21 Sábado. Presentación de la Bienaventurada Virgen María
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús
algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le
preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano
casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar
descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales
se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el
séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por
fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál
de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”
Y que los muertos resucitan, el mismo
Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de
Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos, pues para él todos viven’’.
Entonces, unos escribas le dijeron:
“Maestro, has hablado bien”. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a
preguntarle nada.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La Palabra de Dios es una enseñanza que
debe ser escuchada con el corazón y puesta en práctica en la vida diaria. Por
eso Jesús continuaba a hablar con la gente y amaba a esa gente y amaba a toda
esa multitud que lo escuchaba atenta, tanto que dijo: 'los que me siguen, esa
inmensa multitud, son mi madre y mis hermanos'. Los miembros de la familia de
Jesús son 'los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica'. Estas
son las dos únicas condiciones para seguir a Jesús: escuchar la Palabra de Dios
y ponerla en práctica. Esta es la vida cristiana, nada más. Simple, simple! Tal
vez lo hemos hecho bastante difícil, con tantas explicaciones que nadie
entiende, pero la vida cristiana es así: escuchar la Palabra de Dios y
practicarla. (Santa Marta 23 de septiembre de 2014)
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