El Papa Francisco alentó a tener confianza y no dejar arraigar “la cizaña del desánimo” porque el bien “crece siempre”, incluso en ocasiones de modo “invisible”
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El Papa Francisco en el rezo del Ángelus. Foto: Vatican Media |
Al comentar el pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús
habla del Reino de Dios con dos parábolas, el Santo Padre destacó que “el Evangelio nos pide una mirada nueva
sobre nosotros mismos y sobre la realidad; pide que tengamos
ojos grandes que saben ver más allá, especialmente más allá de las
apariencias, para descubrir la presencia de Dios que, como amor humilde, está
siempre operando en el terreno de nuestra vida y en el de la historia” y añadió
que “esta es nuestra confianza, es esto lo que nos da fuerzas para seguir
adelante cada día con paciencia, sembrando el bien que dará fruto”.
Además, el Santo Padre reconoció que “también en la Iglesia puede arraigar
la cizaña del desánimo, sobre todo cuando asistimos a la
crisis de la fe y al fracaso de varios proyectos e iniciativas”.
“No olvidemos nunca que los resultados de la siembra no dependen de nuestras
capacidades: dependen de la acción de Dios. A nosotros nos
toca sembrar con amor, esfuerzo, paciencia. Pero la fuerza de la semilla es
divina”, afirmó el Papa.
Además, el Santo Padre recordó que “Jesús hablaba en modo fácil de
entender, hablaba con imágenes de la realidad, de la vida
cotidiana” y agregó que “las parábolas se inspiran precisamente en la vida
ordinaria, y revelan la mirada atenta y profunda de Jesús, que observa la
realidad y, mediante pequeñas imágenes cotidianas, abre ventanas hacia el
misterio de Dios y la historia humana”.
“Así, Jesús nos enseña que incluso las cosas de cada día, esas
que a veces parecen todas iguales y que llevamos adelante con distracción o
cansancio, están habitadas por la presencia escondida de Dios, es decir,
tienen un significado. Por tanto, necesitamos
ojos atentos para saber buscar y hallar a Dios en todas las cosas”,
advirtió el Papa.
En este sentido, el Santo Padre lamentó que “a veces, el fragor
del mundo y las
muchas actividades que llenan nuestras jornadas nos impiden detenernos y
vislumbrar en qué modo el Señor conduce la historia”.
A pesar de ello, el Papa explicó que el Evangelio asegura que
“Dios está obrando, como una pequeña semilla buena que silenciosa y
lentamente germina. Y, poco a poco, se convierte en un árbol frondoso que da
vida y reparo a todos”.
“También la semilla de nuestras buenas obras puede parecer poca
cosa; mas todo lo que es bueno pertenece a Dios y, por tanto, humilde y
lentamente, da fruto. El
bien -recordémoslo- crece siempre de modo humilde, de modo escondido, a menudo
invisible”, añadió.
De este modo, el Papa resaltó la enseñanza de Jesús en la
parábola del campesino que “arroja la semilla y luego no sabe cómo produce
fruto, porque es la semilla misma la que crece de manera espontánea, durante
el día, por la noche, cuando él menos se lo espera” hecho que demuestra que “con Dios siempre hay esperanza de
nuevos brotes”.
“En muchas situaciones de la vida puede suceder que nos
desanimemos al ver la debilidad del bien respecto a la fuerza aparente del mal.
Y podemos dejar que el desánimo nos paralice cuando constatamos que nos hemos
esforzado, pero no hemos obtenido resultados y parece que las cosas nunca
cambian”, reconoció el Papa.
Por ello, el Santo Padre rezó para que “María Santísima, la
humilde sierva del Señor, nos enseñe a ver la grandeza de Dios que obra en
las cosas pequeñas, y a vencer
la tentación del desánimo fiándonos de Él cada día”.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa