13 – Mayo. Jueves de la VI semana de Pascua
![]() |
| Misioneros digitales católicos MDC |
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos:
Dentro de poco ya no me veréis,
pero dentro de otro poco me volveréis a ver». 17 Comentaron entonces algunos
discípulos: «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro
de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?». 18 Y se
preguntaban: «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». 19
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de
eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me
volveréis a ver”? 20 En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os
lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en alegría
Comentario
Como en otras ocasiones, cuando se trata
del misterio pascual de Jesús, los discípulos no entienden las palabras del
Maestro, y tienen reparo en preguntarle abiertamente. Así se comportan en los
anuncios explícitos de la pasión: “Pero ellos no entendían sus palabras y
temían preguntarle” (Marcos 9,32). Más aún si las mismas palabras
tienen ya algo de enigmático: “Dentro de un poco ya no veréis”. En verdad, los
discípulos no quieren separarse del Maestro, ni se sienten preparados para esa
ausencia; y se quedan inquietos y temerosos. Podrían gritar con el salmista:
“Pero Tú, Señor, no te alejes. Fuerza mía, date prisa en socorrerme” (Salmo 22,20).
Pero Jesús, como siempre, se hace cargo
de la debilidad de sus discípulos, que se manifestará en llanto, profunda
tristeza, y lo que es peor, en ser blanco del desprecio. Hasta el mismo día de
la resurrección, los discípulos, incrédulos ante el testimonio de las mujeres,
permanecían encerrados, atenazados por el miedo. Por fin, “al ver al Señor, los
discípulos se alegraron” (Juan 20,20). Se hace realidad en ellos, y
de modo grandioso, lo que habían dicho muchas veces mientras rezaban con los
salmos: “Has cambiado mi llanto en danza, has desatado mi saco y me has vestido
de alegría” (Salmo 30,12). Una alegría que estará llena de valentía
cuando reciban la fuerza del Espíritu Santo. Entonces serán capaces, incluso,
de gloriarse en las tribulaciones (cf. Romanos 5,3), de
alegrarse por sufrir ultrajes por causa del nombre de Jesús (cf. Hechos
de los Apóstoles 5,41).
La resurrección del Señor es un hecho
histórico que no ha perdido novedad. Somos los cristianos de hoy herederos de
aquella primera alegría, de aquel primer impulso, y portadores de esa gran
noticia. En nuestra vida corriente, aunque notemos a menudo el peso de las
dificultades, tengamos siempre en nuestro horizonte la presencia viva del Hijo
de Dios, que nos mantiene alegres en la esperanza. Como nos exhorta San
Josemaría, “la alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser
desbordante: serena, contagiosa, con gancho...; en pocas palabras, ha de ser
tan sobrenatural, tan pegadiza y tan natural, que arrastre a otros por los
caminos cristianos [1].
[1]. San Josemaría, Surco, n. 60.
Josep Boira
Fuente: Opus Dei






