17 Enero. Domingo II del Tiempo Ordinario
Evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y,
fijándose en Jesús que pasaba, dice:
«Este es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y,
al ver que lo seguían, les pregunta:
«Qué buscáis?».
Ellos le contestaron:
«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
Él les dijo:
«Venid y veréis».
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y
siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se
traduce: Pedro)».
COMENTARIO
El padre Francisco Díaz S.J. comenta el Evangelio del
Domingo 17 de enero correspondiente al II Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo
B), según San Juan 1,35-42.
El Evangelio que meditamos forma parte del testimonio de Juan el Bautista y de la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús. San Cirilo de Alejandría, explica que Juan el Bautista ha cumplido con su misión porque pasado el tiempo de preparar el camino del Señor, ahora es el momento de verlo, escucharlo y seguirlo. Por ello el Bautista le muestra a sus discípulos al que deben seguir, al Cordero de Dios.
El Evangelio destaca la intensidad de la mirada de los
discípulos y de Jesús. No es un simple fijarse o darse cuenta de algo. El
momento fue tan decisivo que cambió la vida de los discípulos y sigue cambiando
la nuestra, porque cuando nuestro Señor vuelve su rostro sobre nosotros, no
podemos escondernos ni huir de su mirada. Los discípulos siguen a Jesús,
comprometiendo su vida, caminando en la misma dirección de su Maestro y Señor.
A pesar de la mediación de Juan el Bautista, Jesús le pregunta a los
discípulos, ¿qué quieren?, y con estas primeras palabras de Jesús en el
evangelio de Juan, también nos dirige a nosotros la misma pregunta, para que
busquemos en nuestro corazón la respuesta de forma individual, sin presiones,
sin sentirnos obligados por nada ni nadie. Esa respuesta vital, determina
nuestra existencia porque implica quedarnos, permanecer y acompañar a nuestro
Señor. Se trata conocerle de tal forma que nuestras acciones demuestren que Él
habita en nosotros.
El Evangelio relata que Andrés corre y busca a su hermano Simón para conducirlo
ante el Mesías. Que nuestra respuesta ante la mirada de Jesús sea, sin dudar,
la de seguirlo y la de compartir sin temor o vergüenza, esta Buena Nueva a
nuestros hermanos y hermanas.
Francisco Díaz SJ
Vatican News