27 –Junio. XIII Domingo del Tiempo Ordinario
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En aquel tiempo, cuando Jesús
regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le
reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado
Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi
hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús
se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.
Entre la gente había una mujer
que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos
de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar,
había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la
gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se
curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su
cuerpo que estaba curada.
Al llegar a la casa del jefe de
la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos
que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña
no está muerta, está dormida”. Y se reían de él.
Entonces Jesús echó fuera a la
gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la
niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme,
niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se
puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que
no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
En el camino del Señor están
admitidos todos: ninguno debe sentirse un intruso o uno que no tiene derecho.
Para tener acceso a su corazón, al corazón de Jesús hay un solo requisito:
sentirse necesitado de curación y confiarse a Él. Yo os pregunto: ¿Cada uno de
vosotros se siente necesitado de curación? ¿De cualquier cosa, de cualquier
pecado, de cualquier problema? Y, si siente esto, ¿tiene fe en Jesús? Son dos
los requisitos para ser sanados, para tener acceso a su corazón: sentirse
necesitados de curación y confiarse a Él. Jesús va a descubrir a estas personas
entre la muchedumbre y les saca del anonimato, los libera del miedo de vivir y
de atreverse. Lo hace con una mirada y con una palabra que los pone de nuevo en
camino después de tantos sufrimientos y humillaciones. También nosotros estamos
llamados a aprender y a imitar estas palabras que liberan y a estas miradas que
restituyen, a quien está privado, las ganas de vivir. ÁNGELUS 1 de julio
de 2018
Vatican News