7 – Abril. Miércoles de la Octava de Pascua
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El mismo día de la resurrección,
iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once
kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían,
Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos
discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué
cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”
Uno de ellos, llamado Cleofás, le
respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos
días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de
Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y
ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron
para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él
sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que
estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han
desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y
llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que
estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo
como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.
Ya cerca del pueblo a donde se
dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo:
“Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró
para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo
reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con
razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y
regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha
aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el
camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
“¿Hablas con Jesús? ¿Dices a
Jesús: 'Creo que vives, que has resucitado, que estás cerca de mí, que no
me abandonas'? La vida cristiana debe ser esto: un diálogo con Jesús, porque
-esto es verdad- Jesús está siempre con nosotros, nos acompaña siempre con
nuestros problemas, con nuestras dificultades, con nuestras buenas obras”.
(Santa Marta 24 de abril de 2014)
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