14 – Marzo. Domingo IV de Cuaresma
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Evangelio según Juan 3, 14-21
En aquel
tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el
que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la
tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal
detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus
obras están hechas según Dios».
PALABRAS DEL SANTO PADRE
"Jesús
lloró no sólo por Jerusalén, sino por todos nosotros. Y dio su vida para que
reconociéramos su visita. San Agustín dijo una palabra, una frase muy fuerte:
'¡Tengo miedo de Dios, de Jesús, cuando pasa!' ¿Pero por qué tienes miedo?
Tengo miedo de no reconocerlo. Si no vigilas tu corazón, nunca sabrás si Jesús
te está visitando o no. Que el Señor nos dé a todos la gracia de reconocer el
momento en que hemos sido visitados, estamos siendo visitados y seremos
visitados para abrir la puerta a Jesús y así hacer que nuestros corazones se
ensanchen más en el amor y sirvan al Señor Jesús en el amor." (Santa Marta
- 17 de noviembre de 2016)
Vatican News






