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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía
de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en
la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último céntimo».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
De todo esto se comprende
que Jesús no da importancia sencillamente a la observancia disciplinar y a la
conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo a la
intención y, por lo tanto, al corazón del hombre, donde tienen origen nuestras
acciones buenas y malas. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan
las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas,
expresiones de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede acoger
gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos
abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace capaces de vivir el amor
divino. ÁNGELUS 16 de febrero de 2014
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