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| Shutterstock | Dirima |
La epidemia ha puesto de manifiesto la fragilidad
social de muchas personas. Pero sería un error vincular solo el sentimiento
creciente de soledad a los efectos de la pandemia. Si acaso, los ha agravado y
ha hecho más visibles.
La Cátedra
Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia de Comillas (España)
ha dado a conocer recientemente, dentro del Informe España 2020, los resultados
de una encuesta realizada en enero 2020 en Madrid . Es decir, un mes y medio
antes de que comenzase el confinamiento de la población (13 de marzo) a causa
del coronavirus.
El estudio tiene la ventaja, por tanto, de que los
resultados no han quedado «contaminados» por los efectos sociales de la
pandemia. Esto permite analizar la tendencia de una manera mucho más realista.
Resulta por tanto muy significativo que el 42% de los
encuestados afirme que se siente solo en alguna medida. Y
no se trata solo de las personas que no se cruzan con nadie durante el día: el
21 % dice que se siente solo en su centro de trabajo o de estudios.
Sentirse solo
Pero lo más impactante, no es quizás el dato
objetivo, sino la percepción subjetiva de soledad: el 38,5%
afirma que no se siente querido por nadie, el 21,1% afirma que no tiene un
grupo de amigos. El 17,6 % siente que no tiene a nadie a
quien llamar.
Las relaciones personales también flaquean: El
10,8% dice que no tiene a nadie de confianza con quien hablar, y más de
una de cada cuatro personas dice que no habla nunca o casi nunca sobre sus
sentimientos o inquietudes con otros.
Entre el 10 y el 15% necesitaría un abrazo o
contacto físico, tener a alguien con quien reír o distraerse, compartir una
comida…
Además, el sentimiento subjetivo de que la
sociedad se preocupa cada vez menos por los demás es aplastante: más del 90% lo
cree. El 86% piensa que las personas cada vez se preocupan menos unas de otras.
Perfiles de «riesgo»
La encuesta determina que el sentimiento de
soledad es más duro para algunos perfiles sociales que para otros. El primer
perfil en «riesgo» de sentirse solo son las mujeres, y se debe sobre todo al
cada vez mayor porcentaje de viudas que viven solas. Un
dato sobre el que están alertado varias instituciones desde hace años.
Lo
sorprendente es que el segundo perfil que se siente más solo
son los jóvenes menores de 30 años: el 31% de ellos dice
estar solo. Son también los que más se refugian en las redes sociales (más del
34%).
El tercer perfil son los ancianos, de los que casi
el 20% afirma que no tiene familiares que cuiden de ellos. El 63% se refugia en
la televisión para aliviar la soledad.
Divorciados, desempleados, viudos…
Así las cosas, el estudio identifica cinco grupos
sociales que sufren especialmente la falta de una mano amiga que les ayude.
El primero son los separados y divorciados, es el grupo que
siente soledad más intensa y que cree que no puede confiar
en nadie. La tercera parte de ellos se siente excluido por los demás, siente
que sus familiares han roto con él o ella. Se sienten no queridos por nadie en
el doble de proporción que la media.
El segundo son las personas viudas, que
también dan valores muy altos en sentimiento de soledad extrema. Son los que
más echan de menos compañía física: el 43,6% pasa casi todo el día solo, y
desearía poder comer al menos con alguien más.
El tercero son las personas en situación de vulnerabilidad
económica, son los que más perciben la exclusión social, y los
que más aseguran que no pueden tener conversaciones personales y en confianza
con los demás, o no pueden desahogar sus problemas.
El cuarto son los desempleados, cuyos
porcentajes se acercan mucho a los de las personas pobres. Pero ellos acusan
más fuertemente la soledad durante las horas laborales, y sobre todo, los que
más manifiestan, en porcentajes, carecer de un grupo de amigos.
