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| Papa Francisco © Vatican Media |
Con motivo del centenario de la
presencia de la Nunciatura Apostólica en Serbia, el Santo Padre ha dirigido
unas palabras en exclusiva al diario de Belgrado Politika, el periódico más influyente del
país y más antiguo de todos los Balcanes, señalando que “la injusticia nunca
puede resolverse con prácticas injustas”.
Para Francisco, “los cristianos
no podemos mirar para el lado y hacernos los distraídos de lo que pasa a
nuestro alrededor, es más, estamos llamados a hacernos prójimos de todos y de
todas las situaciones en nombre de esa solidaridad que nace de la compasión del
Señor”.
Salir de la crisis
Con respecto a la situación
actual de pandemia de COVID-19, insiste nuevamente en que de una crisis “no se
sale igual; podemos salir mejores o peores, pero nunca iguales”. Las crisis
pueden “amplificar las injusticias existentes a las que nos habíamos
acostumbrado” o “potenciar las mejores prácticas y reacciones entre nosotros”.
Durante este tiempo de
coronavirus el Papa distingue dos actitudes: la de los “auténticos ‘héroes
urbanos’ armados con la solidaridad y la entrega silenciosa”; y la de los
“especuladores” que sacan “rédito de la desgracia ajena” o de aquellos que
“pensaban sólo en sí mismos, protestaban y se lamentaban de determinadas
medidas restrictivas” para enfrentar la pandemia.
Del mismo modo, apunta cómo la
emergencia sanitaria “puso en crisis nuestros modelos de organización y
desarrollo, puso al descubierto muchas inequidades, graves silencios y
omisiones sociales y sanitarias con muchos hermanos nuestros sometidos a
procesos de exclusión y degradación”.
Nueva normalidad como misión
Las transformaciones “siempre
tienen un costo y debemos preguntarnos quiénes lo están pagando”. Como Iglesia
“estamos llamados a convocar a otros actores y estimular procesos que nos
ayuden a liberar la mirada cautiva de un mundo que se organizó en torno al
poder, la riqueza y la codicia”.
El Pontífice convoca entonces a
crear una “(nueva) normalidad” vivida como “misión”: “Aprender a asumir y
abrirnos al dolor y a la vulnerabilidad del prójimo humanizará nuestras
comunidades y nos regalará una (nueva) normalidad donde la dignidad de las
personas no sea una declaración de principios sino una convicción que se
traduce en prácticas y estilos de vida bien concretos”.
Pérdida de identidad
Al ser cuestionado sobre la
pérdida de identidad cristiana, cultural y personal de la sociedad actual, el
Pontífice explica que son varias las generaciones “que crecieron en un mundo en
cenizas de promesas incumplidas, de violencias de distintos tipos y del
crecimiento exponencial y hasta obsceno de beneficios para algunos y de grandes
privaciones para muchos“.
Prueba de ello es la dificultad
que tienen para encontrar trabajo los jóvenes: “Sin trabajo les privamos a
ellos y a la sociedad toda de la capacidad transformadora y de la oportunidad
de sentirse activos protagonistas de un futuro que nos involucra y necesita a
todos”. Una cultura “se vuelve estéril cuando no logra abrir espacios para que
las generaciones más jóvenes se desarrollen por medio de la acción y del
trabajo”, remarca.
Así, “sutilmente” se instala “un
manto de orfandad social, comunitaria y espiritual: jóvenes y adultos sin
referencias, sin hogar, sin comunidad”, un terreno “fecundo para el crecimiento
de los populismos e integrismos”.
Volver a las raíces
En este sentido, el Obispo de
Roma vuelve a tratar la importancia de “volver a las raíces, al rico patrimonio
histórico, cultural y espiritual que cada tierra supo gestar”, pues ahí se
encuentra “un antídoto natural y cultural a los nacionalismos y a todos los
procesos de fragmentación y enfrentamiento”.
“Porque las raíces no son anclas
que nos atan a otras épocas, sino que son un punto de arraigo que nos permite
desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos”, agrega.
A lo largo de la entrevista, el
Papa Francisco habla también sobre cómo “caemos con rapidez en la tentación de
creer que el odio y la violencia son una manera rápida y eficaz para la
resolución de conflictos”, pero, finalmente “lo único que terminan por generar
es un espiral de mayor violencia”.
Para él, “los conflictos no se
resuelven en el olvido, en la ignorancia o en el borrón y cuenta nueva, sino en
el diálogo que implica el reconocimiento del otro y la aceptación gozosa que
estamos invitados a ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos
beneficiará a todos”.
Dialogar para amar
A continuación, expone que “el
diálogo es uno de los instrumentos más privilegiadas que poseemos no solo
contra la COVID, sino contra todos los demás conflictos a encarar. En este
sentido las religiones tenemos una misión ineludible a desarrollar”, dijo
remitiendo al Documento por la Fratenidad.
“Hay esperanza porque en muchos
rincones de nuestras ciudades y pueblos se respira la sana virtud de la amistad
y la buena práctica de la vecindad; condición básica para romper todo tipo de
repliegue ideológico de una cultura o religión”.
Lampedusa, llegar a las
periferias
Refiriéndose al motivo de
elección de sus viajes a otros países, Francisco ha indicado que intenta
“priorizar aquellos lugares donde todavía no habían recibido la visita de un
Papa, inclusive en aquellas regiones en las que la presencia de la Iglesia
Católica era casi nula”.
También relata cómo que su primer
viaje apostólico fuera a la isla de Lampedusa en 2013: “Al leer una carta de un párroco
que cuenta la historia de los supervivientes del Mediterráneo que se acercaron
en situaciones dramáticas”, describe, “sentí la presencia del Señor que me
mostró el camino”. Se trataba de ir allí “para unirme al grito de estos hermanos”.
Lampedusa “será un signo de lo
que el Señor me invitaba a mirar y priorizar”, continúa el Pontífice: “ir a la
periferia para ver mejor, para comprender mejor no solo el Evangelio sino
también nuestra propia humanidad”. De este modo, en sus viajes, privilegió las
regiones donde la presencia de la Iglesia estaba menos presente: “¿esos
hermanos nuestros por ser pocos tienen menos derechos que el resto?”, respondió
a los objetores.
Por ello, desde el comienzo de su
pontificado, a menudo ha puesto de relieve a los “exiliados ocultos” que, por
tener discapacidades son “tratados como cuerpos extraños en la sociedad”, a los
ancianos que son considerados una “carga” porque no son “útiles”, a los
migrantes que son “estigmatizados” y empleados como “chivos expiatorios” para
justificar políticas discriminatorias, así como las personas que viven en las
prisiones.
Con Larissa I. López
Gabriel Sales Triguero
Fuente: Zenit






