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Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el
derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de
los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Arrepentimiento, sentimiento de culpa, deseo de recibir el perdón
y comenzar un nuevo camino. Todo ese proceso sucede en mi
corazón.
Quiero cambiar
de vida, quiero volver a comenzar. Vivo un tiempo de cambios, un tiempo de cambio
interior. Decía el papa Francisco:
El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable
para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería
suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra.
Este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad
tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.
Creo que Dios
me da una nueva oportunidad para el cambio en este tiempo que estoy viviendo. Un
tiempo de conversión. La oportunidad para dejar atrás la vida que no deseo y
elegir un nuevo camino.
No es tan
sencillo volver al principio. ¿Quién soy yo? ¿Quién quiero llegar a ser? ¿En
quién quiero convertirme? La vida da muchas vueltas y no es fácil volver al
principio.
Voy tomando
decisiones que determinan quién soy. No soy solo una tabla rasa como al
principio del camino. Ahora estoy marcado, herido, definido por todo lo que he
ido decidiendo, haciendo, pensando, leyendo, escuchando, recibiendo.
Otros me han
configurado y yo mismo he visto cómo la vida me ha dado una forma determinada.
Ya no soy el niño de entonces.
Ya no puedo
volver al seno de mi madre. ¿Es posible la conversión? Sí, lo es, pero no para
volver a un lugar indefinido antes del momento en el que empecé a tomar
decisiones. Eso no es posible.
Pero la
conversión sí lo es. Puedo hacerlo. Está en mi mano. Una conversión en la que deje
de estar yo en el centro de todo.
Este tiempo es favorable. Un tiempo de pandemia, de crisis, de
vuelta a lo importante. Cuando me privan de libertad
para moverme a mis anchas, para decidir qué hacer con mi vida, se me está
abriendo una posibilidad nueva.
Puedo decidir cómo vivo el presente en el lugar en el que Dios ha
detenido mis pasos. Soy yo el que toma las riendas de mi barca
en este tiempo en el que el timón de mi vida lo agarra Dios con más fuerza.
Ahora, cuando
me siento cautivo en un barco a la deriva, veo que es la posibilidad que se me
regala para cambiar. Puedo hacerlo si dejo que Dios esté en el
centro. Es un misterio.
Antes de que
comenzara esta pandemia tenía tantos planes, tantos proyectos… De repente me
cortan la trama con la que devanaba yo mi vida y me invita Dios entonces a reconsiderar muchas
cosas. ¿Lo hago?
Hay formas,
gestos, actitudes, que estaban ancladas en mi corazón desde hace tanto tiempo.
Formas de vivir que no me hacían bien.
Y veo que es
tiempo propicio este que vivo para cambiar mis maneras de enfrentar la vida.
Está en mi mano la posibilidad de decidir. Le pido a Dios:
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que
camine con lealtad. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
¿En qué
aspectos de mi vida tengo que cambiar? Han detenido mis pasos presurosos.
Parece que ya no puedo ir a cualquier sitio.
Me detengo en
silencio mirando mi alma. Y quiero cambiar lo que no está en orden.
En medio del
caos le pido a Dios que tenga misericordia de mí. Él
puede traer paz a mis guerras y esperanza a mi desolación. Puede consolar mis
dolores y sostener mis miedos para que no caiga ni me detenga en la huida.
Puedo dejar el
mal que me habita y optar por el bien que anhelo dentro de mi alma. No sé si me
sobra integridad o me faltan agallas para tomar decisiones importantes.
No sé si la
bondad me atrae con fuerza o son mis adicciones y vicios los que enturbian mi
mirada. No puedo deshacer las decisiones del pasado. Muchas de las cuales me
han dejado herido.
No puedo
obviar las consecuencias de mis actos. Las personas tocadas por mis pasos
errados. No puedo enmendar lo que no tiene arreglo.
Pero sí puedo
cambiar actitudes de vida ancladas en mi ánimo. Puedo
revertir mi forma de mirar la vida. Puedo añadir en mi ánimo una luz que disipe
las tinieblas.
Dios me llama,
para que cambie de vida, para que me libere de todos los
compromisos asumidos, a veces por obligación, otras porque la vida me llevó a
esas encrucijadas y decidí sin pensar demasiado.
Pero ahora se
abre ante mí un tiempo propicio, un tiempo de salvación y eso alegra mi alma.
Los cambios no
vienen sólo por mi fuerza de voluntad. Dios puede hacer que sea un hombre
nuevo. No sé muy bien cómo. Pero lo he visto en otros y yo también puedo ser
parte de su deseo más íntimo y grande.
Sé que puedo
implementar hábitos correctos. Aprender de otros que me muestran una mejor
forma de vivir.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia