No quiero dejar que pasen los días sin hacer nada. No quiero que se me escape una oportunidad de acompañar a Jesús en su camino a la muerte. Es un tiempo santo que tengo ante mis ojos
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| ©Robin J Gentry |
Una
oportunidad para tocar el cielo. Quiero abrazarme a ese Jesús que sufre el
rechazo, el abandono y toca el dolor de la soledad. Ama hasta el extremo y es
odiado hasta la muerte. Algunos lo aman y acompañan de cerca al pie de la cruz.
Otros en su amor lloran su
pérdida pero les falta valor para acercarse al madero del que pende. No se
atreven a luchar por Él, a dar la vida. No se arriesgan porque no quieren
perder lo que ahora poseen. Saben que el grano de trigo tiene que caer en
tierra y morir, pero no saben nada de la vida eterna. No comprenden la
resurrección que todavía no acontece.
Estos días de Semana Santa están
marcados por el dolor, la angustia y la consternación de los más cercanos.
Yo me he acostumbrado a tomar distancia del dolor
Prefiero encapsularlo y
olvidarlo, prefiero pasarlo por alto hasta llegar a momentos más felices en mi
vida. No me gusta el sufrimiento, ni la muerte. Detesto la enfermedad que ahora
se aferra a la piel en esta pandemia. No quiero sufrir la pérdida. Creo que la
Semana Santa es una ocasión para vivir el paso de Jesús por mi vida.
He vivido la Cuaresma intentando
preparar el corazón. Queriendo que Jesús toque mi alma y trabaje mi interior
para acompañar a Jesús como María, como Juan, como las santas mujeres.
No quiero quedarme lejos pensando
en otras cosas sin darle importancia. No quiero volverme inmune al sufrimiento
de los hombres. Su dolor es el mío, no puedo ser ajeno. No puedo quedarme
quieto sin hacer nada, sin acercarme, sin socorrer al débil, sin salvar al
desvalido.
Quiero que mi corazón se vuelva
más humano
Hay personas cerca que recorren
su propio Via crucis. Sufren en soledad y no encuentran ni la compasión de la
Verónica camino al Calvario. No son comprendidos en su debilidad, en su
miseria. Yo no quiero dejar de vivir la Semana Santa de los que más sufren.
Por eso quiero vivir a fondo
estos días, para aprender a vivir cerca del crucificado. Aprendo a acompañarlo
por los lugares sagrados que recorro. Desde la entrada en Jerusalén el domingo
de ramos.
Pasando por Betania donde descansaba
cada noche
Acercándome al templo del que
echaba a los vendedores. Recorriendo esas calles de Jerusalén por las que pasó
predicando. Y luego el Cenáculo, en el que tuvo lugar la última Cena. Y después
el huerto, en el que siempre rezaba, y especialmente esa noche sudó sangre,
tanto era el miedo y la entrega. Y los ángeles lo consolaron. Y entonces,
entregándolo todo, halló la paz.
Acompaño sus pasos cuando fue
apresado y llevado a esa cisterna en la que iba a pasar su última noche entre
los hombres. Y su madre cerca y lejos acompañando su dolor. Y luego ese juicio
en la noche y por la mañana del viernes. Para condenarlo a muerte lavándose las
manos. Y el dolor de esa muchedumbre que ahora prefería a Barrabás antes que
salvar al que había dado su vida por amor. Y entonces recorrer esos últimos
pasos cargado con su madero. El via crucis camino al Calvario. Los gritos,
María cerca queriendo consolarlo.
El silencio de Jesús
Estaba haciendo todas las cosas
nuevas y yo no entiendo, ni nadie en ese momento. El silencio de Jesús, muy
dentro de sí mismo, viviendo este momento en soledad, unido a su Padre, con paz
profunda. Y el Calvario imponente con esas tres cruces. Los dos ladrones a
ambos lados. El bueno y el que no supo ver a Dios muriendo en un madero. Y unos
pocos amigos, mujeres, Juan y su Madre al pie del suplicio. Y sus últimas siete
Palabras, las vuelvo a escuchar rememorando su dolor y sus lágrimas.
Quisiera estar cerca para
consolarlo, para darle agua, para calmar su pena profunda por ese rechazo de
los hombres a los que tan solo había querido amar dando su vida. Quiero
recorrer cada paso de estos días sin perderme nada. Pienso en el viacrucis de
tanta gente a mi lado. Esa Semana Santa que paso por alto porque tengo otras
cosas importantes que hacer y descuido lo importante.
Quiero vivir estos días con un
sentido. Es una Semana Santa especial después de un año lleno de tantos
dolores. Confío y toco la cruz que me salva, me eleva.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






