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| Tercera predicación del cardenal Cantalamessa (C) Vatican Media |
En el último encuentro de este
viernes, 18 de diciembre de 2020, el cardenal Cantalamessa propuso ante todo el
grito amargo de Juan Bautista que resonó en el Evangelio del tercer domingo de
Adviento: “En medio de ustedes está aquel a quien no conocen”.
Y remitió a la bendición
extraordinaria Urbi
et Orbi del Santo Padre el pasado 27 de marzo. En su mensaje, tras
leer el Evangelio de la tormenta calmada, Francisco cuestionó en qué había
consistido la “poca fe” que Jesús reprocha a los discípulos: “Los discípulos de
hoy cometeríamos el mismo error que los Apóstoles y mereceríamos el mismo
reproche que Jesús si en la violenta tormenta que se ha abatido sobre el mundo
con la pandemia olvidáramos que no estamos solos en la barca y a merced de las
olas”.
“Dios está con nosotros”
De este modo, el purpurado hay
afirmado que “la fiesta de la Navidad nos permite ampliar el horizonte: del mar
de Galilea a todo el mundo, de los Apóstoles a nosotros”.
Asimismo, al explicar que “Dios
está con nosotros”, aclaró que está “del lado del hombre, su amigo y aliado
contra las fuerzas del mal”. Por ello, “Debemos redescubrir el significado
primordial y simple de la encarnación del Verbo, más allá de todas las
explicaciones teológicas y los dogmas construidos sobre ella”.
“¡Dios vino a morar entre
nosotros! Quiso hacer de este acontecimiento su propio nombre: Enmanuel, Dios
con nosotros”, matizó.
Además, el cardenal Cantalamessa
repasó las controversias cristológicas del siglo V para redescubrir la paradoja
y el escándalo encerrado en la afirmación: “El Verbo se hizo carne”, que
significa “la perfecta unión de la divinidad y la humanidad en la persona de
Cristo”, “la única cosa nueva bajo el sol”, como la define san Juan Damasceno.
A continuación, de acuerdo al
medio vaticano, se refirió a la experiencia de Agustín y recordó que señala el
camino para superar el obstáculo, a saber, “deponer el orgullo y aceptar la
humildad de Dios”.
“La humildad proporciona la clave
para entender la encarnación. Se necesita poco poder para lucirse; se necesita
mucho, sin embargo, para retirarse a un lado o borrarse. Dios es este poder
ilimitado de escondimiento de sí mismo: Se despojó de sí mismo, tomando la
forma de siervo… se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte”,
agregó.
Dios es amor y humildad
El predicador de la Casa
Pontificia apuntó que “el amor crea dependencia respecto de la persona amada,
una dependencia que no humilla, pero que hace feliz”. Por ello, considera que
las dos frases “Dios es amor” y “Dios es humildad” son como dos caras de la
misma moneda.
Además, definió el significado de
la palabra humildad aplicada a Dios que “no consiste en ser pequeños
(se puede ser pequeño de hecho sin ser humilde); no consiste en considerarse pequeños
(esto puede depender de una mala idea de uno mismo); no consiste en proclamarse pequeños
(se puede decir sin creerlo); consiste en hacerse pequeños y hacerse
pequeños por amor, para elevar a los demás. En este sentido, verdaderamente
humilde solo es Dios”.
Navidad, fiesta de humildad
El sacerdote capuchino habló
también de san Francisco de Asís quien entendió este concepto sin muchos
estudios, y en cuyas alabanzas “al Dios Altísimo”, en cierto momento, se dirige
a Dios diciéndole: “Tú eres humildad!”.
En este sentido, agregó: “La
Navidad es la fiesta de la humildad de Dios. Para celebrarla con espíritu y
verdad debemos hacernos pequeños, como debemos abajarnos para entrar por la
estrecha puerta que introduce en la basílica de la Natividad en Belén”.