El quinto son las personas que se dedican a las labores
domésticas. Sí, las amas de casa: el 25% de ellas siente
extremadamente en falta poder hablar con alguien durante el día, y el 41%
carece de grupos de amigos.
Un problema mundial
Los autores del informe compararon los datos con
otras encuestas similares realizadas en Inglaterra y Estados Unidos en los
últimos años.
La encuesta más amplia fue patrocinada por la BBC
a nivel mundial, y arrojaba un porcentaje de soledad extrema seis veces mayor
que la realizada en España. No obstante, llegaba a una conclusión parecida
sobre la soledad de los jóvenes, un grupo más de riesgo de lo que se
creía hasta ahora.
El Informe cita también un estudio del Instituto
Grattan de Australia, así como datos habitacionales de EE.UU.: el porcentaje de
los hogares unipersonales es actualmente casi del 30%. En las grandes ciudades
americanas, el porcentaje roza el 45%. Aún lejos, sin embargo, del top europeo:
En Estocolmo, el 58% de las personas viven solas.
El problema de la soledad es gravísimo en Japón,
que ha acuñado incluso su propio término para definir el fenómeno de los que
mueren solos sin que nadie les eche en falta: kodokushi (literalmente, “muerte
solitaria”)
También en América Latina
La soledad también representa un desafío en varios
países de América Latina. Un ejemplo de ellos puede ser México. Según una
encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) difundida en
marzo, también antes de la gran explosión de la pandemia en el continente, de
las 15,4 millones de personas de 60 años o más, 1,7 millones vivía en soledad.
«En México, las personas de 60 años o más que
viven solas se exponen a la vulnerabilidad, debido a que o cuentan con una red
familiar que las apoye en un momento de su vida donde la salud o sus
condiciones económicas pueden ser precarias», alertaba también mucho antes
(2018) la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid).
Esto último, la soledad que tiene vínculo con
cuestiones como la pobreza. Pero también aparece el ejemplo, como contracara,
de uno de los países con mayor esperanza de vida en América Latina como Chile.
En este país se constató durante la última década un aumento de las
personas mayores de 60 años que viven solas.
Esto luego de un estudio realizado por el
Observatorio del Envejecimiento de la Universidad Católica de Chile y
Confuturo. En cifras se puede traducir en casi medio millón de personas que
viven solas (13,4% del grupo de edad).
Entre las razones del aumento de personas mayores
que viven solas, la mejora en los ingresos en comparación con otras décadas. De
todos modos, en este mismo estudio se expone la necesidad de vincular a las
personas mayores entre sí, la comunidad y redes de apoyo.
Ciudades diseñadas para estar solo
Uno de los apartados del informe llega a la
conclusión de que la soledad actual tiene mucho que ver con el diseño de las
ciudades actuales, con el abandono del modelo de convivencia «de barrio» por el
diseño adaptado al automóvil y sus necesidades.
Le llaman los autores del informe «urbanismo de la
soledad»:
Si vemos el modelo de espacios verdes, gran
parte de ellos ya no son accesibles a los caminantes, sino que están
privatizados dentro de las urbanizaciones alrededor de sus piscinas. Han
desaparecido las medianeras y los jardines intermedios. Ha habido una
desaparición programada de los barrios y las plazas. Las grandes avenidas han
perdido la escala humana y los desplazamientos de las personas con menor
movilidad –que son los que más tiempo pasan en el barrio– requieren automóvil.
Eso hace menos probable el encuentro y no crea espacios de convivencia salvo
con quienes pueden pagar el mismo tipo de vivienda que tú.
Esta «ciudad individualista» es el modelo urbano
actualmente en expansión en el mundo, y los autores temen que seguirá adelante: la
destrucción del barrio es ya una realidad en la mayor parte de las grandes
ciudades, y la causa de ese cada vez mayor aislamiento social. Un
problema que los responsables de urbanismo deberían de tener presente a la hora
de pensar en la sociedad del mañana.
Inma Álvarez
Fuente:
Aleteia






