidades en Italia. Una tarea
difícil, que requiere discreción y equilibrio, para que los itinerarios del
Papa no pierdan su carácter específico de encuentro con el Pueblo de Dios”.
Finalmente, el Obispo de Roma deseó que la Inspección de Seguridad
Pública vaticana “continúe operando de acuerdo a su luminosa historia, sabiendo
sacar nuevos y abundantes frutos de ella”.
A continuación, sigue el discurso completo del Papa.
***
Discurso del Santo Padre
¡Queridos hermanos y hermanas!
Me alegra encontrarme con la gran familia de la Inspección de Seguridad
Pública “Vaticano”, que conmemora el 75º aniversario de su institución. Os
saludo a todos con afecto: dirigentes, funcionarios, agentes, con vuestros
familiares. Dirijo un pensamiento deferente a la señora ministra del Interior,
a quien agradezco sus palabras, así como al Jefe de Policía. Y también quiero
daros las gracias a vosotros, porque ha sido lindo para mí entrar en la sala
con la nostalgia del otoño de Buenos Aires (se refiere a una pieza música
tocada por la banda de la Policía). Gracias.
Al conmemorar la fundación de esta Inspección es natural dar gracias al
Señor por los setenta y cinco años de historia y por el trabajo de tantos
hombres y mujeres de la Policía Estatal Italiana. En la estela del profundo
vínculo que existe entre la Santa Sede e Italia, han llevado a cabo, con
competencia y pasión, una misión que tiene su origen en los Pactos Lateranenses
de 1929. En efecto, esos acuerdos, al sancionar el nacimiento del Estado de la
Ciudad del Vaticano, preveían un régimen peculiar para la plaza de San Pedro,
con libre acceso para los peregrinos y turistas y bajo la supervisión de las
autoridades italianas.
Mirando hacia atrás, se puede ver cómo el origen de la Inspección de
Seguridad Pública “Vaticano” se sitúa en un contexto de precariedad y
emergencia nacional, cuando las fuerzas políticas y sociales estaban
comprometidas en el restablecimiento de la democracia. En marzo de 1945 se
concretó el proyecto de dar autonomía y configuración jurídica a este servicio
de policía. El Ministerio del Interior, dirigido por el propio presidente del
Consejo de Ministros, Ivanoe Bonomi, instituyó la Oficina Especial de Seguridad
Pública “San Pedro”.
De esta manera, el servicio que las fuerzas policiales llevaban a cabo
desde hacía tiempo en la plaza de San Pedro y en las zonas limítrofes del
Vaticano se fortaleció y se hizo más efectivo. La ocupación de Roma por las
tropas alemanas en 1943 había creado no pocas dificultades y preocupaciones: se
había planteado el problema del respeto por parte de los soldados alemanes de
la neutralidad y la soberanía de la Ciudad del Vaticano, así como de la persona
del Papa. Durante nueve meses, la frontera entre el Estado Italiano y la Ciudad
del Vaticano, trazada en el suelo de la plaza de San Pedro, había sido un lugar
de tensión y miedo. Los fieles no podían acceder fácilmente a la basílica para
rezar, de ahí que muchos desistieran.
Finalmente, el 4 de junio de 1944 Roma fue liberada, pero la guerra
dejó profundas heridas en las conciencias, escombros en las calles, pobreza y
sufrimiento en las familias. El fruto de la guerra es este. Los romanos, y los
peregrinos que podían llegar a la capital, acudían cada vez más numerosos a San
Pedro, también para expresar su gratitud al Papa Pío XII, proclamado “defensor
Civitatis». La nueva Oficina de la Policía del Estado en el Vaticano pudo así
responder adecuadamente a las nuevas necesidades y prestar un importante
servicio tanto a Italia como a la Santa Sede.
Desde el día de la institución de esa Oficina, que poco a poco fue
tomando otros nombres hasta el actual, se desplegó un camino bajo el signo de
la fructífera colaboración entre Italia y la Santa Sede, y entre la Inspección
y los organismos vaticanos responsables del orden público y la seguridad del
Papa. Aunque hayan cambiado los escenarios nacionales e internacionales y los
requisitos de seguridad, no ha cambiado el espíritu con el que los hombres y
mujeres de la Inspección han llevado a cabo su apreciada tarea.
Queridos funcionarios y agentes, muchas gracias por vuestro valioso
servicio, caracterizado por la diligencia, el profesionalismo y el espíritu de
sacrificio. Admiro, sobre todo, vuestra paciencia para tratar con gente de diferentes
orígenes y culturas y, -me atrevo a decir-, para tratar con los sacerdotes. Mi
gratitud también se extiende a vuestro compromiso de acompañarme cuando me
desplazo por Roma y cuando visito diócesis o comunidades en Italia. Una tarea
difícil, que requiere discreción y equilibrio, para que los itinerarios del
Papa no pierdan su carácter específico de encuentro con el Pueblo de Dios. Por
todo esto, una vez más os estoy agradecido.
Que la Inspección de Seguridad Pública “Vaticano” continúe operando de
acuerdo a su luminosa historia, sabiendo sacar nuevos y abundantes frutos de
ella. Estoy seguro de que trabajar en este lugar sea para vosotros un recordatorio
constante de los más altos valores: los valores humanos y espirituales que
requieren ser acogidos y atestiguados cada día. Espero que vuestro trabajo,
cumplido no pocas veces con sacrificio y riesgo, esté animado por una viva fe
cristiana: es el tesoro espiritual más precioso que vuestras familias os han
confiado y que estáis llamados a transmitir a vuestros hijos.
Que el Señor os recompense como solo Él sabe hacer. Que vuestro patrón
san Miguel Arcángel os proteja y que la Virgen Santa vele por vosotros y
vuestras familias. Y que también os acompañe mi bendición. Y por favor no os
olvidéis de rezar por mí. Gracias.
© Librería Editorial Vaticana
Larissa I. López
Fuente: Zenit