Después, el cardenal Cantalamessa
expuso que “es relativamente fácil creer en algo grandioso y divino, cuando se
espera en un futuro indefinido” y que “es más difícil cuando se debe decir,
`¡Ahí está! ¡Es él’! El hombre está tentado de decir inmediatamente: ¿Eso es
todo?”.
En su opinión, “Juan el Bautista
nos ha dejado su misma tarea profética: seguir gritando: `¡En medio de ustedes
hay uno que no conocen!’”, puesto que “inauguró la nueva profecía” que no
consiste en anunciar una salvación futura, sino en revelar la presencia de
Cristo en la historia.
“Cristo no está presente en la
historia simplemente porque se escribe y se habla continuamente de él, sino
porque ha resucitado y vive según el Espíritu. No sólo intencionalmente, sino
realmente. La evangelización comienza aquí”, describió.
El sacramento de la pobreza
Tras referirse a Pablo como
complemento de lo que enseña Juan, abordó la distinción entre el hecho de
la encarnación y el modo de ella, entre su dimensión ontológica y la
existencial, para arroja luz sobre el problema actual de la pobreza y la
actitud de los cristianos hacia ella: “Ayuda a dar un fundamento bíblico y
teológico a la elección preferencial de los pobres, proclamada en el Concilio
Vaticano II. Los Padres conciliares – escribió Jean Guitton, observador laico
en el Vaticano II – han redescubierto el sacramento de la pobreza, es decir, la
presencia de Cristo bajo las especies de los que sufren”, afirmó.
“El ‘sacramento’ de la ¡pobreza!
Son palabras fuertes, pero fundamentadas. Si, en efecto, por el hecho de la
encarnación, el Verbo ha asumido, en cierto sentido, a cada hombre (así
pensaban algunos Padres griegos), por el modo en que se ha realizado, ha
asumido, a título particularísimo, al pobre, al humilde, al que sufre”,
prosiguió.
Iglesia de los pobres
El cardenal mencionó a san Juan
XXIII, quien, con ocasión del Concilio, acuñó la expresión “Iglesia de los
pobres”, que reviste un significado que va más allá de lo que se entiende
habitualmente: “¡La Iglesia de los pobres no sólo está formada por los pobres
de la Iglesia! Los pobres son de Cristo, no porque se declaren pertenecientes a
él, sino porque él los declaró pertenecientes a sí mismo, los declaró su
cuerpo. Esto no quiere decir que sea suficiente ser pobre y hambriento en este
mundo para entrar automáticamente en el reino final de Dios. Las palabras:
‘Vengan benditos de mi Padre’ están dirigidas a aquellos que han cuidado de los
pobres, no necesariamente a los propios pobres, por el simple hecho de que han
sido materialmente pobres en la vida”.
El Papa, padre de los pobres
A partir de esta reflexión reveló
que “la Iglesia de Cristo es inmensamente más amplia de lo que dicen los
números y las estadísticas”. De ello se deduce que “el Papa, y con él los demás
pastores de la Iglesia, es verdaderamente el ‘padre de los pobres’”.
Y recordó de nuevo a san Juan
XXIII cuando en su mensaje de Navidad de 1962, elevaba su oración pidiendo a la
“Palabra Eterna del Padre, Hijo de Dios y María”, que renovara, en el secreto
de las almas, el admirable prodigio de su nacimiento.
De acuerdo a Vatican News,
Cantalamessa concluyó esta última prédica de Adviento invitando a hacer nuestra
esta oración: “Pero, en la dramática situación en la que nos encontramos,
añadamos también la súplica ardiente de la liturgia navideña: ‘Rey de los
pueblos, esperado por todas las naciones, piedra angular que unes a los pueblos
en uno: Ven y salva al hombre que has formado de la tierra’. Ven y levanta de
nuevo a la humanidad exhausta por la larga prueba de esta pandemia”.
Larissa I. López
Fuente: Zenit






