Martes de la I semana de Adviento
![]() |
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
"¿Dónde está mi
confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor! Esta es la
herencia que el Señor nos promete: "Les dejaré en herencia en medio de
ustedes un pueblo humilde y pobre, que confiará en el nombre del Señor".
Humilde porque se siente pecador; pobre porque su corazón está apegado sólo a
las riquezas de Dios y si las posee, es sólo para administrarlas; confiado en
el Señor porque sabe que sólo el Señor puede garantizarle aquello que le hará
bien. Y como estos jefes de los sacerdotes a los que Jesús se dirigía no
admitían ni la humildad, ni la pobreza ni la confianza, Jesús tuvo que
sacudirlos por su cerrrazón, diciéndoles que una prostituta entraría en el
Reino de los Cielos con más facilidad que uno de ellos. Por eso, en esta espera
del Señor, de la Navidad pidamos que nos dé un corazón humilde, un corazón
pobre y sobre todo confiado en el Señor, porque el Señor nunca nos
decepciona". (Santa Marta 15 de diciembre de 2015)
Vatican News






