La pandemia de COVID-19 ha afectado seriamente a varias personas en el mundo a causa del estrés y la ansiedad, y parece que su fin aún es lejano; por ello, es importante que hoy más que nunca los católicos estén atentos al cuidado de su salud mental, física y espiritual.
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| Imagen referencial. Crédito: Unsplash / Ben White. |
En una reciente entrevista a National
Catholic Register, el psicólogo Kevin
Vost, autor de más de 12 libros sobre psicología, crecimiento espiritual y
catolicismo, compartió algunos consejos para ayudar a mantener la salud mental
y espiritual en medio de la pandemia del coronavirus.
Vost explicó
que “la salud mental y espiritual con frecuencia están estrechamente
entrelazadas” y que la segunda incide positivamente en la primera, pero “pueden
haber distinciones muy importantes”.
Para la
psicología, “la salud mental básicamente implica que nuestros pensamientos,
emociones y comportamientos se mantengan en línea con la razón correcta, o en
contacto con la realidad de tal manera que podamos vivir nuestras vidas y
cumplir con nuestros roles y deberes de manera efectiva sin una angustia
indebida”, dijo.
En ese sentido,
dijo que los estudios han demostrado que “los que tienen una fe religiosa más
fuerte y prácticas religiosas más activas que podrían indicar una mayor salud
espiritual, tienden en general a tener una mejor salud mental también”.
No obstante,
precisó que “los trastornos mentales pueden surgir por muchas causas y
generalmente son de interacciones entre las predisposiciones genéticas de una
persona y el estrés particular o las situaciones estresantes que encuentra”.
“Entonces, solo
porque una persona sufre de un trastorno mental no significa necesariamente que
sea espiritualmente apática. Así que una persona que se sienta deprimida o
presionada no debe decir: ‘Debo haberme alejado de Dios’. Ese no es
necesariamente el caso”, dijo.
Vost aclaró que
“una persona que confía y espera en Dios, pese a que pase por dificultades
mentales, puede salir de un episodio depresivo más fuerte que nunca; y
habiéndolo soportado, quizás emerja con esperanza con una mayor compasión hacia
otras personas que también sufren”.
Asimismo, dijo
que los principales desafíos que los católicos y sus familias afrontan a nivel
psicológico durante la pandemia son la ansiedad y la soledad.
Según Vost,
incluso antes de la pandemia, varios investigadores y médicos advirtieron que
habría una próxima “epidemia de la soledad”, debido al “número cada vez mayor
de personas que afirmaban que no se sentían íntimamente conectados con las
personas que los rodeaban o que no formaban parte de una red social más
amplia”.
Este problema
ha sido agravado seriamente con el distanciamiento social. “Conforme la
ansiedad o soledad aumenta”, algunas personas corren el riesgo de tener
“depresión” y también “un constante estado de ánimo deprimido”.
En relación a
la salud del alma, el psicólogo dijo que uno de los mayores peligros espirituales
actuales puede ser la pereza o una sensación general de apatía espiritual, que
pueden surgir cuando los católicos dejan de ir a Misa y frecuentar los
sacramentos.
Dijo que por
las restricciones legales en algunos países, o los miedos de contraer el
COVID-19, las personas corren el riesgo de perder el hábito de ir a Misa y
recibir los sacramentos. “Esas preocupaciones mundanas reemplazan lentamente a
Dios, ya que, en cierto sentido, desaparece de la vista y de la mente”,
subrayó.
Por ello, el
psicólogo católico dio algunos consejos para mantener una buena salud mental y
espiritual en medio de este contexto:
Usa tu tiempo
libre para crear hábitos saludables
Las
consecuencias de la pandemia en la salud mental y espiritual son diferentes
para todos. No obstante, existe una “especie de oportunidad” común que se puede
aprovechar en beneficio de la salud mental y espiritual, y es que tenemos “más
tiempo disponible para nosotros”.
Esto, “en
cierto sentido, nos ha dado una oportunidad concreta de ser un poco menos como
Marta y un poco más como María, al darnos más tiempo para reflexionar, de forma
que no estemos ansiosos y preocupados por muchas cosas, sino que estemos más
enfocados en las cosas necesarias de Dios”, dijo.
El psicólogo
dijo que lo primero es reconocer que “no puedo hacer todas esas cosas que solía
hacer antes”. El siguiente paso es cuestionarse “¿cuáles son realmente las
cosas más importantes? ¿Puedo usar este tiempo para acercarme más a Dios?
¿Puedo usar este tiempo para ser un mejor padre?”.
“Debemos pensar
en estas oportunidades para establecer algunos hábitos sólidos que nos acerquen
más a Dios a través de nuestro amor por Él y también a través del cuidado
adecuado de nosotros mismos y el amor al prójimo”, señaló.
Explicó que
esto implica “pensar en las formas en que podemos convertirnos en mejores
administradores de nuestra propia salud, propiedad, situación financiera y en
la forma en que cuidamos y pasamos tiempo con nuestras familias”.
“¿Cómo puedo
hacer de esto una experiencia positiva para estar menos acelerado, concentrarme
en lo que importa y luego mantener esos hábitos y persistir en ellos una vez
que todas estas restricciones hayan terminado?”.
Aprovecha la
soledad para acercarte más a Dios
A lo largo de
la historia, algunos de los grandes santos han fortalecido su confianza en Dios
a través de períodos de soledad. En medio del aislamiento, se puede aprovechar
la soledad a propósito para acercarnos más a Dios. “Al estar menos distraídos
de todos los ruidos del mundo, quizás podamos estar en mejor forma para
escuchar la voz suave y apacible de Dios”, dijo.
