Recupera una de las más antiguas tradiciones cristianas
![]() |
| © Thoom / Shutterstock |
Domingo: La
fiesta del Señor
El domingo es un
gran día de fiesta para todo cristiano; aunque otros días son fiestas, este es
el día de fiesta por excelencia. Una fiesta para vivir y compartir con otros en
la Eucaristía. Un día consagrado enteramente al Señor.
Lunes: Dedicado al Espíritu Santo y a los difuntos
Martes: Dedicado a los ángeles
El martes está
generalmente consagrado al culto de los santos ángeles y en especial al ángel
custodio. Muchos santos tenían una gran devoción a los ángeles en general, y a
su ángel de la guarda en particular. No olvidemos que cada uno tiene su propio
ángel a quien acudir.
Miércoles:
Dedicado a san José
El miércoles es el día elegido
por la devoción para honrar a san José y tener una buena muerte.
Desde los siglos
apostólicos ha sido el miércoles el objeto de una devoción particular en la
Iglesia de Oriente y en la de Occidente.
Era un día de
ayuno y de reunión en los sitios de oración o en los sepulcros de los mártires,
a donde acudían muy temprano, y no salían hasta la hora nona, es decir hasta
las tres de la tarde, en que acababa la misa.
Y el ayuno que se
practicaba en este día se llamaba “pequeño ayuno”, porque tenía tres horas
menos que el de la Cuaresma, de las cuatro Témporas y de las vigilias de las
grandes festividades, y porque no era de obligación tan estricta.
Jueves: Dedicado a la Eucaristía
El jueves está
dedicado a un recuerdo honrado por siglos con un fervor particular: el Hijo de
Dios instituyó en un jueves el sacramento de la Eucaristía. Su Cuerpo y su
Sangre es el regalo más grande de Dios a la humanidad.
Los jueves del
año parecen haber sido destinados, especialmente desde la institución de la
festividad del Corpus, a renovarlo, tanto por los oficios públicos como por las
devociones particulares.
Y casi sucede todos
los jueves del año, en relación a la fiesta del Corpus, lo que todos los
domingos respecto de la festividad de Pascua, es decir, que son aquellos una
octava continua del misterio de la Eucaristía, como estos de la Resurrección.
Viernes: Dedicado a la Pasión de Jesucristo
El viernes está
consagrado a la Pasión. Jesús fue azotado, injuriado, y crucificado un viernes.
Por ello la Iglesia siempre ha considerado los viernes como días de penitencia
y sacrificio.
En una gran parte
de la cristiandad, hasta el siglo IX se cerraban en este día los tribunales y
se observaba el ayuno.
También existía
la costumbre de añadir, a las tres de la tarde de este día, el rezo de cinco
Padrenuestros y cinco Avemarías, en honor de las cinco llagas de Jesús.
Sábado: Dedicado a la Virgen María
El sábado fue
durante muchos siglos fiesta como los domingos, y esto por
varias razones: en primer lugar para honrar el descanso del Señor después de la
creación, y recordar al hombre que también él, imagen de Dios, creaba en cierto
modo durante esta vida.
En segundo lugar,
se recuerda que el Salvador había escogido con frecuencia el día del sábado
para hacer curaciones y milagros, y para ir a predicar en las sinagogas.
Desde los primeros
siglos, los cristianos han dedicado el sábado a honrar de modo particular a la
Virgen.
Entre otras
porque así como fue día de descanso para Dios, la Virgen fue aquella en la
cual, como escribe san Pedro Damián, “por el misterio de la Encarnación, Dios
descansó en un lecho santísimo”.
Y santo Tomás
dice que “veneramos el sábado en honor de la gloriosa Virgen María, que también
en ese día se mantuvo en la fe en Cristo (como hombre) comprobando su muerte».
Maria Paola Daud
Fuente: Catecismo de Perseverancia, Jean
Joseph Gaume, Tomo VII






