1 – Junio. Martes. San Justino, mártir
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Le envían
algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta. Se
acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo
que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de
Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o
no pagamos?». Adivinando su hipocresía, les replicó: «¿Por qué me tentáis?
Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De
quién es esta imagen y esta inscripción?». Le contestaron: «Del César». Jesús
les replicó: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Y
se quedaron admirados.
Comentario
El programa
narrativo de los evangelios se construye en parte sobre el creciente
endurecimiento de corazón de los que primero debían haber aceptado a Jesús.
Vista con la perspectiva que nos da ser lectores y espectadores con una cierta
distancia y recorrido, su actitud se nos antoja no solo necia sino hasta
incomprensible. Sin embargo, ¿podemos decir, acaso, que nosotros no nos hemos
comportado en ocasiones como ellos? Dice Pablo en su Carta a los Romanos: “a
ellos pertenece la adopción de hijos y la gloria y la alianza y la legislación
y el culto y las promesas” (Rm 9,4) ¿Cómo es posible que después de haber
recibido tanto estén como ciegos ante las palabras y las obras de nuestro
Señor?
Es constante
de toda la Sagrada Escritura la afirmación de que, quien se cierra voluntaria y
conscientemente a la verdad, al Evangelio, cae en manos de una fuerza de engaño
que le lleva a creer en la mentira (Rm 11,8; 2Ts 2,11). La consecuencia es que
la propia vida se construye sobre unos cimientos que no existen y con una meta
errónea. La actitud de estos que se acercan a Jesús refleja bien esto. Hacen
una alabanza hipócrita y, al mismo tiempo, una pregunta capciosa. ¡Qué
contraste entre la verdad y la mentira!
“La verdad os
hará libres” (Jn 8,32), “el que crea y sea bautizado se salvará” (Mc 16,16).
Estas afirmaciones nos muestran el camino. De los que se acercan a Jesús en el
evangelio de hoy se podría predicar la “impiedad e injusticia de los hombres
que tienen aprisionada la verdad en la injusticia” (Rm 1,18). Pero al final la
verdad siempre se impone y toda mentira será revelada como tal: “nada hay
oculto que no vaya a ser descubierto” (Mt 10,26). Esa verdad es y será juicio
para los que amaron la mentira y la injusticia. Aunque la verdadera actitud del
corazón quede maquillada por cuestiones de palabras, Dios sabe lo que hay ahí
de verdad. Y según eso se construye. Jesús nos muestra ese camino de Dios según
la verdad, el camino que lleva a la vida: “hijos míos, no amemos de palabra ni
con la boca, sino con obras y de verdad” (1Jn 3,18), como Jesús nos ha dicho y
mostrado con su vida.
Juan Luis
Caballero
Fuente: Opus
Dei