En caso no
tenga el hábito de la oración y tal vez tenga tiempo libre extra, reserve un
momento de esos días “para realizar una lectura espiritual y rezar; o para
informarse en medios de televisión o radio católicos; luego, reflexione sobre
las lecciones que aprendió y ore a Dios por ellas”.
En la vida
espiritual ayuda “establecer un patrón o hábito”. “Así que mire la situación de
su propia vida: ¿Hay formas en las que podría mejorar su vida de oración, su
crecimiento en el conocimiento de la fe, su intimidad con Dios? Comience a
formar esos hábitos ahora y fortalézcalos, para que sean continuos cuando el
mundo vuelva, con suerte, a la normalidad”, añadió.
El psicólogo
dijo que en las crisis le ayuda leer los primeros versículos de la Epístola de
Santiago, que dice: “Hermanos míos, estén contentos cuando estén en diversas
pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia”. Esto significa que
“en las dificultades, hay un propósito para ello. Dios nos ha dado las gracias
que necesitamos para soportarlo, y saldremos más fuertes de esto”, aseguró.
La esperanza en
Cristo es “la esperanza de que alcancemos el Cielo, que algún día estaremos
allí en la bienaventuranza con Dios, y que Dios nos dará todas las gracias para
llegar allí”, dijo. “Tenga esto en cuenta: que Dios está ahí para nosotros.
Entonces, incluso en tiempos de lucha, las gracias están disponibles; están
ahí”, agregó.
Transmite
esperanza a tus hijos y comparte tiempo con ellos
Una de las
mejores cosas que pueden hacer los padres es transmitir a los hijos que, a
pesar de las dificultades, “todavía hay alegrías por obtener en la vida, que
todavía podemos apreciar nuestro tiempo como familia juntos, que Dios está
siempre ahí con nosotros, eso puede ayudarles mucho”, dijo.
No es bueno
“quejarnos constantemente de los problemas” o “transmitir a nuestros hijos una
sensación de preocupación y peligro […]. No queremos proyectarles esa sensación
de miedo porque, por supuesto, muchos niños no comprenden la dinámica del
COVID-19 y, dependiendo de su edad, es posible que no puedan hacerlo por
completo”, explicó.
El psicólogo
advirtió que “algunos niños pueden tener temores muy exagerados de su propio
riesgo de mortalidad por el COVID-19”, cuando la ciencia dice lo
contrario.
Señaló que The
American Academy of Pediatrics dijo que según un reciente estudio en más de 40
estados, el número de muertes de niños por COVID-19 es “extremadamente pequeño
en comparación con los adultos”. Indicó que diez estados no reportaron ningún
niño fallecido.
Siga con las
restricciones que se nos exige por nuestro propio bien y el de nuestros seres
queridos, pero dé a sus hijos la sensación de que si bien es un problema serio,
no le impide vivir una vida sana y feliz, alentó.
Además, como
católicos “les haremos saber que no es algo de lo que hay que vivir con miedo
constante porque, por supuesto, un día, la muerte nos llegará a todos. Y
ninguno de nosotros sabe nunca cuándo, o si es mañana, pero Dios siempre está
ahí cuidándonos”, agregó.
Finalmente,
recomendó disfrutar del tiempo libre participando en actividades interactivas y
felices con los hijos. Además sugirió poner como meta disminuir el tiempo en
las pantallas y aumentar el tiempo a la interacción social, “simplemente
hablando, jugando y haciendo lo que puede hacer”.
Se empático con
los que piensan diferente sobre el COVID-19
Vost dijo que
en estos últimos años se ha visto una mayor polarización política y ahora esta
se da en relación al COVID-19. Un extremo “prácticamente no toma precauciones o
casi finge que no existe [el virus]”, y el otro piensa que la pandemia “es casi
vivir como reclusos”; sin embargo, no hay que demonizarlos, sino ser empáticos
con ellos, indicó.
El psicólogo
explicó que las personas tienden a sentir emociones fuertes tanto cuando no
perciben que exista una amenaza seria o cuando perciben que existe una terrible
amenaza.
Esto se ve en
familias, parroquias e incluso diócesis, porque cada persona reacciona
diferente al riesgo del COVID-19 y, de algún modo, “tienen algún fundamento
detrás de ese [comportamiento]”.
Entonces, no es
bueno “tratar de demonizarlos o antagonizarlos, o incluso de chismear a sus
espaldas”, sino “enfocarnos más en lo que podemos controlar” y las precauciones
que podemos tomar. En caso alguien cercano esté realizando algún comportamiento
peligroso, hable con ellos “con un espíritu de corrección fraterna, sabiendo
que podría ser rechazado”, señaló.
“También puedes
orar por estas personas” y recordar que todos “estamos tratando de averiguar
qué es lo correcto. Por lo tanto, ciertamente no queremos tratarnos unos a
otros de una manera odiosa o rencorosa mientras intentamos sacar el máximo
provecho de esta situación”, agregó.
Mantén contacto
con los adultos mayores
El psicólogo
dijo que los más afectados por la creciente epidemia de la soledad, agravada
por el COVID-19, son los ancianos. Por ello, sugirió que si tiene familiares o
amigos ancianos que estén en un asilo o que no pueda tener cerca físicamente
por “razones de prudencia” ante el riesgo del virus, piense cómo podría
demostrarles que se preocupa por ellos.
Se puede
chatear con ellos o llamarlos a diario. Por ejemplo, el psicólogo relató que
llamaba todas las noches a su mamá mientras lavaba los platos, y “tener ese
contacto diario, significaba muchísimo para ella”. Y ya cuando sea posible,
alentó a visitarlos para demostrarles cuánto los hemos echado de menos y lo
mucho que nos preocupa su bienestar.






