Al
sentirnos solitarios, nos sentimos también inseguros, desprotegidos; y de la
inseguridad nace el miedo. Ahora tenemos que retroceder paso a paso venciendo
los obstáculos.
¿Cómo
vencer el miedo? Venciendo la inseguridad. ¿Cómo vencer la inseguridad?
Venciendo la soledad. Y hay una sola manera de vencer la soledad: poblándola de PRESENCIA (así, con mayúscula), y
esta Presencia “es” Aquél que está presente en todo tiempo y en todo lugar.
Para
derrotar al supremo enemigo del corazón del hombre que es el miedo, no hay en
las ciencias humanas otra arma invencible sino la fe viva.
Dios, que es Puro Amor,
gratuito y eterno, habita en mi interior como una presencia poderosa, amorosa y
materna, y me cuida, y me protege. Y, dentro de mí y reina la paz eterna. Vendrá el mañana con sus problemas, pero también con sus
soluciones.
Ya
lo dice la Biblia. “el amor perfecto echa afuera el miedo” (1Jn 4, 18), y nace
en el lugar último en donde se da la intimidad entre el alma y Dios, nace la
paz. Cuanto más entrañable la intimidad,
mayor la seguridad. Y a tanta seguridad, tanta libertad. Y a
tanta libertad, tanta paz. Y la paz de Dios, que habita en la última estancia
del alma, es la suprema victoria sobre el miedo.
Todo
esto presupone una viva fe en Alguien que vive para siempre, y nos mira, y nos
cuida, y nos ama. Y Él es, para nosotros, la seguridad, y la fortaleza, y la
esperanza y la dulcedumbre. No solo tiene Él la solución para todos nuestros
problemas sino que, en Él, todo está solucionado. O mejor, Él es la Solución
para todo.
Este
proceso de liberación se consuma por el camino del trato personal, de dentro a dentro, en
el misterio de la comunicación personal, en la relación íntima Yo-Tú. Dios
mismo es el interlocutor para comunicarle nuestros problemas personales,
pedirle en nuestras necesidades, recibir fuerzas de su amor y pedir respuestas
a nuestros interrogantes.
Este
creyente que camina en la presencia de Dios puede publicar a los cuatro vientos
esta gran verdad: “No sé lo que el futuro me reserva: pero sé quién controla mi
futuro”.
Esta convicción le infundirá seguridad y tranquilidad contra todos y cualesquiera miedos. Esto capacitará a la persona para crecer y adaptarse a los cambios y peligros, conservando la confianza en el poder y amor de Dios.
Por: Padre Ignacio
Larrañaga
Fuente:
PildorasdeFe.net