Dorothée había borrado la experiencia de su memoria: revivirla fue «insoportable»
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| Dorothée descubrió en el perdón el amor de Dios y la sanación de sus heridas emocionales. |
Dorothée sufrió durante toda su infancia "una gran prueba":
"Entre los 5 y los 13 años abusó sexualmente de mí un
miembro de mi familia. Fue tan horrible que mi cerebro lo quiso olvidar
durante más de veinte años".
Pero que el cerebro lo olvidase no quiere decir que no se
manifestasen las consecuencias de esa continua violación incestuosa. "Yo
quería morirme", confiesa a Découvrir Dieu,
"e intenté
destruirme por todos los medios posibles: automutilación, anorexia,
bulimia... Mi objetivo era pasar inadvertida, para que los hombres no me
mirasen y no me desearan".
Los recuerdos vuelven
Así pasaron los años y fue empeorando incluso entrada en la vida
adulta. En 2007 estaba tan "hiper-mal", describe, "que no
conseguía ni siquiera ir a trabajar". Descorazonada, le decía a Dios: "Señor, me has abandonado, no
estás a mi lado".
Acudió a varios médicos,
que acabaron descubriendo la causa subyacente de su malestar: "Con su
ayuda pude verbalizar lo que había pasado. Los recuerdos volvieron con una fuerza emocional verdaderamente
intensa. Era demasiado para mí, demasiado para mi cabeza, demasiado
para mi corazón. Imposible de soportar".
Volvió a reprocharle a Dios: "¿Qué hago ahora con todo
esto?" La respuesta pareció venir en forma de lectura, porque llegó a sus
manos un libro sobre Santa María Goretti, la niña que fue asesinada en 1902,
cuando solo tenía once años, por resistirse a las pretensiones lascivas de Alessandro
Serenelli, de diecinueve. Serenelli se arrepintió y se convirtió en
prisión mucho tiempo después de los hechos, y tras 25 años en la cárcel pasó el
resto de su vida como jardinero y portero de un convento capuchino, con una
vida ejemplar. Pidió perdón a la madre de María y asistió junto a ella a su beatificación, en 1947, y
canonización, en 1950.
Pero no solo su madre había perdonado al asesino de su hija. Su
propia hija lo había hecho en las horas de su agonía, a petición de su
confesor, antes de recibir los sacramentos: "Sí, lo perdono por el amor de
Jesús, y quiero que él
también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo
perdone, porque yo ya lo he perdonado", dijo la pequeña santa.
Un perdón imposible
Y ese perdón Dorothée no podía entenderlo. Leer ese párrafo
"fue horrible" para ella: "Lo mandé todo a paseo, porque para mí el perdón era
imposible. Decidí cortar con el Señor. Consideré que no me había
respondido y que dejaría de escucharle".
Al cabo de un tiempo, una amiga de Dorothée la invitó a hacer una peregrinación. "No tenía
nada mejor que hacer", dice, "así que le dije que sí".
Durante uno de los momentos de oración durante la peregrinación,
se leyó un pasaje del
Nuevo Testamento que la removió por dentro: "Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os
maldicen, orad por los que os calumnian" (Lc 6, 27-28).
El perdón posible
"Lo escuché y lo consideré escrito para mí. Y me hizo
recordar aquella santita de la que había sabido meses atrás. Durante ese tiempo
yo había seguido derrumbándome e intentado muchas cosas que no habían
funcionado, así que me dije que perdonar era la última cosa que podía probar. Yo quería
hacerlo, pero me sentía totalmente incapaz. Así que le dije a Dios: 'De acuerdo, Señor, pero hazlo Tú
en mí'".
En cuanto rindió su alma, Dios, efectivamente, actuó en ella:
"Desde ese momento, desde ese pequeño 'sí', descubrí hasta qué punto Dios
me amaba, descubrí que Él estaba muy cerca de mí. Y vi que cuando tenía un
problema o una contrariedad podía hablarle como a un amigo, podía confiarme a
Él y siempre tenía una
respuesta... ¡a su manera, que no suele hacer mucho ruido!"
"Él me ha mostrado hasta qué punto estaba lleno de amor por
mí y hasta qué punto yo estaba hecha para la vida, estaba hecha para el
amor", concluye Dorothée: "Creí haber perdido para siempre mi
afectividad, mis emociones, mi alegría de vivir. Pero he reencontrado esas emociones. Allí donde la medicina solo había
podido apuntar lo que no estaba bien en mi corazón, Dios me curó. Es lo único
que yo quería, lo que
había querido desde mi infancia. Finalmente mi corazón tuvo lo que buscaba
desde muy pequeña. Esa herida que yo creía imposible de olvidar, imposible
de sanar, Dios la utilizó para que yo pudiera acercarme más a Él y vivir
verdaderamente de su vida y de su amor".
C.L.
Fuente: ReL






