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Sólo cinco países en todo el mundo
tienen leyes sobre este tema; ahora habrá seis. Inusualmente, muchos de los
diputados aplaudieron fervorosamente esa aprobación (recuerdo que con la ley
sobre el aborto ocurrió lo mismo).
Si con la aprobación de cada una de
las miles de leyes, decretos y normativas que han aparecido en estos últimos
cuarenta años se hubiera procedido del mismo modo, en lugar de un Congreso de
Diputados hubiera parecido algo así como un “Congreso de palmeros”.
La
eutanasia en el nazismo
Creo que hoy en día nadie pone en
duda que el pensamiento nacionalsocialista de los nazis fue brutal y demoníaco, y que
nuestra sociedad debe luchar para que algo así nunca vuelva a repetirse.
Pues bien, para reflexionar sobre
esa “imposición del sentido común y la humanidad” que parece traer la
eutanasia, entiendo que es bueno detenerse en lo que esa abominable ideología
pensaba sobre ella.
Este desplazó sin dudarlo al chico a
la Clínica de la Universidad de Leipzig, donde le inyectaron una dosis de
barbitúricos que acabó con su vida.
Aquel fue el comienzo de la crueldad
sistematizada, ya que Brandt recibió de Hitler la orden verbal de actuar del
mismo modo en casos similares.
Selección
Después de que se sucediera el caso
del “Niño K”, Hitler creó en mayo el “Comité para el Tratamiento Científico de
Enfermedades Severas Determinadas Genéticamente”.
Quería empezar la selección de bebés discapacitados, aunque oficialmente su objetivo era el de hallar curas para
las dolencias hereditarias de los más pequeños.
Al frente de este organismo fueron
puestos el ya mencionado Karl Brandt, Hans Hefelmann, Herbert Linden (médico,
consejero y responsable de los hospitales estatales), Hellmut Unger (oftalmólogo),
Hans Heinze (director de un famoso asilo para “disminuidos”), Ernst Wentzler
(pediatra) y Werner Catel (pediatra).
El Comité no tardó en ponerse a
trabajar. Tres meses después cursó la circular en la que se solicitó a los
pediatras y enfermeras de los diferentes centros que enviaran información sobre
los niños de hasta tres años que hubieran nacido con alguna deformidad,
estableciendo un castigo severo para aquellos médicos y enfermeros que se
negasen a adjuntarles la información requerida.
La propaganda en torno a la
eutanasia presentaba a los enfermos
mentales como “fuerzas improductivas” superfluas, que “comían”
sin producir; su muerte significaba un
ahorro para los miembros sanos del “pueblo”.
Propaganda
La propaganda nazi en favor de la
eutanasia daría un paso más cuando, con el objetivo expreso de romper la
resistencia de la población, el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels encargó
a la “Central de Eutanasia de Berlín” que rodara un filme sobre el tema “Ich
klage an” (“Yo acuso”, 1941), dirigido por Wolfgang Liebeneiner.
La segunda parte de la película muestra el juicio al que es
sometido el médico, en el curso del cual los miembros del jurado van cambiando
de opinión; culmina con un alegato del acusado: “Yo acuso ahora, me alzo contra
un artículo legal que impide que los médicos y los jueces sirvan al pueblo. Yo
redimí a mi mujer, enferma incurable, de sus dolencias”.
En una subtrama, un amigo de la familia que al principio había
condenado el suicidio asistido del médico, cambia de opinión tras comprobar “la
carga” que supone para las familias atender a hijos enfermos mentales.
Goebbels resumía
el efecto que esperaba de esta película con las siguientes palabras: “ayudará a
facilitar psicológicamente la liquidación de esas personas no dignas de vivir”.
Y lo hizo apelando a sentimientos de compasión,
solidaridad humana y misericordia.
Ya hace unos años se estrenó en España la película Mar Adentro,
que fue la que introdujo el tema de la eutanasia en la opinión pública
argumentando solidaridad humana, compasión…
Genocidio en el nazismo
El documento que dictó la orden de eutanasia, escrito en papel con
membrete privado de Hitler, estaba dirigido a Philipp Bouhler (1899-1945),
director de la Cancillería del Führer y al médico privado de Hitler, Karl
Brandt (1904-1948).
Bajo la denominación cifrada “Aktion T4” y con apoyo de
médicos, personal de cuidados y funcionarios, se llevó a cabo un auténtico genocidio de
deficientes mentales y otros “indeseables”.
A finales de 1939 se comenzó a enviar cuestionarios para el
“registro planificado” de los pacientes: tipo de enfermedad, duración de la
estancia en el hospital y capacidad laboral.
Según los formularios, una comisión de tres peritos, de un total
de aproximadamente 30, decidía sobre la vida o la muerte del paciente.
Los “candidatos a la muerte” eran trasladados a los centros de
eutanasia en Grafeneck, Brandenburg, Hartheim, Pirna, Bernburg, y Hadamar.
Además de inyecciones letales, también se
emplearon cámaras
de gas camufladas como duchas (como en los campos de concentración).
Se estaba ensayando así el método que los nazis emplearían para el asesinato
sistemático de millones de judíos.
El valor de los débiles y de la vida
Una vez expuestos los objetivos y propaganda sobre la eutanasia
del abominable nacionalsocialismo, quizá estemos más preparados para saber a dónde
pueden llevarnos esos aplausos y ese sentido común y humanidad que nos han
vendido por la televisión.
Antes era por “el bien de la raza”,
ahora es por “la calidad de vida”.
Parece que los médicos que quieran objetar ante esa ley deberán
apuntarse en una lista; ¿no parece más lógico que fuera al revés: los médicos
que quieran colaborar con la eutanasia, que se manifiesten explícitamente?
Recordemos la enseñanza fundamental de la ética
hipocrática: “Dispensaré un profundo respeto a toda vida humana
desde la concepción hasta la muerte natural”, es decir, no dispensaré a nadie
un tóxico mortal activo, incluso aunque me sea solicitado por el paciente;
tampoco daré a una mujer embarazada un medio abortivo.
Yo, en contra de todo este montaje siniestro, opino que sería muy
fecundo y positivo, tanto para el progreso de la sociedad como para la
educación de cada ser humano, que comprendiéramos que los débiles
son importantes.
De esa idea nació precisamente la medicina. A lo de la “muerte
digna” podemos preguntar si es que la falta de salud equivale a indignidad.
¿Qué clase de sociedad es esta que basa su progreso en eliminar a
los molestos y a los débiles, ya sea en forma de aborto, o en forma de
eutanasia?
Antes de estar conformes a conceder a unas personas el derecho a
matar a otras personas, creo que deberíamos tener en cuenta que la vida humana
tiene mucho valor.
Carlos Montes Martínez
Fuente: Aleteia